El Lobo y el Hechicero

La mordedura

Dante

No debí irme caminando de noche, no debí hacerlo. Decidí que para ahorrar dinero y no tomar el autobús a mi casa, quería ahorrar para comprarme arcilla para modelar antes de lo planeado, por eso al salir de mi trabajo en la tienda de artes me fui caminando teniendo que recorrer al menos 15 cuadras evitando las zonas boscosas, algo difícil considerando que la ciudad está rodeada de un bosque. Ver a algunas personas en la calle a altas horas no era raro, pero un sujeto con garras era atemorizante, no debí suponer que tenía uñas largas. No le pude ver el rostro, sus atemorizantes ojos brillantes me dejaron sin palabras y antes de darme cuenta de lo que pasaba y correr un enorme lobo se abalanzó sobre mí y me empezó a atacar. Eran rasguños y gruñidos fuertes que no me dejaban escuchar nada de lo que pasaba a mi alrededor. Cuando esa cosa me mordió en el abdomen todo se calmó, el lobo paró de atacarme y se fue. No había nadie más, estaba solo, estaba desangrándome con el abdomen abierto, los rasguños no eran tan profundos y pocos habían sido tan profundos para sacar sangre. Caminé hasta la casa de Charlie, mi mejor amigo, su casa estaba cerca de las zonas boscosas y sus padres lo quisieron así (algunos dicen que los han visto caminando en el bosque con armas). No me importó los rumores ni ver que Charlie estaba solo en su casa, sus padres estaban fuera; él se puso más blanco de lo que ya es, tuvo que llamar de inmediato a sus padres que por alguna razón iban de negro y con arcos. Como estaba al borde del desmayo lo ignoré completamente, es lo último que quieres pensar cuando sientes que tus intestinos se salen.

— Dan, ¿qué es lo que pasó? —Charlie intentó averiguar por qué tenía tantas heridas, pero yo no podía más.

— Lobo… fue un lobo.

Despierto al día siguiente, el dolor ha disminuido bastante para haber sido tan reciente la herida. Tuve que quedarme con Charlie para evitar que mi padre me regañara, no estaría mi madre para defenderme como lo tiene que hacer cada que mi padre y yo nos encontramos.

— ¿Ya te sientes mejor? El doctor dijo que no fue tan grave como parece —Charlie lleva su cabello acaramelado hecho un desastre, es tan fácil que termine despeinado por su cabello tan fino.

— Solo siento como si me hubieran dado una fuerte patada en las costillas, tengo miedo de quitarme los vendajes.

— No lo hagas, vomitarás.

— ¿Tan mal se ve? —tengo miedo de lo que pueda encontrar debajo, lo de ayer pudo haber sido mi asesinato.

— No, pero sé que tu estómago no resistirá, así como no resistes la leche normal.

— Oye, cállate, me pasó una vez —cuando éramos más niños hicimos una pijamada y antes de terminar mi vaso de leche lo vomité, fue muy asqueroso.

— Lo sé, pero fue muy gracioso.

— Tengo que ir a casa por mis cosas, por suerte papá está trabajando.

— Te llevo, mis papás dejaron el auto, además, después de lo de ayer es lo mínimo que puedo hacer.

No hay nadie en mi casa, estoy completamente solo y tengo la completa libertad de hacer lo que se me dé la gana, pero solo llego para cambiarme la ropa hecha jirones y llevarme mi mochila. A la hora de cambiarme no puedo resistirme y tiro de un solo jalón todo lo que me han puesto para cubrir la herida… que ya no está. Parpadeo muchas veces antes de darme cuenta que ahí no hay marcas de dientes ni sangre o costras, solo piel lisa sin ninguna imperfección, me atrevería a decir que se ve mejor de lo que era antes del ataque. Me he curado en tiempo record, toda herida que tenía ha desaparecido por completo, me parece raro que Charlie no haya mencionado nada de eso y sospecho que él me oculta algo, los rumores de sus padres usando raros trajes negros resultaron ser reales; él debe saber algo, pero no quiere decirme y no quiero confrontarlo.

“No, hasta ahora no ha pasado nada raro”

Me volteo. No hay nadie. Pero escuché a Charlie, lo escuché en la misma dirección en la que está su auto estacionado esperando a que llegue.

“Dudo que sea él, o sería demasiado estúpido”

Otra vez, Charlie lo sabe, sabe que me pasa. Me cambio rápido y actúo como si nada hubiera pasado, no quiero alertarlo antes de saber cuáles son sus intenciones. Todo el camino lo mantenemos en silencio, la radio que solemos poner me irrita demasiado, es como si mis oídos no pudieran soportar; cualquier ruido me lastima en proporciones ridículas. En la escuela no me queda de otra más que ponerme mis audífonos y pretender que escucho música en lugar de usarlos para silenciar mi mundo. Charlie siempre llega temprano, así que se adelanta y me aparta un lugar, le importa de forma desmedida sus calificaciones, es parte del comité estudiantil y prefiere perderse fiestas antes que no entregar una tarea, incluso se ofrece voluntario para ayudar a los chicos nuevos; yo no podría decir que soy un vago que reprueba todo, pero me va bien.

La maestra Hudson no es la persona más agradable, ella se descarga con sus alumnos porque hace semanas se divorció de su marido, ese señor hizo lo correcto. Ella hace que la clase de estadística sea de lo peor, te pregunta sin siquiera de ser el tema que estamos viendo en clase o siquiera haberlo visto. El peor día para ser víctima de sus preguntas tiene un interés particular en mí.

— Anderson, ¿cuál es la fórmula de poisson? —eso no lo hemos visto, lo hizo a propósito.

— Maestra, no lo hemos visto, seguimos en permutaciones —Charlie me defiende y tengo suerte que sea hoy, este día va de mal en peor.




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