La vida puede poner las cosas patas arriba cuando menos te lo esperas, pero tiene una forma de darte el momento en que estás a punto de rendirte definitivamente. Eso es lo que sentí cuando la conocí. No cuando la vi por primera vez, sino cuando la conocí. En el momento en que abrí la puerta del camerino donde me habían dado y vi su cara, supe que el universo se había apiadado de mí por una vez y me había enviado felicidad. Sí, no tenía ni idea de si ella podría llegar a sentir lo mismo que yo y entre nosotros ahora, hice todo lo posible para que no le gustara, pero aquí estaba de nuevo teniendo suerte. Porque esta maravillosa criatura me amaba. Para bien o para mal... especialmente con mis defectos, que son muchos. No le importan los momentos en los que me derrumbo mentalmente, ni siquiera intenta convencerme de que todo irá bien, simplemente se sienta a mi lado y me abraza en silencio hasta que vuelvo a sentirme bien. No le molestan mis lloriqueos, al contrario, se ríe como una niña cuando me dan ataques de lloriqueo por todo, hasta que yo también estallo en carcajadas. Ella es mi fuerza. Él es mi sol. Y me siento terriblemente afortunado de que me haya querido tanto como yo a ella. Y, créeme, nunca he querido tanto a otro ser humano.
― ¿Me estás escuchando? ― me grita. Lleva media hora hablando sin cesar, pero no he oído ni la mitad porque estoy mirando su hermoso rostro y sus expresiones que siempre revelan cada una de sus emociones, por mucho que intente ocultarlas a los que la rodean.
― No ―, respondo con sinceridad y ella se ríe ofendida.
― El típico Manuel. No te interesa el tema e inmediatamente, te quedas sordo ―, me acusa y toma un sorbo de su café.
Una gota se queda en sus labios y no puedo evitar besarlos para saborearlos. Se sorprende porque estamos fuera, entre la gente, no en un lugar nuestro, y sabe que rara vez me expreso. Después de mi confesión erótica, ante millones de espectadores, nuestras salidas eran escasas porque siempre acabábamos evitando a los reporteros y fotógrafos. No nos atrevíamos a ir a ningún evento juntos sin prepararnos psicológicamente para la muchedumbre, como la llamábamos, lo que nos cansaba durante un tiempo. Así que dejamos de salir. Y, por supuesto, los artículos sobre cómo rompimos y cada uno siguió su camino iban y venían y siempre nos reíamos leyéndolos. Por suerte, llegó un momento en que otra persona captó su interés y podía, seis meses después, besar a mi novia sin ningún reparo.
Nuestros labios se separan y ella sonríe dulcemente, olvidando que hace un momento estaba enfadada conmigo.
― ¿Te quiero mucho, lo sabes? ― le digo y me doy cuenta de que no se lo cree, se vuelve a sorprender y me mira con los ojos muy abiertos. ― ¿Por qué te comportas así? ¿No es la primera vez que te lo digo?
― Lo sé, pero cada vez parece la primera vez que lo escucho.
― Lo digo en serio...
― Yo también te quiero, aunque no oigas lo que digo ―, responde con un profundo suspiro.
Me río suavemente y le acaricio el pelo. ― Estoy de acuerdo con lo que has dicho antes ―, comento mientras deseo con todas mis fuerzas acercarla y hacerla mía en el acto. Nunca he deseado tanto a una mujer.
― Sólo lo dices para librarte de mí ―, se queja como una niña.
― Sí, pero casi siempre tienes razón, así que estoy de acuerdo con todo lo que has dicho.
Se ríe y me abraza con fuerza, como si quisiera pegar los últimos trozos rotos de mí. Yo también la rodeo con mis brazos y le beso la sien. Cierro los ojos para disfrutar de su abrazo y me decepciona cuando me suelta lentamente.
― Tengo que irme. Tengo una cita para una entrevista de trabajo ―, me informa.
― ¿De verdad, ¿dónde?
― En una nueva editorial. Buscan a una persona que tenga relación con ese sector para que lea las propuestas de libros y ayude con la promoción, etc. Creo que me gustaría mucho ese trabajo.
― Parece interesante. ¿Y es una nueva editorial, dijiste?
― Sí, todavía no ha empezado, pero me han dicho que ya han firmado con dos grandes nombres. No mencionaron cuáles, pero la persona con la que hablé parecía saber lo que hacía.
― ¿Cómo conseguiste el trabajo?
― Es conocido de Agatha. Dice que confía en él con los ojos cerrados, así que deséame suerte porque realmente necesito este trabajo.
Le doy un beso y sonrío. ― Algo me dice que tienes el trabajo en el bolsillo ―, le digo y me alegro de que se vaya optimista por lo mucho que creo en ella.
También recojo mis cosas rápidamente porque tengo una cita importante en unas horas. Llego bastante antes, aunque he tenido que conducir por las calles de la ciudad, lo que significa que tengo tiempo para prepararme. Hace seis meses recibí una gran suma de dinero del juego y otra igualmente grande de la venta de los derechos de dos de mis libros para convertirlos en series de televisión. Lo primero que hice fue arreglar la casa para que mi madre pudiera mudarse. El segundo era un sueño que tenía desde hace tiempo, pero no me atrevía a dar el último paso porque no estaba del todo seguro de poder lograr algo importante. Fue para crear mi propia editorial. Eso es lo que siempre he querido y se me ha dado la oportunidad de hacer realidad ese sueño. No le conté nada a nadie porque quería asegurarme de que todo iba a salir como yo quería, pero ahora estaba preparado para compartir esta aventura con Amalia y pedirle que me ayudara a abrirme camino en la industria. Sé que tiene mucho que ofrecer a la industria editorial, no sólo como escritora, sino como colaboradora.
Ordeno un poco el espacio, nervioso realmente, y miro mi reloj. Estará aquí en cinco minutos. Le envío un mensaje a Agatha para agradecerle su ayuda y me pregunta qué he preparado finalmente, porque ella tampoco conoce los detalles. ¡Pronto lo sabrás! respondo y miro a mi alrededor. Todo el piso es mío durante un año. Mi despacho no tiene puerta, así que puedo estar en contacto permanente con los socios que Amalia y yo elegimos. Justo debajo, en el sótano, hay una imprenta con la que he llegado a un acuerdo impresionante para los libros que imprimiremos ocasionalmente. Todo está alineado y sólo falta que Amalia diga el gran sí.