El internado, La colmena

Capítulo 67. No lo quiero

—¿Cuánto más haremos esto Anastasia?

La joven esta sentada delante nuestro en el tronco de un árbol, se come unas almendras mientras nos observa con desinterés.

—Un rato más...

—¡Vaya respuesta!— se queja Iracema.

Las rocas están flotando en el aire, resulta que este era el ejercicio de emociones. Debemos separar nuestros sentimientos de la estabilidad emocional y controlar nuestro poder místico para que al exteriorizar lo material se mueva a nuestra voluntad.

Sí, esta es la técnica que uso Elsa aquella vez que detuvo el golpe de Gerardo en el aire, y ahora debemos aprender nosotros, en teoría no es de novatos y puedo entender porqué. Cada segundo siento como que estoy corriendo  con todas mis fuerzas para llegar a un punto, mis músculos arden y mis pulmones sienten la falta de aire.

—Descansen...

—¡Al fin!

Soltamos las piedras y estas caen una tras otra causando que el agua salpique por todas partes, Anastasia recoge sus pies para que no salpique su ropa y mira con algo de despreocupación alrededor.

—¿Tienen hambre?—pregunta y se sigue comiendo las almendras.

—Estoy para comerme una ternera entera— dice Iracema

—Igual— secundo mientras me siento en el agua.

—¡Genial! Era justo lo que quería.

—¿He?— decimos al unísono Ira y yo.

Anastasia salta del tronco y provoca que el agua nos salpique, cerramos nuestros ojos en el acto pero cuando lo volvemos a abrir una especie de luz lila nos rodea, ese había sido el circuito de Anastasia antes de empezar a entrenar.

—¿Qué diablos haces Anastasia?—pregunto algo enfurecido.

—¡Hace demasiado calor, y en verdad muero de hambre! Por favor paremos un momento —supliva Iracema.

Anastasia sigue comiendo sus botanas y rodea el domo que creo para nosotros, su sonrisa burlona me desquicia un poco.

—¿Saben que el hambre pone de mal humor a la gente?—Dice riendo—¡Oh! Ya están de mal humor, ¡Ja!

>>Y es ahora que empieza el entrenamiento... el hambre, nos pone de mal humor, porque el cuerpo pierde glucosa y se libera la hormona del estrés, resulta que es justo allí que debemos trabajar con las emociones. Mis queridos Luri e Ira, su verdadero entrenamiento acaba de comenzar.

>>Van a tener que trabajar juntos para romper este domo, y para más estando casi débiles. Buena suerte.

Anastasia gira y levanta una mano mientras se va alejando y yo no pude evitar correr hasta dar con el domo y gritarle.

—¿Nos vas a dejar solos?—!

—Tienen mucho de qué hablar— grita sin voltear—. Los espero con un gran banquete, no tarden demasiado o sus amigos se lo acabaran.

—¡Mierda, se fue!—maldice Iracema y se sienta en el riachuelo.

—¡Me joden con su estúpido entrenamiento!—me quejo golpeando la pared del domo.

Volteo y veo a Iracema mirandome con algo de intriga, sus manos están sobre su estómago y de repente se retuerce sobre él. Me da algo de pena verla así, pero luego recuerdo que anda de pegajosa con Katú y las viceras se me revuelven.

—¿Por qué me miras así? — reclama.

—¿Cómo?—pregunto encogiendome los hombros.

—Con odio...

— Solo  estoy mal humorado... no te miro con odio...

—Siento que lo haces desde hace tiempo, no solo ahora.

Un pinchazo se me hizo en la cabeza con esas palabras, se me está haciendo evidente mi comportamiento errante con ella y en verdad no quiero que sepa que me afecta a ese nivel.

—La costumbre 4 ojos...

—Ya no uso lentes desde hace un buen tiempo, por si no te has dado cuenta.

Sí, me he dado cuenta, como que también ya no trae el cabello suelto todo el tiempo, si no que se lo recoge en esa alta coleta, que se pinta los ojos y es más femenina, ¡con un demonio que me di cuenta!

—No es mi obligación estar al pendiente—Suelto con desdén.

—¡Dios estas in-so-por-ta-ble!— dice las silabas mientras se levanta — No entiendo como Yara te ve atractivo o caballeroso, eres un... desalmado y cascarrabias.

—No dijiste un antónimo de atractivo— hablo mientras bordeo con mis manos el domo—. Así que también me consideras atractivo, gracias.

En verdad no tengo idea de porqué insisto en coquetear con Iracema, siendo que está re contra colgada con Katú, pero me es inevitable, cada que puedo me sale y eso que tengo una larga lista de intereses ahora mismo.

—¡Idiota!—Se le escapa entre dientes a la chica y yo sólo sonrío.

Volteo a verla y también está bordeando el domo con mas manos.

—¡Busquemos de una buena vez cómo salir de aquí!— replica mientras sus cabellos se mueven por que agita la cabeza negando.

<<Eso no puede traerme loco, no, no puede, pero lo hace. Luriel mereces que te den una cachetada>>

—¿Te apuras para volver a los brazos de Katú?

Iracema voltea, se cruza de brazos y me observa atentamente, su entrecejo se frunció y esas pobladas cejas están casi, casi juntas, sus labios se hicieron como una bola de tan apretadas que están y aún así, furiosa, se ve tan hermosa.

—¿Cuál es tu maldito problema Luriel?

—Ninguno...—me encojo de hombros y vuelvo a darle la espalda en lo que intento arrojar una roca contra el domo usando la técnica que nos enseñó Anastasia, pero la verdad es que estoy tan exhausto que la roca apenas y rebota contra la pared invisible.

—¡Pues actuas como si lo tuvieras!

Aprieto mis labios, el hambre me está llevando a hacer y decir tonterías, o en verdad Iracema tiene razón. Odio pensar, odio tener que inspeccionar lo que tengo dentro, por eso escribo, para no sufrirlo, porque es la forma de exteriorizar mis sentimientos sin creer que son míos, sin embargo, ha pasado tanto, que no puedo hacerlo, pero tampoco es que pueda con tanto.

El miedo invade cada célula de mi cuerpo, porque a cada segundo me hago más conciente de la realidad en la que estoy.

La muerte acecha, nos visita cada que puede, y cada vez se acerca más a su objetivo. Quizás no deberia ser la carga de un joven de 15 años, sin embargo lo es, tengo sobre los hombros el bien del panal, y casi veo morir a 3 miembros una vez más.




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