El Juego del Tiempo - Leyendas de Verano e Invierno 1

30. Jor XII

Tiempo: pasado y presente

Me senté en la empinada colina y observé el camino que conducía a la ciudad que no podía ser otra más que Elevened. Por este se movilizaban elfos de toda clase, pero un par en específico llamó mi atención.

Vestían una indumentaria que no era propia para el clima caluroso que atosigaba aquella etapa del año, pues era un atuendo completamente cerrado con únicamente dos orificios para los ojos.

Se trataba de una coraza delgada de tiras de cuero negras, salvo que estas estaban desteñidas, tiras que se encontraban unidad las uñas a las otras por hilos delgados, el vestuario de pegaba al cuerpo y ceñía las fornidas formas de los dos seres, que bien podrían ser elfos u hombres.

Llevaban también una capa del mismo color, que se extendía hasta una capucha que cubría el cabello, también del cuello se abría paso una máscara que cubría toda la cara excepto los ojos y dejaba dos espacios para las fosas nasales.

Las figuras lograron impacientarme, como si se trataran de algún peligro que mi cuerpo rechazase, pero me negaba a creer aquello. Se sentiría algo similar como cuando mi yo del futuro sintió al Hombre de la Maza.

No estaba seguro, y aquel sueño o pesadilla había inquietado más a mi ser, debía de tomarlo como realidad o una visión de un futuro lejano, daba igual, porque algo que estaba seguro era de la existencia del Hombre de la Maza y su constante hablar de los miedos.

Me recosté en la hierba esperando no soñar nada, pero aquello a esas alturas era imposible.

***

—Puedes ver el pasado, presente y futuro, Jor —escuché la voz de Protectaria cuando todo se tornó oscuro.

Pronto un lugar que yo reconocía apareció frente a mis ojos, estaba en una habitación tenuemente iluminada por dos candelabros pequeños en dos esquinas de la habitación.

Esta era de madera y en medio había una cuna donde descansaba un infante guriano de una edad aproximada de tres años, estaba un tanto intranquilo y miraba su pequeña araña de juguetes con mucha inquietud, entonces entró un guriano que bordeaba los treinta años. Mi padrastro Jod.

—Yo lo hago dormir, Jer —dijo el guriano acercándose hacia mi yo del pasado, lo miró con dulzura y el pequeño se agitó— hey, está bien —acarició los piececitos del infante, que rió— te cantaré una canción, ¿te parece Jor?

El bebé asintió.

Pequeño Guardián —empezó con la nana.
Es hora de la siesta,
Pequeño Guardián, duérmete ya.

Pequeño Guardián,
La sopa ya digieres,
Pequeño Guardián, duérmete ya.

Pequeño Guardián,
No luches contar el sueño —mi yo del pasado empezaba a cerrar los ojos.
Pequeño Guardián, duérmete ya.

Pequeño Guardián,
Mañana será un gran día —la voz de él se volvía quebradiza y una lagrima brotó de su rostro después de que me durmiera tras esa frase.
Pequeño Guardián, duérmete ya.

Pequeño Guardián —siguió cantando, a pesar de que ya estaba dormido.
La vida no da segundas,
Mi misión he de cumplir y tú no estás en ella,
Pequeño Guardián, duérmete ya.

Pequeño Guardián,
Estoy apenado, 
De que tengas que merecer este final,
Pequeño Guardián —dijo susurrando una parte de la canción que nunca había escuchado, después de miles de noches de haber dormido con ella.
Pequeño Guardián, oh Pequeño Guardián —empezó a llorar y apretó la mandíbula— muérete ya. 

Trate de ir hacia él, golpearlo o maldecirlo, pero al hacerlo simplemente lo atravesé, Jod cayó de rodillas en el suelo y empezó a llorar, las respiraciones del infante guriano cesaron y mi madre entró en la habitación, inmediatamente mi padrastro limpió sus lágrimas y se levantó con el semblante serio.

—¿Qué sucedió, Jod? —preguntó la guriana.

—Nada cariño —le dio un abrazo '— el bebé descansa.

Al pisar el marco de la puerta el infante abrió los ojos repentinamente, un poco agitado y triste, fruncía su pequeño ceño en dirección de su padrastro que gesticuló la palabra "Duerme" sin decirla.

El infante asintió y se dispuso a dormir mientras todo nuevamente tomaba un color completamente negro.

***

Me levanté agitado, triste, con necesarias ganas de golpear a mi pasado, pero únicamente dejé escapar una lágrima de consuelo. «Te consideraba mi padre». Abrí los ojos y noté que la noche todavía se alzaba.

—Hola guriano —dijo una voz masculina que hablaba desde delante, no sabía quién.




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