Afrodita:
Camino hacia el aula de los niños sosteniendo la caja de muffins que había preparado la noche anterior.
Entro al aula con una sonrisa en mi rostro y los niños corren hacia mí, abrazándome al verme.
—¡Afrodita! —chillan todos al unísono.
—¿Me permiten poner estas cajas en la mesa? traje un regalo para todos —sonrío, y todos me sueltan para sentarse en sus lugares.
Camino hacia mi escritorio y dejo la caja de muffins en la mesa, pongo mi bolso en la silla y me doy la vuelta para hablar con ellos.
—A ver, todos aquellos que sacaron diez en el examen de ciencias sociales —les hablo con una sonrisa —formen una fila y muéstrenmelo para que luego les entregue lo que les traje, ¿de acuerdo?
—¡De acuerdo! —responden.
La mayoría de ellos se paran y comienzan a hacer la fila, una vez que terminan, empiezo a revisar las calificaciones de todos.
—Muy bien, Miguel. Aquí tienes tu favorito, muffin de fresa —sonrío y le entrego el muffin.
—Gracias, señorita Afrodita —deja un beso en mi mejilla para luego retirarse a su lugar.
Vuelvo a sonreír al verlos a todos comiéndose sus muffins, cuando mi mirada cae sobre un pequeño niño de cabello blanco, ojos azules y sonrisa tímida. Me acerco a él y me pongo de rodillas para hablar.
—Hola, pequeño, soy Afrodita. ¿Cuál es tu nombre?
—Soy Eros —sonríe tímidamente.
—Oh, como el Dios Eros. Lindo nombre —sonrío acariciando su cabello.
—Y usted, Afrodita, como la diosa del amor, la belleza, la fertilidad y la sensualidad griega—sonríe.
—¿Sabes mucho sobre los dioses? —pregunto emocionada.
—Un poco. Mi familia es griega, así que a mis padres les gusta ponernos nombres de dioses, también nos hablan mucho sobre ellos —se encoge de hombros desinteresado.
—Entiendo. Entonces, bienvenido pequeño dios —rio— ¿Cuál es tu muffin favorito?
—Nueces y avena —lo miro un poco sorprendida—. También es mi favorito.
—Eres afortunado porque solo hice dos. Ya te lo traigo —camino hacia la caja de muffins y saco los últimos dos que quedaban. Le doy uno al pequeño Eros y luego regreso a mi escritorio.
—Chicos —los llamo, estos me miran prestando atención—. Como saben, hoy es mi último día como su maestra —me observan tristes—. No es porque yo quiera, sino porque estoy un poco enferma y tengo que estar fuera por un tiempo.
—¿Cuándo volverá? —pregunta uno de los niños, provocando que me quede en silencio por unos segundos.
—Aún no lo sé, pero espero volver pronto —traté de sonreír, pero solo salió una mueca.
No me gusta mentirles, pero prefiero eso a verlos tristes sabiendo que quizás no regresaré, ya que hoy me retiraré hacia el pueblo.
—¿Y por qué te vas? —preguntó Flor. Flor es una de las niñas más calladas del salón y me sorprende que me hable. Nunca lo había hecho.
—Estoy un poco enferma, pero ya estaré mejor pronto —respondí y vi como ella se paró de su asiento y se acercó a mí.
—Cuando estoy enferma, mi mami me canta una canción y cuando termina, me siento mejor —sonrió y colocó sus manos sobre las mías— sana, sana, colita de rana, si no sanas hoy, sanarás mañana.
No pude evitar sonreír con ternura. Me encantó su manera de ser tan inocente y a la vez su intento de ser madura. Hizo que me dieran ganas de llenarle la cara de besos.
—¿Te sientes mejor? —preguntó sonriente y yo solo asentí.
—Me gustaría decir que me quedaré, pero no puedo —hice una pausa—tengo que ir al hospital —le di un beso en la mejilla y ella asintió comprendiéndome.
—La extrañaremos, señorita Afrodita —todos corrieron hacia mí y me abrazaron. Yo los abracé demostrándoles todo mi cariño. Una vez terminó el abrazo, recogí mis cosas para luego marcharme.
Me encanta estar con los niños, demostrarles ese amor que nunca recibí cuando era pequeña me hace más feliz.
Salí sonriente de la escuela y uno de los chicos de secundaria me detuvo.
—Señorita Afrodita —sonrió para luego entregarme una carpeta—espero que le guste.
Cuando iba a preguntar qué era, ya era demasiado tarde, pues se encontraba muy lejos de mí.
Abrí la carpeta y me sorprendí al ver el dibujo de una chica idéntica a mí.
—Obvio que es idéntica a ti, Afrodita, eres tú —sonreí ante tal detalle del chico.
En el dibujo me encontraba recostada sobre mi escritorio, mi piel morena con un poco de brillo sobre mis hombros.
En el dibujo, lucía un maquillaje sencillo, pero que resaltaba el marrón de mis ojos, mis labios carnosos pintados con un suave rojo, mi cabello
color chocolate mas abajo de los hombros, con un leve ondulado y mis cejas en forma de arco, y mi nariz redonda.
Sin duda, era yo.
Guardé el dibujo en la carpeta y fui a mi trabajo.
Aparte de ser maestra, también soy veterinaria. Me gusta mucho cuidar a los animales tanto como a los niños.
Una vez llegué, pasé por la oficina de mi jefe y recogí mi paga junto con mi expediente. Duramos unos minutos hablando de cosas triviales para luego ir a mi casa, ya que como dije anteriormente, me iría hacía el pueblo por un tiempo.
No me he presentado. Mi nombre es Afrodita, sí, como la diosa griega. Tengo veinte años y soy estadounidense. Actualmente me encuentro viviendo en San Luis, pero eso ya no será por mucho tiempo.
Soy hija única, hasta el momento eso es lo que sé.
Les explico para que no se confundan.
Desde que tengo memoria estuve en un orfanato. En algún punto de mi vida fue agradable, que recuerde. Sí, porque no fue como en las películas donde las monjas tratan mal a los niños.
Tampoco puedo decir que tuve la mejor infancia, ya que de toda manera necesité el amor tanto maternal como paternal, pero no me quejo.
Aunque es evidente que eso estoy haciendo.
Quizás algunos se pregunten el porqué de mi arrebato y por qué estoy dejando toda mi vida atrás. Es algo complicado para mí, pero debo ser fuerte.
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Editado: 01.05.2023