Te he precipitado a la tierra,
te he hecho espectáculo de los reyes.
La ventaja para los Grigori y los demás ángeles que no se consideraban parte del clan, entre ellos Samael y Lilith, fue el factor sorpresa y el orgullo de Miguel. Muchos de ellos lograron bajar a la tierra a través del portal que el ángel del amor creó con ayuda de Lucifer, de eso trataba el libro que tomó de la estantería de Raziel, mientras el príncipe enviado al exilio era golpeado una y otra vez por el arcángel con el propósito de ganar tiempo para los doscientos ángeles que le seguían. No era ni un uno por ciento de los súbditos de Dios, pero era una cantidad significativa de desertores que animaron a otros indecisos a seguirlos en busca de otra rutina. Otro dios que no cometiera actos como los que ahora se llevaban a cabo: los ángeles que eran atrapados antes de ingresar en el portal eran forzados a arrodillarse mientras otro, uno de los aprendices del arcángel, tiraba de sus alas y empujaba su espalda con el pie hasta separarlas del cuerpo. Era entonces cuando los otros dos que sujetaban sus brazos los soltaban y en vez de dejarlos reposar en paz, los lanzaban al vacío sin contemplación.
Layla, que se suponía que debía estar entre los primeros, pero se quedó al no poder abandonar a Lucifer a su suerte, fue una de las víctimas.
─¡Miguel! ─gritó Lucifer con la suela de la sandalia del arcángel hincada en el pecho. El planeaba matarlo, no castigarlo─. ¡Layla está en peligro por tus propios hombres! Tienes lo que querías, ¿no? Tu deber ahora es cuidar de ella.
─No. No lo es ─siseó ejerciendo más presión sobre el sangrante pecho del ángel─. Tú hiciste que no fuera más mi responsabilidad, Lucifer. Desde el momento en el que la convenciste de ir a tu lado, dejó de serlo. ─Alzó la barbilla─. Ya no es más digna de la protección del Señor. Está a su suerte.
Lucifer negó, pero mientras lo hacían las alas más bellas del cielo eran desprendidas de su cuerpo─. No. No lo estará.
En cólera al oír su grito, Lucifer extendió las suyas propias y se deslizó por el suelo fuera del alcance de Miguel. Con esa acción el arcángel se dio cuenta de que lo que creía que estaba siendo una vitoria, no era más que una burla. Desplegó sus plumas e intentó alcanzarlos antes de que traspasaran el portal, ya que Lucifer había obtenido el cuerpo sangrante y tembloroso de Layla, pero no estuvo ni remotamente cerca por la herida que no le permitía volar a la rapidez normal de un ángel novato. El querubín era uno de los caídos que tendrían oportunidad de volar en el cielo de otro mundo mientras Miguel convenciera a su Señor de enviar tropas para su exterminio.
No descansaría hasta acabar con Lucifer, Satanás desde entonces.
«No habrá paz para mí hasta hacerlo pagar», reafirmó al ver a su mejor amigo Raphael ser lanzado por el mismo hueco al no poder pasar por alto el horror en la justicia que allí se cometía.
Lucifer había hecho que lo eligiera.
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Editado: 28.01.2019