Una noche más en dónde estamos decidiendo cómo siempre, quien será el primero en buscar a nuestra siguiente víctima. Jugar un videojuego de peleas no es exactamente la manera de decidir quien dará el primer paso, sin embargo, nos entusiasma nuestra profesión. La llevamos en la sangre.
Mantengo los brazos firmes mientras mis dedos pulgares se mueven entre cada uno de los botones. Miro la televisión, Dorian me está dando una paliza. Si gana, sólo tendré que desesperarme un poco mientras encuentra quien será el próximo objetivo. Me queda poca vitalidad y mi personaje lanza el último grito de su corta vida. Chasqueo los dientes, me recargo en el respaldo del sillón, suspiro y dejo el control entre mis piernas.
–Bien. –Rezongo. – ¿Quién sigue? –Escucho la risa de victoria de mi hermano. Sé que ahora tiene una sonrisa dibujada en su rostro. El videojuego, es reemplazado por las noticias de la televisión.
–He estado esperando esto desde hace unos meses… –Habla Dorian. –Nuestro objetivo es una joven, cuyo talento está a flor de piel. Miro de reojo a Jarvis, él se ve igual de desconcertado que yo. Vergil por otro lado, sonríe mirando a Dorian y Thomas se cruza de brazos, inconforme.
– ¿Estás seguro? –Pregunto, viendo aún de la misma forma a mi hermano.
–Por supuesto.–Su sonrisa traviesa y peculiar, se dibuja en su rostro. Conozco esa sonrisa, está decidido.
–Será difícil. –Susurra Vergil.
–Claro que lo será… –Afirma Dorian. –Lo difícil, nos hace más fuertes…vivimos para matar, siempre ténganlo presente…lo que hemos hecho desde hace varios años nos tiene aquí.
No me queda otra alternativa que afirmar con un movimiento de cabeza ¿Qué nos trajo aquí? Una vida llena de mentiras y asesinatos. Muertes que no se ven afectadas en la vida cotidiana de otras personas, sólo nos afectan a nosotros y a veces, a nuestros clientes.
Tenemos una política, nosotros buscamos nuestros propios objetivos, luego cobramos recompensa y después, si nuestros servicios son requeridos, estamos ahí para el cliente; sin embargo hay una regla de la cual siempre he estado en desacuerdo, sí un enemigo llega a matar a uno de nosotros, debe ocupar su lugar en la familia, aplicando sí o sí o te matamos.
Y por las palabras que ha usado Dorian, no estoy muy seguro si quiere que el grupo aumente a seis individuos o uno de nosotros en esta misión morirá. Puedo seguir pensando más, sin embargo, esos dos hechos son los que más destacan en mi mente. Lo que está prohibido es enamorarse, supongo que es por las tantas veces que nos han roto el corazón en estos años. Somos unos inadaptados en el amor.
– ¿Qué joven? –Dice Thomas volviéndome a la realidad.
– ¿Recuerdan a Lena Wolfgang?
–¡Estás loco! –Gritamos Thomas, Jarvis y yo. Dorian comienza a reír y trata de mitigar el sonido de sus carcajadas colocándose un brazo cerca de sus labios. Nos mira a todos sin perder el brillo de sus ojos. En la oscuridad y con la luz del televisor puedo ver su mirada, está muy entusiasmado.
–Gané, el que gana….escoge. –No puedo evitar gruñir.
– ¿Quieres matar al amor platónico de Jarvis? –Dice Thomas.
– ¿Qué? ¡Es tuyo! –Se defiende el aludido. Yo no evito reír.
–Olvídense de esos detalles, recuerden que tenemos prohibido enamorarnos de las presas.
–Ella no era una presa. –Alego. –Además…nos conoce, ¿Cómo piensas acercarte a ella como si fueras una persona común y corriente? Y de paso matarla, eso es estúpido, Dorian.
–Scott…Muchos allá afuera nos temen sin conocernos…sólo debemos deshacernos de ellos.
– ¿Crees acaso que la mantiene en la ignorancia?, además no estamos seguros que Lena sea como él, ¿quieres que la matemos? –Rezongo.
–No, claro que no.–Hace una pausa y coloca sus manos en el mentón, masajeándose la barba.
–Por la gracia de Dios este trabajo no será fácil. Para matar a Lena Wolfgang…debemos matar a nuestras verdaderas presas.
«Lo sabía…alguien de nosotros va a morir» ¿Quieres matar a la distracción o traerla con nosotros? –Pregunto. Dorian sonríe, esperaba que sus ojos pequeños se abrieran y relucieran. Su mirada oscura suele ser muy amenazadora, pero en estos momentos veo felicidad, una felicidad que nunca había irradiado sus ojos.