El Juego del Tiempo - Leyendas de Verano e Invierno 1

48. Eris III

El bosque de la magia

—¿Un hechicero? —preguntó Jeremy— ¿Estás jugando con nosotros?

—La Reina me persigue por eso.

—Pensaba que los hechiceros estaban aceptados en El Reino de Sangre.

—Me pidió que unificará los anillos que traes tú, me rehusé por el peligro de aquello en sus manos y se lo dije en su cara. Usualmente a la gente no le agrada que le digan la verdad y ahora me persigue aquello.

—¿Cómo sabías que poseía los anillos? —miré a Anys— ¿Cómo este mocoso lo sabía?

—Al igual que los magos, tenemos una gran aptitud de entrar en la mente de las personas, ver los deseos de estas, sus inquietudes y sus pensamientos. Conocerte a través de la mirada. Y tú te preocupas por tu madre.

—No quiero que entres más a mi mente. No me sentiría segura aquí si lo haces.

—Sin un contacto visual es imposible —dijo y rápidamente me coloqué una capucha, causando que el más pequeño ría.

—Igual lo sabemos todo —dijo Anys, recibiendo un codazo de Helkster. Ahora Jeremy reía.

—Ustedes parecen buenas personas —dijo finalmente el anciano y a diferencia de Rea, para ti cumpliré su favor, además no hay nada mejor que pueda hacer estando tan cerca de la frontera con Bosk— pero necesitaremos ir a la Forja del Águila en Heldimir, donde fue dividido el anillo original. Antes llamada la Forja del Ave de Fuego.

—¿Y donde queda?

—En Heldimir, Eris. El Reino Púrpura. Pero ahora —dijo al ver que le quería decir algo a Aegis— tienen que descansar.

Jeremy se recostó en el pasto y Helkster también, mientras me cedía sus mantas, la tienda era extrañamente cálida y no tardé en quedarme dormida.

***

La tierra temblaba de una manera que no era normal, por encima de mí volaba un enorme reptil rojo y rugía asustando a todos los elfos de mi pueblo, mi madre salió de la casa despavorida mientras gritaba mi nombre.

—¡Eris! ¡Eris! ¡Dónde estás!

—¡Mamá! —corrí hacia ella— ¡Aquí estoy! —quise abrazarla, pero me atravesó como si no existiera, entonces un pilar de la cuidad que se encontraba cerca se derrumbó por el movimiento, partes encima de casas y otras encima de elfos, una de ellos, mi madre.

Grité de impotencia mientras lágrimas discurrían por mi rostro y caía de rodillas, la gente paró para verme, incluso el dragón, que ahora era montado por un enorme gigante pertrechado en una armadura negra y con una enorme masa.

—Tus miedos se hicieron realidad —dijo con una voz muy gruesa, mientras yo lloraba arrodillada en el suelo— y yo ya llegue a este mundo y no hay nada que me vaya a detener. Y tus miedos, si, tus miedos me servirán para nutrirme en ese mundo, para crecer y para destruir a aquellos que se me opusieron.

—A ti no te tengo miedo —dije incorporándome, tratando de sonar valiente, pero aquello erizaba mis bellos aunque yo no lo deseara.

—Bien sabes que es mentira —dijo y dándole una palmada al dragón, escupió fuego que hizo que muriera.

***

Y me levanté sudorosa en medio de la madrugada, salí de la tienda y anduve un rato en silencio, fui donde Tormenta, que recostado dormía en el pasto mientras caía una ligera nevada y mirando al bosque algo me llamó a ir hacia allá.

—Tormenta —dije susurrando— Tormenta —el caballo se despertó y se paró apenas me vio, entonces alguien tomó mi hombro.

—A dónde irás, Eris —dijo Helkster— espero que no planees abandonarnos cuando eres la única con caballo.

—Quería ir un momento al bosque, lo tenemos muy cerca y siento que algo me llama a ir.

—Yo también lo siento —dijo y olvidando todo lo que me había dicho lo miré a los ojos y como si lo hubieran golpeado apartó la mirada— pesadillas. Es un mal augurio.

—Dicen que son traumas, bien podría ser por haber perdido a mi madre y por ver un dragón pero...

—El gigante de fuego, jamás lo habías visto.

—Exacto, no encaja en ningún trauma, en ningún recuerdo. En nada.

—Creo que puedo ir contigo al bosque, Eris —dijo— necesitarás liberar tu mente un momento.

Tomé las riendas de Tormenta y el anciano subió a la parte trasera del animal, agité los correajes y en poco tiempo estuvimos dentro del bosque, donde se respiraba un agradable aroma de paz. «Tan cerca de casa y a la vez tan diferente». Era como vivir un sueño.

Muchos tulipanes crecían en aquella parte del bosque, algunos amarillos, naranjas, otros violetas y en minoría rojos, otorgándole al lugar un olor dulzón que en la madrugada era fascinante.

Los árboles se agitaban con el viento que traía la nevada y a pesar de ellos el ambiente que sentía yo era cálido, y anda vez que nos acercábamos al centro del bosque, lo era más.

Y allí donde todo parecía más fantástico vimos como de lejos se alzaba un inmenso árbol.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.