El llamado de Naín

16

Se dirigió al muro sin titubear y comenzó a escalar. Apenas había puesto un pie en los tablones y éstos comenzaron a salir repentinamente de su posición. Ya no sólo era simplemente escalar el muro, sino que tenía que esquivar los tablones para evitar que le golpearan y aprovechar aquellos que quedaran abiertos debajo de sus pies para impulsarse y subir. Su audiencia se había quedado muda al observarlo pasar con éxito la primer prueba sin un solo rasguño, era como si ya supiera de memoria en qué momento saldría cada tablón; lo cual era improbable, ya que ellos salían al azar.

Con la seguridad más alta que antes se dirigió al puente movedizo, que se retorcía cual serpiente. Naín pereció darse cuenta del problema y en vez de intentar cruzarlo caminando, tomó con ambas manos uno de los maderos del piso y con su peso colocó de cabeza el puente para de esta manera usarlo como pasamanos, eso le daba más seguridad al avanzar; pero no dejaba de ser complicado, el puente aún se removía bruscamente; sin embargo avanzó con sorprendente rapidez y en medio minuto ya estaba del otro lado ahora enfrentándose a la viga de obstáculos, ésta no esperó ni un segundo e inmediatamente dio su primera sorpresa. En cuanto la bota de Naín rozó su superficie, se elevó siete metros más y un par de planchas de metal se le acercaron por cada flanco; se libró de ellas dando una vuelta sobre su espalda y sin perder el equilibrio; pero al incorporarse se encontró con una serie de lanzas que amenazaban sobre su cabeza. Se agachó en ángulo contrario para esquivar la primera, sintió una punzada en su espalda; pero no se detuvo para verificar cada una de su vertebras, quedar mal delante de su audiencia no era una opción, así que ignoró el dolor y continuó con paso seguro y confiando en su instinto.

Fue su instinto y su perfecta condición atlética lo que le ayudó a eludir las lanzas restantes. Para este punto su público estaba un poco más que petrificado, podía incluso oírse el batir de las alas de una mosca. Eso ayudaba a la concentración de Naín, que ya avanzaba a la prueba de tiro.

Normalmente en esta prueba cada soldado debía tomar un arma del panel e intentar dar en el centro de la diana que se iluminara, sin embargo, con Naín el asunto era más complicado, aunque no lo pareciera en un principio. Cuando llegó a la prueba, se sorprendió al ver el área completamente vacía; pero no debía permitir que lo vencieran con incertidumbre y puso sus cinco sentidos en alerta. Segundos después el panel de armas apareció elevándose a sus pies, sin embargo, las opciones que ofrecía no eran muy alentadoras, tan solo contenía una pelota de golf; un arma que no podría ser considerada como tal. Tomó la pelota del panel y fue entonces cuando escuchó el tan conocido “clic” de un arma al cargarse, o mejor dicho, de muchas armas al cargarse.

Por una fracción de segundo no se movió, esto era algo completamente salido de lo ordinario; se suponía que en la prueba de tiro él debía ser el tirador, no el objetivo; pero tampoco iba a detenerse para discutir las reglas del juego.

Se tiró al suelo para cubrirse y rodó hasta llegar a los distintos “refugios holograma” que aparecían en la arena. Una vez a salvo Naín buscó su objetivo hasta donde su vista se lo permitía; pero no había dianas en el área. “Piensa, piensa” se decía “¿Qué esperan que haga en esta prueba?” mientras pensaba, dejó que sus ojos escrutaran toda la arena. Descubrió que las armas estaban perfectamente alineadas unas con otras y que giraban sobre su propio eje para disparar por toda el área, e impedir que saliera por la puerta que estaba debajo de ellas. Entonces se le ocurrió que si podía desviar la primera arma noventa grados en dirección a la segunda, crearía una reacción en cadena que deshabilitaría al resto. El desafío: lograrlo al primer intento.

Respiró hondo y esperó a que terminara el cartucho y tuvieran que recargar. En ese pequeño espacio de tiempo salió de su escondite, tomó impulso y lanzó la pelota directo a su objetivo. Rodó por el suelo hasta llegar al segundo refugio y una vez ahí pudo escuchar el estrépito que causaban las armas al dar unas con otras. Había dado en el blanco.

Muy orgulloso de sí se levantó y salió por la puerta directo a la última prueba, la prueba de lógica.

En esta ocasión un maniquí con un extraño artefacto atado al pecho lo esperaban en el centro del área. Una pantalla apareció con las instrucciones de la prueba:

“¡ALERTA! AMENAZA DE BOMBA. Debe desactivarla cortando el cable azul. El cable solo puede ser cortado en nueve minutos después del conteo de inicio, si corta el cable antes o después de los nueve minutos la bomba explotará, deberá cronometrar el tiempo con dos relojes de arena de cuatro y siete minutos.”




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