El Juego del Tiempo - Leyendas de Verano e Invierno 1

54. Eris IV

Fue un buen compañero

El camino fue en su mayoría silencioso, Jeremy y Anys dormía la mayor parte de él y cuando yo cedía al sueño Helkster guiaba a los animales con magia para también descansar.

El bosque paulatinamente iba aminorando su vegetación hasta que solo quedaron arbustos que no llegaban ni a la mitad de nuestras piernas y qué decir de los animales. Y frente a nosotros como si muy poco tiempo hubiera pasado teníamos de frente a las imponentes montañas de la cordillera de los enanos.

—Se ve mejor que en los libros —dijo Anys rompiendo nuestro asombro.

—En los libros siempre se ve más pequeño —dijo Helkster yendo por delante de nosotros y retomando la marcha— aquí es majestuoso.

Jeremy roncaba.

—¿Quiénes son ellos? —pregunté al ver a tres hombres siendo trasladados por otros más pequeños.

Uno de cabello rojo como el fuego se veía decaído, cansado y débil. Su nariz era recta y sus rasgos definidos lo hacían parecer más como una calavera, los ojos amarillos lo hacían parecer una fiera y nos miraba expectante. El segundo que vi solo estaba de espaldas al camino, de cabello rubio, delgado y alto. El tercero más fornido, cabello largo y oscuro amarrado en una media cola que caía por su espalda.

—No lo sé —respondió Helkster— pero al igual que tú no me dan buena espina y si los Enanos Morados se los llevan escoltados, deben de ser importantes o peligrosos.

—O ambos —reconoció Anys y recién allí Jeremy se levantó.

—¿Qué haremos? —preguntó Jeremy preocupado, con unas legañas en el ojo y posiblemente sin saber de lo que hablábamos.

—Seguir avanzando —respondió Helkster y le dio rienda a su venado para que siguiera avanzando con los individuos delante de nosotros hasta llegar a la mitad del camino en las montañas— Urión trabaja en las minas, le llaman el aprendiz —nos comentó el hechicero— el tiene relación directa con Ulfr, que siempre está en la cima de la torre, allí donde se encuentra la forja.

—Todavía no entiendo porque nos ayudas.

—Toda acción tiene consecuencias, muchacha —me miró a los ojos y luego a Anys— si hago el bien ahora, se me devolverá más tarde. Los Bahut los entienden muy bien, además toda historia tiene un fin y he visto mi trascendental misión por mi primo, ayudar al elegido.

—De que habla, maestro.

—Lo comprenderás cuando seas más grande, pequeño Anys. Y tu Eris cuidarás de todos.

Asentí sin saber lo que aquello significaba y finalmente desmonté del caballo y ayudé a Jeremy a bajar. Helkster hizo lo mismo con Anys y desencantó al venado que corrió al bosque.

—Supongo que será un adiós, Tormenta —desenrollé un pequeño pergamino que decía el nombre del animal, escrito con puño y letra de mi padre, lo colgué en la silla del animal y me aseguré de que no se soltara antes de golpearle en el trasero para que vaya al bosque. Miré al frente donde se detenían los guardias a dejar sus monturas.

Me agaché y caminé en sigilo hacia ellos, aunque era de día y serviría de nada, los demás me siguieron no muy de cerca mientras observaba a los hombres una vez más, el enano que los guiaba me miró y frunció el ceño para luego ignorarnos completamente y seguir con su camino.

Los enanos se marcharon con los prisioneros y me puse de pie, justo en ese momento el hechicero tomó la delantera y nos guió hasta la puerta de la forja. Una construcción hecha en la montaña, como si se encontrara incrustada se alzaba una fortaleza de piedra hasta por encima de las montañas y allí en su piso más alto se encontraba tallada un ave, que sería tan tranquilamente el águila, se notaba a leguas que debajo de esta estaba la forja y en ella trabajando un enano, que se retiró e ingresó a la torre segundos después.

—Hay que apresurarnos —dijo Helkster y avanzó a paso ligero pese a su edad hasta la entrada donde dos guardias vestidos de morado nos miraron desde abajo. El hechicero no mucho más alto que ellos habló nuevamente— buscamos a Urión, el aprendiz.

—Sí se encuentra. Pero está un poco molesto con su padre y no desea recibir visitas.

—Dile que es El Hechicero Negro —sonrió y el enano bufó antes de entrar a la forja, el segundo nos vigiló unos minutos hasta que otro enano sumado al guardia salieron por la puerta.

—Qué te trae por aquí, Helkster de la Orden Negra —dijo el enano con una gran sonrisa, la nariz al salir de la torre se le puso roja, al igual que sus mejillas. Finalmente abrazó al hechicero.

—Necesitamos subir a la forja y un amigo me informó de tu problema con las chispas.

—Pasen, pasen —invitó el enano y en los grandes pasillos este siguió hablando con Helkster —tu padre fue el primero en sentir las chispas, pero poco después fue desterrado. Nos quería avisar que los metales salían muy cargados últimamente y ahora mucho más, nuestras enfermerías están llenas de enanos con quemaduras. ¡Nos estamos quedando sin mineros, Helkster! Y por otra parte no creo que mi padre los deje entrar a la forja —miró mi cabello y después a los otros dos chicos. Sonrió al ver a Anys— trajo a tres sujetos muy peligrosos, mataron a más de una veintena de enanos.




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