El hilo rojo

Capitulum 3

Margaret se encontró así misma en otro lugar, rodeada de un fuego intenso que lastimaba sus ojos, sin saberlo era testigo de una matanza. La chica observo con cuidado lo que sucedía a su alrededor y distinguió a seres misteriosos que jamás había visto, caer muertos a sus pies, entonces escuchó con claridad cada uno de los gritos de agonía de esas creaturas, los mismos lamentos que la perseguían todas las noches. Los seres huían de la amenaza frente a ellos, personas, las cuales vestían un traje distintivo de rojo y negro, armadas hasta los dientes. Los ordinarios disparaban sin ningún tipo de compasión o distinción entre seres que parecían ser simples mujeres y niños, animales y creaturas amorfas.

Margaret corrió a través del fuego intentando escapar no solo de los gritos, sino de la desesperación y el miedo que lentamente se apoderaban de ella. Esta vez, sin ser consciente de sus propias acciones, hablo y dijo algo sin sentido: —“Nec tempus nec mors aeternum perdere amorem."

El panorama cambio a uno lleno de dolor y culpa, ahora ella sostenía con fuerte apego la mano de un chico sin vida, como si de ello dependiera su propia existencia, Margaret no entendió el porqué de su tristeza y la razón de su impotencia, tuvo miedo de sus propios sentimientos, así que soltó sin pensar la mano del cadáver, se levantó con velocidad y se dispuso a huir de allí, sin embargo, antes de que pudiera siquiera salir corriendo se topó con un hombre parado detrás de ella. El sujeto la miraba fijamente con decepción, Margaret se sintió intimidada ante su figura imponente y sus profundos ojos verde oscuro.

—Observa las consecuencias de tus actos, todo esto es tu culpa —dijo el misterioso hombre con desilusión. Margaret quiso hablar, darle razones, explicarle y decirle lo mucho que lamentaba todo, pero ¿qué era lo que lamentaba realmente?

La pelirroja despertó al sentir una fuerte punzada en el pecho y la visión fue disipada con rapidez, abrió los ojos sobresaltada y miro los objetos de su habitación flotando, los cuales cayeron cuando recupero la conciencia. Margaret se cubrió con las manos, para evitar ser golpeada con uno de los objetos flotantes. Se levantó, abrazo sus piernas como acostumbraba y se hizo bolita en un patético intento por sentirse segura, por primera vez en la vida estaba asustada y no por sus visiones, sino, por la realidad que debía afrontar y no se animaba admitir.

El reloj seguía avanzando, pasaron segundos a minutos y minutos a horas, pero Margaret no se movía, solo estaba allí, sentada sobre su cama, quieta, estática, sin saber que decirse a sí misma para calmar y callar su propio miedo, el cual le hablaba. Después de unas cuantas horas se levantó y comenzó alistarse para la escuela, se encontró lista mucho antes de la hora acostumbrada. Por esta razón, decidió cepillar con cautela su cabello para perder el tiempo sobrante, en consecuencia, comenzó a escuchar su propia voz susurrando algo que no lograba entender, ella opto por ignorarla hasta que su madre la llamo a desayunar librándola de su tormento, salió de su habitación y se sentó en la mesa con cansancio y sin poder disimular su cara de angustia.

—¿Te sientes bien pastelito? ¿Te sucede algo malo? —pregunto su madre, sin poder ignorar un segundo más el estado de su hija. Todos observaron la apariencia desgastada de la pelirroja.

A pesar de que parecía que sus padres y hermanos eran completamente ajenos a lo que le estaba pasando a la pelirroja, no era así. Ellos sabían claramente lo que sucedía y estaban muy preocupados por el despertar de los poderes de su hija, habían intentado ignorar el mayor tiempo posible sus malas noches, sus gritos, sus arranques de histeria e incluso sus planes de escape. Todo eso lo habían podido lidiar y solucionar gracias a los poderes hipnóticos de Aleister, quien controlaba la mente de la chica con el fin de que, ni ella, ni nada se saliera de control.

—No he dormido muy bien últimamente, no es nada de qué preocuparse mamá, estaré bien, una vez que la semana de evaluaciones termine.

Los presentes no estaban seguros de eso, pues su estado se debía a sus propios recuerdos que luchaban por regresar y a su magia emanando de ella sin consentimiento.

Por su parte, Margaret pudo escuchar con claridad la voz que había estado susurrando cosas a su oído. Era una voz dulce, delgada y familiar, la cual le dijo: —Tu sabes que no perteneces aquí.

—El estrés no es bueno cariño, intenta relajarte y no darle importancia. Mejor hablemos de un tema más alegre —hablo su padre, llamando la atención de todos los presentes —. ¿Ya pensaste que quieres de regalo para tu cumpleaños?, no todos los días se cumple diecisiete años. —Margaret intento sonreír sin éxito. Por primera vez el tema de su fiesta no le hizo ilusión.

La voz continúo: —Tu cumpleaños es un patético intento por hacerte sentir parte de una vida a la cual no perteneces, tú no eres como ellos, tú eres…

—Creo que me conformare con el esfuerzo y la dedicación que están haciendo todos para lograr darme una fiesta perfecta. —Margaret interrumpió con desesperación la voz, esperando no escucharla más si lograba concentrarse lo suficiente —. Gracias papá, pero...

—No, no hay pero que valga, lo mejor para mi niña especial. —interrumpió el hombre y Margaret abrió los ojos sorprendida de la palabra “especial”.

Tu familia lo sabe. Ellos te mienten, te esconden la realidad de tu origen, la verdad que no quieres aceptar.




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