¿Un corazón?
Un fuerte puñetazo contra el escritorio, fruto de las desesperación, hizo caer un marco con la fotografía de su madre y su hija, su pequeña familia, una instantánea que había sido tomada con ocasión de un cumpleaños de María. En esa imagen la niña sonreía, feliz de estar pesando para la foto abrazada de su abuela y su madre.
Recuerdo de aquel día hizo que una débil sonrisa se manifestara en Laura, una sonrisa que pronto se tocó en una expresión dura, decidida.
En ese instante, como si por fin fuera hubiese encontrado en su interior la fuerza que precisaba, Laura se lavantó y fue directamente al despacho del presidente. No vaciló un segúndo, llamó con seguridad y entró.
- Buenos días, señor Presidente - exclamó.
Si jefe, que estaba tomando café, lo invitó a sentarse y le ofreció una taza, que Laura aceptó.
- Dos terrones, ¿Verdad? - preguntó mientras quitaba la pata al azucarero.
- Hoy tres, gracias.
- ¿Y eso? ¿Necesito endulzar algo? Pregunto risueño el presidente.
Laura tardo unos segundos en responder. No sabía cómo explicarse, pensaba en su mente para dar con la mejor menera de comunicar su decisión.
- Tengo que hacer salir del estado - dijo dulcemente.
EL presidente se quedó unos instantes intrigado, con gesto interrogantey Laura, para rehuir su miraba, se puso a darle vueltas a sus botones del saco negro que tiene puesto y a observarla, como si quisiera grabar en la memoria cada detalle del logo del banco impreso en la zona blanca.
- ¿La competencia le hizo una oferta mejor que la que nosotros le hemos dado? - preguntó con gesto molesto.
-¡No, no! La verdad es que quería pedirle un traslado.
- ¿Ya se aburrió aquí? - siguió su jefe.
- Todo lo contrario, me divertí estupendamente. No se trata de mi, de mi familia. Tengo que volver a Puebla. Tengo que buscar algún donante, un corazón. Comprendo que pueda parecer extraño y raro, pero... ¡Es así!
- ¿Un corazón? - pregunta el presidente muy sorprendido.
- Necesito un corazón para mi hija! ¡Lo necesito con urgencia ¡por eso quería que me destinará a una de nuestras...
En ese preciso instante sonó el teléfono. El presidente levantó el móvil y su secretaria le aviso de que la reunión estaba a punto de empezar y que lo estaban esperando.
- Lo siento - se disculpo el hombre - me temo que tendremos que continuar esta conversación más tarde. Aunque no he comprendido bien el problema, tengo la impresión de que se trata de algo, muy serio y peligroso, y le pido que me considere en su disposición.
- Muchas gracias, se lo agradezco infinitamente - respondió Laura, ella estrecho la mano del presidente.
Unas horas después descubriría que aquella era la luz de una esperanza que, en la oscuridad de la impotencia y de la angustia, Laura había temido perder.