Ante el joven príncipe se encontraba un cuarto espacioso, con un par de sillones largos en su centro y, unas cuantas decoraciones más tocando las paredes, pero lo más importante del lugar, eran las presencias del otro extremo de la habitación. Detrás de una enorme mesa de madera, sentado sobre una hermosa y cómoda silla, se encontraba un hombre alto, robusto y de apariencia gallarda, su tono de piel era más oscura que la de Herz, poseyendo unos hermosos ojos cafés oscuros, cabello castaño y ligeramente crespo, con una expresión de emperador y una nariz aguileña bien perfilada. Por ambos flancos, como firmes estatuas, se hallaba una silueta femenina, a la cual no se le podían notar sus facciones por la larga túnica blanca con matices azulados y, por su enorme capucha, que cubría todo su rostro. El hombre se llevó su mano a la nariz, mirando a su invitado con incomodidad y disgusto.
--Hueles a mierda, Herz.
--Lo sé. --Respondió y, con una actitud relajada comenzó a caminar hacia el frente, sentándose en la silla delante de la mesa.
Las damas fruncieron el ceño, decir que odiaban al segundo príncipe era decir poco.
--¿Y no pensaste en darte un baño antes de venir ante mi presencia? --Lo cuestionó con el ceño fruncido.
--Tus perros me obligaron --Alzó las cejas--, así que no fue mi culpa no estar presentable para mostrarme ante usted, majestad. --Sonrió de manera cínica. Algo que provocó un ligero descontento en el semblante de Katran.
--Corta tus juegos, Herz --Con una mirada rápida ordenó algo a las damas.
Las mujeres de túnica levantaron las manos y comenzaron a conjurar un hechizo de anti-observación, para evitar que no se filtrara nada de lo que los hombres iban a hablar--. Ahora sí, dime ¿Cómo escapaste? --Colocó sus manos sobre la mesa, acariciando su mentón-- Mis informantes me han dicho que Rodur contrató a un grupo de aventureros para encontrar la piedra y, que ellos se encontraban cerca de hallarla, así como me dijeron que habías muerto. Herz, dime la verdad ¿Cómo mierda escapaste de las garras de esa mujer? --Su mirada se tornó helada, con la sensación de que si alguien decía una palabra que el hombre no quería escuchar, en ese mismo instante sería ejecutado.
--Fue por mi encanto --Sonrió, recargándose en el respaldo de su silla de forma despreocupada--... la enamoré y le prometí que volvería a por ella para ser una pareja ante los ojos de los Dioses.
Katran golpeó con fuerza la mesa, casi destruyendo el lugar donde había golpeado.
--Herz, no me hagas enfadar y contesta lo que te he preguntado.
--Ya te lo dije, fue por mi encanto. --Respondió de vuelta, mientras se acariciaba su nariz.
Katran se colocó de pie y, en el mismo instante arrojó la mesa a impactarse contra la pared izquierda, estando solo a un paso de su hermano, quién lo seguía mirando con desinterés.
--La guerra ha cobrado muchas vidas de atguilenses inocentes --Casi escupió por la furia-- y, no permitiré que eso siga sucediendo, así que dime, bastardo miserable ¿Cómo escapaste?
--Bien, bien --Sonrió cómo si se estuviera dando por vencido--, no quería decirlo porque mancha por completo mi reputación, pero la verdad es que me hice el muerto --Miró al suelo deshonrado--, es por eso que me ensucie de excremento, para así hacerles difícil soportar mi presencia y, deshacerse de mi cuerpo cuanto antes. --Lo miró con la mayor sinceridad que un hombre podía reunir. Katran lo observó detenidamente, dudando si creerle o no.
--¿Cómo puedo saber si lo que dices es cierto? --Preguntó.
--Mi señor, si me lo permite, puedo inspeccionar su mente para buscar en sus recuerdos. --Dijo una de las damas. Katran lo pensó por un momento, pero terminó por negar con la cabeza.
--No puedo permitirlo --Despejó de su frente los cabellos necios--, aunque no somos hijos de la misma madre, sigue siendo un príncipe y, mi hermano, no puedo manchar la reputación de la sangre real con un acto así. --Explicó.
--Bien dicho, hermano. --Sonrió Herz. Katran volvió a mirarlo, frunciendo nuevamente el ceño.
--Bien Herz --Asintió con disgusto--, confiaré en tu palabra, aunque no me guste --Se volvió a sentar en su silla--. Sabes, hay algo que me ha estado molestando desde el día que te capturaron --Guardó silencio-- y, eso es ¿Por qué maldita razón saliste con tu escuadrón? Aún sabiendo que yo había dado la orden de resguardarse en la ciudad.
--Escuché los rumores sobre que la general Iridia se encontraba en un pueblo cercano --Habló con seriedad--, así que le pedí a mis hombres que me siguieran, traté de emboscarla, pero terminé siendo yo el emboscado. --En realidad aquello había pasado como lo describió, con algunos detalles omitidos por supuesto, pero el contexto de la idea era cierto.
--Idiota. --Dijo una de las damas en un tono bajo. Herz le lanzó una mirada asesina.
--Creo que ya has recibido un castigo por tu estupidez, pero has perdido a buenos soldados y, eso lo tendrás que pagar.
--No te sobrepases, Katran, los cincuenta soldados que perdí, fueron hombres y mujeres que yo mismo mandé a entrenar. Yo no te debo nada.
--Estamos en guerra y, cualquier soldado o persona de Atguila le pertenece a Su majestad.
--Pero tu no eres el rey. --Dijo con un tono filoso. Algo que provocó un fuerte descontento en el hombre y, en las damas.
--Pero en territorio enemigo, yo soy la única autoridad --Dijo con un tono serio e imponente-- y, eso lo sabes bien. Así que si yo digo que me debes cincuenta soldados de élite, me los debes.
--De verdad eres hijo de tu madre. --Dijo, suspirando con descontento.
Katran se levantó una vez más, colocando una expresión fría y repleta de una intención asesina.
--¿Qué fue lo que dijiste?
--Lo que escuchaste, Katran.
Herz se levantó de su silla, disponiéndose a retirarse. El poderío del primer príncipe era increíble, si una persona normal estuviera presente, ya se hubiera desmayado por la intensa energía concentrada de guerrero.