El legado 2: Tinieblas

07. Miradas de más

JADEN

En cuanto Kevin me avisó de que Elaine me esperaba en la sala de mandos me preparé para lo peor. 

La noche anterior, después de haber sacado a Natalie del agua y de ser encerrado, Elaine me sacó de allí y me acompañó a mi habitación, donde me dejó con un mañana hablaremos. No pude dormir, aunque claro, aquello no era raro. Mi mente estaba en tantas cosas al mismo tiempo que no sé como no me dio un colapso mental. Primero estaba mi hermana, de la cual no sabía nada, después estaban los chicos, a lo que tenía que intentar sacar de allí cuanto antes, y después estaba...

—¿Por qué has tardado tanto?

Elaine se giró hacia mí en cuanto entré en la sala.

—Estaba desayunando —me limité a decir.

Caminé hacia ella, parándome a unos metros de distancia, como siempre hacía cuando estaba solo con ella en una misma sala. Elaine me evaluó con atención, seguramente estaría pensando qué hacer conmigo, si es que no lo sabía ya.

—¿A qué vino lo de ayer?

Tomé aire sin responder, intentando ganar tiempo. ¿Qué quería que le dijese? Estaba claro lo que había sucedido.

—Se estaba ahogando.

—Yo mandé que la tiraran al agua.

No me digas, puta arpía.

Tensé y destensé mis manos, acto del que Elaine se dio cuenta. Preferí no mover ni un solo pelo, sólo mirarla. Quería que le fuese difícil analizarme, y al parecer lo fue, porque aburrida dejó de escrutarme con la mirada para comenzar a andar de un lado a otro de la sala, a paso calmado.

—¿Sabes? Henry Adams fue un muy buen aliado para mí.

Henry.

Henry Adams, ese era el nombre de mi asqueroso progenitor. Escuchar su nombre después de tanto tiempo sólo hacía que enfurecerme, y no sólo eso, también dolía. Dolía demasiado.

—No me defraudó ni una sola vez —siguió explicando—. Me fue leal, es más, me aventuraría a decir que fue uno de mis mejores hombres.

—Lo que haya hecho mi padre me importa bien poco —escupí, sin poder contener mi enfado.

Elaine giró su cuerpo hacia mí, en sus ojos destellaba la sorpresa, y al mismo tiempo la diversión.

—¿No te importa las grandes cosas que ha hecho tu padre?

—Grandes cosas —sonreí con amargura—. Menuda forma de describir todo lo que hizo.

Sus ojos grises se estrecharon, curiosos.

—Veo cierto odio en tu mirada.

Me encogí de hombros, restándole importancia al asunto, como si no me importara en lo más mínimo, cuando la realidad era lo contrario a ello. Elaine se tragó mi indiferencia.

—¿Por qué sacaste a Natalie? ¿Ella te importa?

—Se estaba ahogando.

—Esa no es la pregunta, Adams —enarcó una ceja—. ¿Por qué lo hiciste?

Apreté mis labios y evité mirarla directamente a los ojos.

—Iba a morir ahogada, el simple hecho de morir de esa forma es patético.

Ella asintió, como si se creyese mis palabras.

—Ella no iba a morir, sería estúpido que después de todo lo que he hecho la matara yo misma.

Alcé las cejas, entre sorprendido y confundido. Sus palabras tenían lógica, fue absurdo que pensara que iba a matarla, pero la cabeza no me dio para más cuando la vi hundiéndose en el agua.

—Mira, Adams —dijo acercándose hacia mí—. Tú padre hizo mucho por mí, me facilitó muchas cosas, por eso quiero pensar que voy a hacer algo por él dándote mi voto de confianza. No debería después de lo que has hecho.

No asentí ni me moví, me quedé callado.

—Recuerda que si yo te digo que dispares, tú disparas. Y si yo te digo mata a Natalie, ¿tú qué haces?

Mordí el interior de mi mejilla, con el odio en mi mirada.

—La mato.

—Bien —sonrió—. No aceptaré ningún tipo de sentimiento, no mientras ella siga sin colaborar. Mientras...

Sus palabras se vieron interrumpidas por la apertura de las puertas. Un guardia entró escoltando a Natalie, e inmediatamente mi ceño se frunció. ¿Qué hacía ella allí?

—Lleva un buen rato pidiendo hablar contigo —dijo el hombre dándole un suave empujón hacia Elaine.

La mujer la miró con sorpresa.

—¿Conmigo? —la pelinegra tan sólo la observó—. ¿Y qué deseas contarme? 

Elaine se mantuvo seria a pesar de que su mirada comenzó a brillar, como si supiese lo que Nat iba a decir. Por otro lado, la pelinegra me echó una miradita antes de carraspear. La vi tensar sus manos, estaba nerviosa y supe que fuese lo que fuese le estaba costando.

—He estado pensando.

—¿En qué?

Natalie apretó sus labios.

—Que quizá deba dar mi brazo a torcer —soltó.

 

(...)

 


NATALIE

La cara de Elaine se iluminó en cuanto mis palabras salieron de mi boca y la de Jaden formó una evidente mueca que la mujer ni siquiera notó. Intenté no mirar al pelinegro a pesar de que su miraba cargaba tal intensidad sobre mí que me estaba siendo difícil no mirarlo o decir que parase.

Había estado pensando toda la noche, y después de preguntas y respuestas que me hice a mí misma, llegué a la conclusión de que para que todo siguiese un rumbo totalmente distinto, uno que llevase a una salida a los chicos, debía hacer a un lado mi carácter y mis muros, para entregarme y formar parte de los planes de Elaine. 

—Veo que has estado pensando —murmuró ella, con una sonrisa de lado. Asentí.

Y aunque en su mirada veía una impresionante felicidad, la cosa no duró mucho cuando seguí hablando.

—Claro, que la cosa no va a ser tan fácil.

—¿A qué te refieres? —cuestionó, arqueando una ceja.

—No haré nada si no obtengo cosas a cambio. Así son los tratos, ¿no?

—Claro —sonrió con ironía—. Cómo no —soltó una carcajada sin gracia antes de darse la vuelta.

Aproveché ese momento para mirar a Jaden, que gritaba con la mirada un ¿qué mierdas estás haciendo?.
Cuando Elaine se volvió a dar la vuelta les lanzó una mirada al guardia que me había traído y a Jaden.




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