El hijo de Dios

Un nuevo peligro

  —¡Señor Gustoc! —Gritó Amaris al ver la silueta del joven, tiró su bastón, lanzándose a sus brazos. Gustavo la recibió con una sonrisa—. Creí que nunca lo volvería a ver ¿Por qué hizo eso? —Sus ojos comenzaban a humedecerse.

 —Era algo que debía hacer. —Respondió con tranquilidad.

 —No me deje sola otra vez ¿Prométalo? —Gustavo la miró a los ojos, su corazón palpitaba con fuerza, sentía una sensación de calor, pero él sabía que no podía tener esos sentimientos, no podía, ya tenía a su amada, la mujer de sus ojos, la persona más importante de su vida y, no estaba dispuesto a engañarla. Amaris notó el cambió de expresión, apartándose de él con los ojos llenos de lágrimas—. Me disculpo, no debí actuar así, creo que he recibido una fuerte fatiga mental por el uso excesivo de energía mágica. —Se secó la humedad de sus ojos con su antebrazo, dándose media vuelta. Se sentía estúpida, no sabía porque había actuado como una niña, era solo que en verdad estaba alegre que el joven no la hubiera abandonado, parte de ella deseaba quedarse acostada en su regazo y nunca más levantarse, pero al notar su complicada mirada, la indecisión y el dolor creció en su corazón.

 —Dama Cuyu —Dijo en un tono bajo—, creo que nunca se lo mencioné y, lamento hacerlo ahora, pero ya tengo una prometida —Al notar la confusión en sus ojos, suspiró—, una dama a la que le pertenezco y, aunque en mi corazón tengo sentimientos por usted, esto no es correcto. Por favor comprenda que no fue mi intención jugar con usted, no me educaron de tal manera y, por ello que me siento tan culpable...

Amaris giró su cuello, observando con una sonrisa forzada al joven

 —No sé preocupe. —Interrumpió, ya no deseaba seguir escuchándolo, cada excusa que ponía para no amarla la lastimaba más que el propio silencio.

Al voltear nuevamente dejó de sonreír y, con una última profunda exhalación comenzó a caminar. Gustavo suspiró, siguiéndola, mientras que el lobo a unos pasos de él regresó a su hombro.

 —(¿Por qué me siento así? —Pensó al sujetarse su pecho— Amo a Monserrat con todo mi corazón, lo sé, no solo, es la razón por la que quiero regresar, pero ella —Sus ojos observaron la espalda de la dama—, ella también tiene parte de mis sentimientos, no puedo explicarlo, pero siento que la amo. Maldita sea) —Apretó los puños con ira, un enojo que estaba dirigido a sí mismo por actuar de una manera irresponsable.

Los dos individuos continuaron caminando, sus pasos eran ligeramente rápidos, pero sin prisa. Gustavo observaba la espada de la dama, quién parecía tan lejana como el pico de una montaña. Suspiró, deseaba haberse tragado sus palabras, pero sabía que era lo correcto, solo manteniendo distancia podría matar ese sentimiento en su corazón. Bajaron un piso más, parecía que ninguna criatura se encontraba y, aunque era extraño, ni Gustavo ni Amaris le tomó importancia a ello. El olor a muerte inundó el siguiente piso, justo por dónde los jóvenes comenzaban a transitar, la poderosa sensación de estar rodeado por espectros cubrió las paredes. Gustavo volteó a todos lados, se sentía vigilado, sin embargo, no había indicios de aquello. Amaris rápidamente buscó entre sus cosas un amuleto de protección y se lo colocó en el cuello. Aunque la sensación no era muy intensa, si era algo incómoda. Gustavo vislumbró en la lejanía un par de cuerpos humanoides, de un solo paso se acercó, dándose cuenta que los cuerpos pertenecían a humanos, para ser más específicos a guerreros, solo que aquellos cuerpos no poseían cara, era como si algo extraño se las hubiera arrancado. Tragó saliva.

 —Hay algo siniestro en este corredor, puedo sentirlo. —Lo observó, había tenido una sensación similar, solo que no conocía a ninguna criatura que pudiera irradiar de su cuerpo semejante energía de muerte.

Sin tener una sola duda extendió su mano, convocando en el acto a su subordinado. A los pocos segundos un esqueleto apareció, uno que poseía un tipo de aura azul bailando en su cabeza.

 —Su excelencia.

 —(Protégela) —Ordenó con una mirada seria y, con la misma desapareció.

El esqueleto asintió, no sabía porque le habían encomendado una tarea tan trivial, pero si su señor le decía que la protegiera, aunque tuviera que entregar su existencia, cumpliría con su obligación.

Amaris se quedó de pie, frunció el ceño y luego observó al esqueleto invocado con sorpresa, la invocación que recordaba no era tan temible como el que tenía enfrente, pero aquella sorpresa duro menos de unas cuantas respiraciones al notar que su compañero había desaparecido. Sin pensarlo dos veces comenzó a seguirlo, talvez no era muy rápida, pero ella también poseía sus habilidades.

Gustavo llegó ante una sala oscura, un cuarto de grandes dimensiones, iluminado con pequeños cristales blancos. En medio de la sala, una cosa horrible estaba combatiendo contra la expedición que había estado acompañando en los primeros pisos. La criatura tenía el cuerpo de una mujer, solo que cinco veces más alta, flotaba y parecía que vestía una toga de monje, mientras que sus cabellos largos y oscuros tapaban sus ojos. De vez en vez gritaba, aquel grito era tan siniestro y horroroso, que hasta el más valiente sentiría que sus piernas temblaban.

 —Han muerto muchos. —Dijo al notar los ocho cuerpos tirados en el suelo.

Desenvainó ambos sables, emanando de ellos una poderosa y sutil energía azul, con sus piernas se impulsó, saltando con fuerza. Parecía un ave más que un humano, pero su velocidad era más parecida a la de un guepardo salvaje. Justo cuando sus armas estuvieron a punto de tocar el cuello de la dama gigante, ella alzó la cabeza, dejando al descubierto aquellos atemorizantes ojos negros y, sin hacer un solo movimiento, envío una ráfaga de energía oscura a su cuerpo. Su velocidad comenzó a disminuir, pero su acción no fue detenida por completo, pero en lugar de cortar su cabeza, cortó uno de sus brazos. La abominación gritó con furia, lo que provocó que los espectros de los muertos salieran y comenzarán a atacar a todos los presentes.



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En el texto hay: romance, aventura, honor

Editado: 08.09.2021

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