El llamado de Naín

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Miles y miles de ideas y pensamientos cruzaron por la cabeza de Naín ¿Cómo es que jamás se le había ocurrido siquiera buscar a los padres de Amitai? Él se lo había dicho, un poco antes de que se uniera a los ixthus le había confesado que odiaba a sus padres por ser parte de los criminales más detestables de la región. Pero sobre todo, por haberlo abandonado cuando apenas era un niño.

—No puede ser—exclamó Naín muy sorprendido— ¿Eres el padre de Amitai?

—Sí, así es.                                

Ahora Eliel lo miraba un poco extrañado de su reacción.

—No lo puedo creer.

— ¿Qué sucede?

—Nada, es solo que conozco muy bien a Amitai, podría decir que es mi mejor amigo

– ¿De verdad?

Naín asintió.

Los ojos de Eliel se abrieron de par en par. Hacía mucho tiempo que no podía ni acercarse a su hijo, por eso el oír aquellas palabras fueron de gran consuelo para él. Alguien lo había visto, y cualquier información que pudieran darle sería más que suficiente.

—Y ¿Cómo está? Hace tanto que no lo veo.

—Él está bien, digo, al menos cuando lo dejé estaba bien, pero bueno yo…

Nuevamente Naín se daba cuenta de lo poco que sabía de su “mejor amigo” y se preguntaba si siempre había sido así de egoísta y mejor guardó silencio.

—Daría lo que fuera por volver a verlo—dijo Eliel melancólico—aún no pierdo la esperanza de recuperarlo y hacerle saber que nunca lo abandonamos.

—Sí, también espero que así sea, él sufre mucho pensando que lo abandonaron.

—Darcón lo ha trabajado muy bien debo admitirlo—dijo clavando la vista en el suelo, para así evitar que Naín viera las lágrimas que se asomaban de sus ojos—. Sabe perfectamente que la familia es la mayor debilidad de todos nosotros y la explota muy bien en nuestra contra.

—Ya lo creo—contesto Naín pensando en su propio hermano.

Eliel guardó silencio, y miró de reojo a Naín. Sabía muy bien por lo que estaba pasando y quería ayudarlo, pero el chico no se dejaba, era demasiado orgulloso como para hablar de sus sentimientos. Eliel creía que lo hacía para así escapar de ellos y mantener su máscara de rudeza; pero eso sólo lo dejaba ver su inseguridad y debilidad.

—Ven—dijo Eliel—, mejor volvamos a la arena.

Los demás ixthus continuaban entrenando muy duro cuando regresaron, Naín se sorprendió cuando algunos de ellos aparecían y desaparecían dentro de la arena, como si pudieran tele transportarse.

— ¿Cómo hacen eso?—preguntó.

—Con la armadura adquieres mejores capacidades—explicó Eliel—, es como si se volviera parte de ti e hicieran equipo, ella se combina con tus habilidades y puedes hacer cosas como esa. Pero no es fácil, necesitas mucha práctica.

—Quiero aprender a hacerlo.

—Y lo harás, pero todo a su tiempo. Veo que aún se te complica manejar la espada. Ella es muy semejante a la armadura, no intentes forzarla a hacer lo que tú quieres, más bien combínate con ella y haz equipo, si haces eso seguro mejorarás.

— ¿Cómo hago eso?

—Cede un poco tu voluntad, aprende de ella, deja que te muestre sus mejores movimientos.

—Creo que no lo entiendo, es solo una espada.

—Dejaré que Gera te lo muestre. Es más fácil si lo ves. Escucha, Gera será tu sícigo por ahora.

— ¿Mi qué?

—Sícigo, o si lo prefieres, tu compañero de armas, es lo mismo. Aquí nadie lucha o entrena solo. Dije que podrías entrenar todo lo que quisieras; pero por favor hazlo con tu compañero que será Gera, cuando él no pueda o esté cansado déjalo para más al rato u otro día ¿De acuerdo?

— ¿Por qué?

—Primero que nada, porque somos una unidad y segundo, tú necesitas convivir más con tus compañeros.

—Bueno, como quieras.

—Excelente, ahora ve con Gera, pídele que te muestre con la espada lo que te comenté.




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