El Juego del Tiempo - Leyendas de Verano e Invierno 1

24. Aleidón I

El favor que otorga el agua

Corrían todos los magos, frente a nosotros estaba un ser nada agradable, le seguían piratas y seres de todo Escorpio, además se encontraban varios de los que alguna vez habíamos rechazado en la orden, lo seguían sin importar a dónde llegarían.

Orion se defendía como el magnífico mago que era, no dejaba que un hechizo rival lo alcanzara.

Lacus —decía repetidas veces y aparecía a la espalda de sus rivales y los hechizaba.

Mild también luchaba arduamente, el ojo de su muñeca me hacía recordar lo especial que ella era para mí y para la orden, levanté mi brazo y observé la pequeña porción de tierra que estaba grabada en mi antebrazo, brillaba de un hermoso verde.

Un brujo apareció al frente de mí y con solo pensar en que la tierra se lo tragara, ocurría y desapareció. Me acerqué a Orion para ayudarlo y pronto los dos combatíamos contra los brujos que en principal objetivo querían al más grandioso mago. Mild de cabellos rubios y bellos ojos color miel se nos unió, los demás magos caían uno a uno.

Entonces una fuerza de viento descomunal nos embistió a los tres.

—¡Terra se nuestro sostén! —grité al aire y varios pilares de tierra se elevaron y nos aferraron al suelo.

Nos levantamos y al frente nuestro estaba un anciano, el que llamábamos primer brujo, sus ojos eran de un color completamente blanco por la ceguera, un mechón de pelo único le caía como fleco en la frente y sus arrugas estaban en su mayoría estirada por lo fornido que era.

—Orion —dijo el hombre— Cosmos desea tu cabeza y la tendrá.

Levantó el brazo y la fuerza huracanada me obligó a Mild y a mí a volar, la miré a los ojos mientras nuestro maestro desaparecía de nuestra vista y la tomé de las manos, estas se desprendieron cuando caímos contra el mar.

***

Mis ojos se abrieron y no ardieron al contacto con el agua, mi nariz no respiraba, pero no me ahogaba, giré mi cabeza en busca de mi báculo de metal y no lo veía por ninguna parte.

¿No acababa de caer?

Finalmente lo encontré, debajo de una gruesa capa de arena y lo levanté. Observé su recubrimiento, antes era de un hermoso blanco, ahora se encontraba oxidado y del color de los poderes de maestría que dominaba. Como la tierra.

Incessus —pronuncié y fue allí cuando sentí que todo volvía a su verdadero curso.

Mi corazón empezó a bombear con mucha fuerza, a mis pulmones entraba el agua como un torrente interminable y cuando termine en la arena empecé a votarla por la nariz y boca. Ardía.

Rebusqué en mis bolsillos y no encontré nada más que agua, hasta que tosí otra vez y escupí dos monedas de un color turquesa y dorado; llenas de un poco de sangre de mi garganta.

—Maldita sea —dije en voz baja, levanté el brazo y limpié con la manga la sangre de mi boca, entonces me puse de mi.

Quizás muy rápido, no lo sé, pero un mareo empezó a atontarme acompañado de manchas de color negro, entonces caí nuevamente de rodillas al suelo y vi escrito en la arena.

Guía.

Apreté los ojos con fuerza y al abrirlos toda señal de malestar había desaparecido, entonces pensé en el sueño.

¿De qué trataba todo aquello? Muerte, guerras, aquella chica y el brujo calvo. Todo parecía tan real y tan falso como lo que representaba ser un mago, yo no era un mago.

Me puse de pie y un recuerdo invadió mi cabeza nuevamente.

***

Me estaba observando en un espejo, llevaba puesto un majestuoso atuendo de gala y detrás mío venía una mujer. Se trataba de Mild, la que había observado en el sueño.

—Aleidón —dijo y la miré con una sonrisa acomodándome el moño que traía en el cuello de la corbata.

—Estás preparada —le dije girando con una sonrisa, a lo que ella sonrió— has avanzado muy rápido en la Orden de Magos, cuando te encontramos en esa aldea jamás hubiésemos imaginado que serías tan grandiosa mago.

—Que caballero —dijo y me rodeó el cuello con los brazos, sentí un fastidio en la entrepierna al sentir su tacto, quiso besarme pero me rehusé.

—Todavía no, abajo puede ser.

***

Estaba tendido en la arena sucia del lugar, nuevamente. El recuerdo de la muchacha generaba en mí una extraña confusión.

—Soy Aleidón —dije casi en un sollozo para convencerme de tener un nombre.

«¿Pero dónde mierda estoy? ¿Acaso podía ser un mago?». Era imposible, eso era un sueño.

Eres más que un mago —escuché de una voz lejana y femenina.

Aquello explicaría por qué lo primero que busque fue el báculo de metal, y la palabra que pronuncie. «Incessus». Qué significaba aquello. Solo lo dije como instinto.

Anduve en silencio un momento por la arena, los pies descalzos se cortaban con algún residuo de sal y se quemaban por el incansable sol. Traté de recordar de dónde venía, pero solo imágenes y palabras borrosas acudían a mi cabeza, Centraria, Axe, Draegan, Mild, Orion, caballeros, códigos.




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