Gustavo y compañía se dieron media vuelta, pero antes de cruzar el umbral, volteó enseguida, mirando al joven hombre con una sonrisa olvidadiza.
--Es cierto --Comenzó a caminar de vuelta hacia Irtar--, nuestro propósito al hacernos aventureros, fue para aceptar la petición del señor Ktegan.
El administrador guardó silencio, estaba sorprendido, pero no dejó que su expresión cambiara. Después de meditar por un momento y medir con sus ojos al joven, asintió, suspirando para aliviar sus emociones.
--Aquella petición --Se levantó, caminado con calma hacia un estante repleto de libros, lo abrió con cuidado y, extrajo del mismo una serie de documentos apilados, les sopló el polvo y se acercó de vuelta a su escritorio, colocando los papales sobre ella--... déjame buscarla --Comenzó a pasar entre las hojas con sus dedos--. Debe estar aquí --Se dijo en silencio--. Aquí está --Sonrió--. Esta petición --Le mostró el documento-- ha estado guardada en este lugar por al menos cinco años, nadie la aceptado y, puedo intuir el porque --Lo miró--, aunque el requisito para aceptar un encargo de esta categoría sería una estrella dorada, puedo imaginar porque el viejo te escogió, por lo que aceptaré que hagas el trabajo, sin embargo --Le acercó el papel, Gustavo lo aceptó, pero al notar que no lo soltaba, no hizo por arrebatárselo--, debes cumplir con una petición.
--¿Cuál?
--No permitas que muera. Es un herrero muy habilidoso y, un hombre de mucho valor para el gremio.
--Sientase seguro. --Dijo con un tono serio.
Irtar volvió a fruncir el ceño, se había dado cuenta desde hace mucho que el joven era un extranjero, no solo por su acento y comportamiento, sino por su forma de expresarse, ya que era demasiado peculiar, lo que dificultó que identificara su lugar de procedencia, aún cuando era un experto en ese campo.
--Claro --Afirmó lentamente, soltando con calma la hoja en sus manos--. Ve al salón de solicitudes y trabajos para que te firmen la petición. --Gustavo asintió, tomando el documento.
--Gracias. --Hizo un ademán de cabeza, dando media vuelta para retirarse.
--Una cosa más --Dijo repentinamente. Gustavo volteó--. Vuelve a salvo hermano. --Tocó dos veces su pecho con su palma derecha, Gustavo asintió, mostrando una ligera sonrisa y, por pura empatía, imitó su extraño saludo.
Al notar que los tres individuos salieron, Yukio apretó con fuerza los dientes, haciendo muecas de disgusto y moviendo los pies con furia.
--No lo vencerías. --Dijo el administrador con un tono sin emoción. La dama frunció el ceño.
--Usted no puede saberlo. --Irtar levantó la mirada, mostrando una expresión digna de un sabio estratega.
--Analice todos sus posibles movimientos y, solo en diez podría derrotarlo.
--¿De cuántos? --Preguntó con seriedad, admiraba la fuerza de su señor, pero sabía que su fortaleza no estaba en lo físico, sino en su monstruoso intelecto.
--De mil.
Yukio tragó saliva, talvez si hubiera escuchado esas mismas palabras de otra persona se hubiera desmayado de tanto reír, sin embargo, quién las decía era ni más ni menos que Irtar <El adivino>, entendiendo lo profundo del poder del nuevo recluta del gremio.
--¿Quién podrá ser?
--No lo sé --Negó con la cabeza--, solo espero que ese anciano no descubra su potencial, al menos no en este momento, porque sino este mundo se inundará en llamas. --Su mirada se volvió solemne.
--Guardaré silencio.
--Será lo mejor.
∆∆∆
Al bajar los escalones de madera, los presentes los observaron detenidamente, muy pocos novatos habían tenido la oportunidad de charlar con el administrador del gremio y, quienes lo hacían, por lo regular terminaban demostrando un potencial increíble, por lo que la curiosidad sobre el poder de los tres, creció en cada uno de ellos.
--¿Dónde se encuentra el salón de solicitudes y trabajos? --Preguntó Gustavo al llegar al mostrador.
Una dama de estatura media, cuerpo robusto y mirada amable alzó el rostro, mirando al sorpresivo individuo.
--¿El salón de solicitudes y trabajos? --Preguntó de vuelta, el joven asintió con calma--. Se encuentra junto a la sala de pócimas --Al ver la insatisfecha mirada del solicitante, sonrió apenada--... Vaya directo --Señaló a su derecha, a un pasillo largo--, en la tercera entrada a la derecha... Revise los letreros encima de las entradas, así no entrara en el lugar equivocado.
--Muchas gracias. --Dijo y de inmediato se alejó del mostrador.
--Espere señor.
--¿Qué sucede?
--Debe aceptar primero una petición para ir al salón de solicitudes y trabajos. --Forzó una sonrisa, era una nueva trabajadora y todavía no estaba acostumbrada a los actuares agresivos y poco cortés de los aventureros.
--Agradezco su comentario --Agarró el papel doblado en su vaina, enseñándoselo a la dama--, pero ya aceptamos una petición. --Sonrió y, al instante se dio media vuelta.
La mujer en el mostrador se quedó ligeramente confundida, había logrado observar el rango del contrato y, por lo que había aprendido en sus días de pasante, ese sello solo se concedía a los trabajos de muy alto riesgo, siendo los aventureros de una estrella dorada o superior los únicos que podían aceptar un contrato así, pero al sentir que eso no era posible, optó por negar con la cabeza, olvidando lo que había visto.
El pasillo era tenuemente iluminado por pequeñas esferas colocadas estratégicamente en la pared, su luz era anaranjada-amarillenta, que le entregaba al corredor un ambiente más tranquilo. Había salas de todos los tipos por ambos flancos del pasillo, habitaciones de reposo, cuarto de cocina, de armaduras, de armas, una biblioteca que tenía por nombre: el pequeño salón del conocimiento y, otras que por la ignorancia, el joven de mirada tranquila dudaba cual era el objetivo que se llevaba a cabo en sus interiores.
--Esta es. --Dijo leer el letrero encima del arco de la entrada. Las damas asintieron.