El legado 2: Tinieblas

03.Tocada y hundida

LANDON


Abrí los ojos, encontrándome con la terrorífica oscuridad de la celda, la cual me hizo recordar que no me hallaba en casa. Esto era una pesadilla.

Intenté volver a dormirme, no obstante fue en vano, me era imposible relajarme en aquel incómodo colchón y en aquel asqueroso lugar.

Por inercia llevé mi mirada a la celda de enfrente, más grande que esta y más decorada, como si alguien hubiese estado viviendo allí. Natalie se encontraba sentada en el suelo, aferrada a sus rodillas con los ojos fijos en el suelo. Su rostro reflejaba una constante preocupación que no me agradó nada.

Me levanté del colchón con cuidado de no darme un cabezazo con la litera de arriba y me acerqué a los barrotes, como si de aquella forma también me acercase a ella.

—Hey —susurré, intentando no despertar a los demás—. ¿Va todo bien?

Natalie no respondió, y no sé si fue porque no me escuchó o porque prefirió no hablar. Suspiré.

—No has vuelto a hablar desde lo de antes —hablé, alzando un poco más mi tono de voz para que me escuchara mejor—. ¿Te ha hecho daño?

Su mirada no se alzó hacia mí y pensé que evidentemente no iba a hablar conmigo, pero entonces respondió en un ronco susurro, como si su voz estuviese rota.

—Ese no es el problema.

—¿Y cuál es?

—El problema es todo esto, Landon —sus ojos hicieron contacto con los míos—. No debisteis haber venido.

Que estéis aquí sólo complica las cosas, tanto para vosotros como para mí.

—No quisimos hacer eso.

—Lo sé —musitó—. Lo peor es eso, que a pesar de que os apuñalé como una cobarde vosotros vinisteis a buscarme.

Curvé una de mis comisuras. Su indignación hacia lo que había hecho me pareció hasta graciosa. ¿Eso me hacía estar loco? Tal vez, pero no podía enfadarme con ella. Natalie era tan....ella misma. Tan real.

—El que nos animó fue Nolan, debiste verlo.

Sonrió con desdén, negando con la cabeza, cosa que me hizo estrechar mis ojos en su dirección y analizarla con detenimiento. Nadie había vuelto a hablar con ella del tema, así que aproveché la situación.

—Entonces es verdad, tú eres la hermana de Nolan.

Natalie apretó los labios y asintió a regañadientes, como si no se sintiese orgullosa de ello.

—Es raro, quiero decir, has estado a su lado todo este tiempo y ni siquiera nadie lo sabía.

—Yo no debía ser su hermana.

—Pero lo eres —agregué—. No entiendo qué hay de malo.

—¿No lo entiendes? —inquirió—. ¡Es lo peor que me podría haber pasado!

Su exclamación hizo que Reese se despertara soltando un gruñido.

—Callaos.

Bufé, evitando darle bola a Reese, pues estaba de lo más insoportable, así que volví a centrar toda mi atención en Natalie.

—¿Por qué es lo peor? —cuestioné—. Yo no veo nada malo en que tú seas su hermana, es más, creo que es un regalo que sea así.

 

(...)

 


NOLAN

Natalie soltó un pesado suspiro.

—¿Cómo voy a mirarlo a los ojos ahora, Landon? Si antes ya me costaba ahora no podré ni siquiera alzar la mirada.

Apreté mis labios, entre dolido y furioso. Me había despertado y no había podido volver a dormirme al ver que Nat y Landon estaban hablando sobre todo lo que estaba pasando.

Mi cabeza era un constante caos, no sabía qué hacer ni en qué pensar. No sólo acababa de descubrir que evidentemente mi hermana seguía viva, sino que Natalie había sido ella todo este tiempo. Ese dato me había dejado en un extraño estado de shock que no mejoró cuando comencé a pensar en todo lo que había tenido que pasar con aquella despiadada mujer.

Elaine había sido la que la había apartado de mis brazos con brusquedad, la que le había borrado cualquier recuerdo de su infancia y la que por lo que supuse, había hecho de su vida un infierno. Así que no sabía cómo sentirme exactamente. Quería salir de esa maldita celda y abrazar a Nat con todas mis fuerzas, pero al mismo tiempo quería gritar, y hacer saber a todo el mundo lo furioso que estaba con el hecho de que mi hermana me hubiese sido arrebatada.

—Creo que le estás dando una importancia que no se merece a todo esto.

—No lo creo —respondió ella chasqueando la lengua—. Nolan seguramente se esperaba a otra persona. No lo sé, quizá a una chica amable y buena, risueña y graciosa. A alguien normal, cuyo único crimen hubiese sido romper un costoso jarrón, pero no a mí. Él no esperaba que su hermana fuese un maldito monstruo.

—Tú no eres un monstruo.

—Tú no sabes lo que soy —farfulló ella, fastidiada.

—Pues claro que lo sé. Eres una magnífica chica que no duda ni dos segundos cuando se trata en ayudar a alguien. Eres empática, sabes leer a la gente y sabes exactamente qué decir para hacerles sentir mejor. Eres graciosa y risueña. También eres inteligente, valiente, amable...

—Para —pidió ella—. Para por favor. Esa es Nora, no yo.

—¡Venga ya!

—Que os calléis, joder —gruñó Reese sin mucho éxito.

—¡Eso no es verdad, Natalie! Tú eres Nora, eres la misma chica de estos meses, sólo que te escondías bajo un falso nombre y unos falsos recuerdos.

—Y bajo falsas verdades, no te olvides de eso, Landon.

El susodicho soltó el aire de sus pulmones, comenzándose a cansar. Y lo entendía, hasta yo me estaba cansando de tan sólo escuchar el asco impregnado en las palabras de Natalie, de mi...hermana.

Joder.

—¿Por qué no me dejas ayudarte? —preguntó Landon, dolido—. No paro de notar tu odio, y déjame decirte que eso no es bueno.

—Hay muchas cosas que no son buenas —respondió ella en un murmullo—. Como por ejemplo que estéis aquí.

—Coincido —habló Reese de repente.

—Tú cállate —espetó Landon de mala gana.

Hubo un espeso e incómodo silencio que me hizo pensar que la conversación se iba a acabar allí, hasta que la voz de el último sonó.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.