El primer rodaje duró diez horas y realmente no sentí más aburrimiento y resentimiento, nunca más en mi vida. Al parecer, tampoco Aldana, que parecía sufrir en las entrevistas. Era curioso cómo las chicas con una personalidad que presentaba un interés no eran eso que llamaban "en pantalla", mientras que las otras que sólo se reían eran las que los productores querían en el juego. Al menos Aldana puso objeciones, lo que me sorprendió de forma positiva, ya que parecía que le atraía más la personalidad que el aspecto. Por supuesto, puede que sólo quisiera engañar a la gente, eso no lo sabía con certeza, mostrando una imagen de una persona bien sofisticada.
Sonreí cuando vi a la bonita chica a la que había ayudado antes, tomando asiento en la silla frente a él, lista para su entrevista. A primera vista, me di cuenta de que hacían buena pareja. Tenían los mismos colores, los mismos ojos brillantes. Aldana se interesó por ella de inmediato, sobre todo por su actitud y la forma en que respondió a sus preguntas. Estaba absolutamente segura de que la elegiría a ella y de que era la que tenía más posibilidades de ganar. Me reí porque me estaba interesando por el juego, como si fuera cosa mía, y miré mi reloj. Eran las ocho de la noche. Lo bueno era que, al terminar el rodaje tendríamos dos días libres, porque ese horario todos los días no lo aguantaría. Lo malo fue que esos dos días los tenía que pasar con Aldana.
Eran las diez de la noche cuando por fin nos dieron la luz verde para salir. Él corrió a su camarín para cambiarse, mientras las chicas debían ser llevadas a un hotel. Le quité a Esther la agenda de los próximos días y la miré con rabia por el secreto que había guardado.
― Lo siento, pero tenía que hacerlo ―, se disculpó, y me dio un beso en la mejilla. ― No se maten estos dos días. Recuerda que si le pasa algo perderé mi trabajo, al igual que tú perderás el tuyo, y no quieres eso, ¿verdad? ― continuó inocentemente.
― Chantajista ―, respondí, y me fui al camarín de Aldana, ya que íbamos a salir juntos hacia el hotel.
Abrí la puerta sin llamar y me quedé helada cuando le pillé abrochándose los pantalones. Volvió su tonificada espalda hacia mí e inconscientemente lo admiré, ya que mi mente estaba desincronizada con mi cuerpo y las órdenes que me enviaba para que dejara de mirarlo caían en el vacío.
― Estoy listo, ¿nos vamos ya? ― preguntó, poniendo por fin mi mente y mi cuerpo, en marcha.
― Sí, por supuesto. Lo has hecho bien hoy ―, intenté animarle, pero él se limitó a mirarme inexpresivo. Recogió sus cosas y pasó por delante de mí actuando como si yo tuviera la culpa de toda la desgracia que le había ocurrido. Corrí tras él, segura de que lo íbamos a pasar mal juntos, pero ya era demasiado tarde para que ambos nos echáramos atrás.
Lo que me pregunté cuando subimos al coche de producción que nos llevaría al hotel fue si Aldana sabía realmente quién era yo. Me había visto en la editorial, pero ¿tenía la menor idea de quién era yo y de lo que había sufrido por culpa de él? Aparentemente no, para él yo podría haber sido una presencia cualquiera en su vida. No es que me importara, sólo quería que supiera que él era la fuente de mi mal humor a diario. Me acomodé a su lado y me dirigió una mirada, más bien desaprobatoria, ya que hubiera preferido que me sentara frente a él, lo más lejos posible.
― Quiero disculparme por lo del café ―, decidí hablar para romper el hielo.
― No dejes que se repita. Tengo problema ―, fue su fría respuesta.
― Tomé nota de ello ―, le aseguré.
Silencio. Se quedó mirando por la ventanilla y yo me mordí el labio nerviosamente para no abrir la puerta y saltar del coche. Afortunadamente, sentí que se detuvo muy pronto. No pasaron ni cinco minutos antes de que saliéramos del estudio. Miré por la ventana y me di cuenta de que no habíamos ido a un hotel.
― Disculpa, ¿está seguro de que es aquí donde tiene que parar? ― le pregunté al conductor.
― Sí, le han alquilado un apartamento aquí, para que puedan estar cerca del estudio. Encontraréis un coche en el garaje para transportaros ―, nos informó, e inmediatamente se dirigió a mí para entregarme un llavero con tres llaves. Una era para el coche y las otras dos para el edificio y el apartamento. ― Tomarán el ascensor hasta el cuarto piso. Es todo suyo.
Salimos del coche con la misma expresión de desconcierto, pero al mismo tiempo con una intensa curiosidad por saber dónde nos quedaríamos. Nos despedimos del conductor y entramos inmediatamente en el edificio de apartamentos sin perder tiempo. Mantuvimos la distancia mientras subíamos a nuestro piso. Mi principal preocupación en este momento era dormir. No había traído nada de ropa y eso era particularmente molesto, así que empecé a hacer un pequeño programa en mi mente para el día siguiente.
― Voy a recoger la ropa de mi casa mañana por la mañana. Si quieres, puedo llevar tus cosas también...
― De ninguna manera vas a ir a mi casa sola ―, me interrumpió antes de que pudiera decir otra palabra. Parecía sorprendido de que yo sugiriera algo así. ― Iré contigo.
― No sé si podemos andar por ahí...
― Llevaré capucha y gafas ―, me interrumpió de nuevo. No iba a salir con la mía así que, en lugar de discutir con él, decidí darle la razón.
― Nos iremos sobre las diez, para poder dormir un poco, ¿está bien?
― Sí, muchas gracias ―, dijo sin mirarme y al momento siguiente salió del ascensor. Actuaba de forma extraña, pero no le presté más atención. Desbloqueé la puerta de nuestro apartamento y, nada más abrirla, tanteé la pared en busca del interruptor. La luz inundó la habitación que teníamos delante, que era una gran sala de estar, con un enorme balcón. También estaba el comedor, que estaba lleno de comida que había traído la producción. Fui inmediatamente porque mi estómago reaccionó al verla. Empecé a comer como si no hubiera comido en años, olvidando que no estaba sola. Volví a acordarme de él cuando oí encender la televisión. Se sentó en el sofá y pasó por los canales hasta que encontró uno internacional que mostraba las noticias las veinticuatro horas del día.