El Hombre en el Paso de la Luna

Capítulo 3

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Capítulo 3

En nuestras dos primeras semanas en la mansión, toma lugar uno de los más fuertes inviernos en la historia de los Estados Unidos; la mansión no poseía ningún tipo de calefacción moderna, así que la única forma que teníamos de mantenernos calientes eran las chimeneas que se encontraban en casi toda habitación del lugar, pero para nuestro infortunio, eso no es suficiente. El frío que se experimenta en Wallace era apabullante, la nieve se acumula con rapidez y los empleados deben salir bastante a quitarla del camino, a Ethan le cuesta cada vez más llegar al centro del pueblo para obtener comida y es claro que eso le provoca gran estrés y también puedo ver como eso comienza a preocupar a Sra. Alvah.

A Orien no parece molestarle nuestra difícil situación, más bien se le ve bastante contento con el clima actual; le he encontrado decenas de veces fuera por las noches, admirando  la nieve que cae a su alrededor, agachándose para tomarla entre sus manos desnudas y apretarla con sus dedos, dejando que escape  y vuelva a caer al suelo.

Intenté infinidad de veces hacer que entrara a la casa o que, mínimo, se abrigara; pero el muchacho es necio y ni siquiera finge escucharme, simplemente continúa ahí fuera, embelesado.

—Me recuerda a él —murmuraba cada día en que se atrevía a salir de la calidez de la mansión. Y entonces yo le preguntaría a qué se refiere, mas no me responde y continúa con lo suyo, así que, con el pasar de los días me he logrado acostumbrar a su silencio. No obstante, en estos momentos, incluso sin que yo se lo pregunte, Orien me responde sin más: — No se lo digas a nadie, pero extraño a mí hermano todos los días, no sólo en invierno.

El dolor en su expresión al decir aquello me detiene de preguntarle algo más, incluso cuando me sorprende el saber que tiene un hermano. No quiero remover algún tipo de herida o situación dolorosa así que le dejo ser, entro a la mansión sin mirar atrás, pero antes de cerrar la puerta echo un largo vistazo a ese adolescente tan extraño. Orien no se inmuta, la nieve cayendo sobre su pálido rostro le mantiene en una especie de trance del  cual  no sé cómo sacarle.

En cuanto cierro la vieja puerta que da a uno de los tantos patios de la mansión, el pasillo se queda casi a oscuras de no ser por unas cuantas velas blancas en las paredes; paseo mi mirada por el lugar, acongojada con lo lúgubre  que podía ser la Mansión Erös, sobre todo cuando debía recorrer sola pasillos que parecían infinitos hasta poder llegar a una zona más “poblada”.

Cuando comienzo a caminar rápidamente para poder llegar a mi destino, debo abrazarme porque la temperatura en los pasillos que estoy tomando parece haber bajado considerablemente.

 Mis piernas se detienen y el control que debería tener sobre ellas desaparece; dejo salir un suspiro tembloroso y cierro los ojos con fuerza durante varios segundos, intentando relajarme. Sé que sucederá después, antes de mudarnos aquí esto me ocurría con bastante frecuencia, sin embargo, nunca he logrado acostumbrarme a ello, mucho menos ahora que hace días que no tenía que experimentar esto.

Intento tranquilizarme, pero el miedo comienza a apoderarse de mi cuerpo desde la punta de los dedos de mis pies hasta mi cabeza, se siente como un cosquilleo dentro de mi piel. Aprieto con fuerza los puños a mis lados e intento pensar en que sea lo que sea que quiera asustarme no puede hacerme daño, no puede tocarme; pero esos pensamientos reconfortantes se desvanecen en cuanto siento algo gélido sujetar mis tobillos, levantando un poco mi pantalón…se sienten como manos huesudas y fuertes.

Hace un rato podía escuchar el viento invernal chocar contra las ventanas de la mansión y mis pasos sobre la madera vieja bajo mis pies, ahora esos sonidos han pasado a un segundo plano, abriéndole paso a aquellas voces que si bien he escuchado con poca frecuencia durante toda mi vida, en este momento se han convertido en lo más aterrador que he escuchado. Es como si estas cosas estuvieran de verdad ahí mismo, sujetándome por los tobillos y murmurando cosas inentendibles a mis oídos mientras siento el aliento de alguien sobre mi cuello.

Estoy esperando ver a mamá en cualquier momento; sé que quizá no debería estar asustada por que después de todo es ella ¿no es cierto? Pero dudo que ver a alguien que ha muerto sea fácil para cualquiera, después de todo, pienso que muchos le tememos a lo desconocido.

Esta vez, cuando mamá aparece a unos cuantos metros delante de mí, siendo sutilmente iluminada por las velas a su lado, su presencia no es lo que me provoca escalofríos, más bien es la expresión en su rostro y la forma en la que todo su cuerpo tiembla un poco como si el frío que impregna la mansión sea tangible para ella también.



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En el texto hay: fantasia, amor, magia

Editado: 25.07.2020

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