Las cortinas marfil bailaban con la brisa matutina, Thomson disfrutaba saboreando el amargo de su café, la música clásica lo acompañaba creando serenidad, pero un descuido hizo que la bebida se derramara, tiñendo el suelo con un tono oscuro, el líquido derramado se transformó en una visión diferente, recordándole la imagen de la sangre, una sonrisa siniestra se dibujó en su rostro, resaltando los hoyuelos de sus mejillas, el reflejo en la ventana capturó la aberrante expresión que había tomado posesión de su semblante, en ese momento, un golpeteo rítmico rompió la burbuja de malestar en la que Charlie se encontraba inmerso, el sonido se repitió, sin titubear, Charlie se apresuró a limpiar el desastre del suelo con gestos bruscos, como si estuviera encubriendo la escena de un crimen, luego bajó el volumen de la música,
un sudor frío perlaba su frente mientras se dirigía hacia la puerta con movimientos crispados, al abrir la puerta, se encontró con Carl parado frente a él, una visión inesperada que lo hizo retroceder interiormente, Charlie, forzando una sonrisa falsamente apacible, abrió la boca para saludar a su visitante, sintiendo que la bruma de su cordura se desvanecía con cada fachada que construía.
- Charlie, siento que nuestra relación no ha sido la mejor, sé que eres un buen chico.
- ¿Por qué estás tan seguro de eso? - preguntó Charlie mientras buscaba entre las botellas algo para beber.
- Creo que nunca te di una oportunidad - continuó Carl, sentado en la silla de espaldas. Charlie sirvió el último poco de vino que quedaba en el fondo de la botella, puso ambos vasos en sima de la mesita donde estaba Carl y sin pensarlo más, en un ataque de locura, la rompió contra la cabeza del chico, haciendo estallar los cristales en mil pedazos, Charlie se alejó un poco para observar lo que acababa de hacer llevándose la mano a la barbilla, luego, en otro impulso, tomó otra botella y volvió a golpear a Carl en la cabeza, terminando fue a subir nuevamente el volumen de la música, se sirvió un poco de cereal en un tazón y comenzó a comerlo con serenidad.
- Sabes, Carl, no tengo esa seguridad de que sea una buena persona. Mírate - dijo señalándolo con la cuchara mientras a Carl le corría la sangre fresca por la frente, luego Charlie asentinó con la cabeza para si mismo y continuar comiendo.
Llevó a Carl hasta el coche de su padre y lo condujo hacia la cabaña. Una vez allí, con suavidad, lo recostó en el suelo frío y duro. Sin embargo, la conciencia de él comenzaba a jugarle malas pasadas, era como si hubiese hecho un viaje al interior de su tormento.
-¿Carl? -susurró con una voz quebrada-. ¿Qué demonios he hecho?
Charlie, con manos temblorosas, comenzó los intentos desesperados de reanimar a su amigo, pero no hubo la más mínima respuesta. La desesperación lo embargaba hasta que, de manera abrupta, los ojos de Carl se abrieron de golpe, fijándose en un punto invisible en el techo de la cabaña, el rostro de Charlie, por un momento, fue el reflejo de un pavor visceral, sus ojos se abrían como espejos de un abismo donde jugaban sus demonios más tenebrosos ¿Qué pasaría si Rose descubría la verdad oculta tras la máscara de normalidad? ¿Dejaría de amarme?, se preguntaba, Ante la súbita y salvaje apertura de los ojos, Charlie reaccionó con un instinto primario que ni él mismo comprendía. Con un temblor en las manos que sostenían las llaves frías e inesperadamente letales, las hundió con una precisión escalofriante en la suave geografía de un cuello una vez amigo. Las retiró, no sin antes sentir cómo el líquido vital, tibio y traicionero, pintaba sus dedos de culpabilidad. Acto seguido, cual alquimista macabro, extrajo de su chaqueta una jeringa, la llenó con la sangre aún caliente, su viscosidad dibujando la fina línea entre la locura y la funcionalidad de su acto.
Su atención fue atraída por una pintura, cautivado por la colección de Van Gogh del señor Thomson mientras el suelo todavía rezumaba pintura roja. Charlie, con su rostro de mirada despiadada y una sonrisa desquiciada, se levantó asomándose por la ventana de su cabaña y mientras el sol se filtra a través de los árboles, creando un juego de luces y sombras en el paisaje, para él, la escena es surrealista la misma que veía en esos cuadros, los colores del atardecer pintados en el cielo como si fueran pinceladas de Van Gogh, un remolino de azules oscuros, amarillos y naranjas apagados que dan vida a las nubes girando con una pausa mareante, el marco de la ventana se convierte en el marco de un cuadro para Charlie, delimitando esta visión impactante como si fuera una obra de arte, ahora para él, la naturaleza se transforma en una representación artística distorsionada por su perspectiva retorcida y su mente perturbada, la belleza del paisaje se junto con la sensación de inquietud que proviene de su mirada, para Charlie, esta percepción distorsionada es solo un reflejo más de su realidad donde la belleza y la oscuridad se juntan de forma perturbadora.
Tomó un poco de sangre fresca que creaba un río por todo el suelo, embarrando su mano y pintando las paredes de madera con siluetas circulares al estilo del artista, marcando los trazos con una sonrisa malévola, sus ojos brillaban con una intensidad perturbadora y sus manos temblaban con excitación, en su mente, estas espirales se movían armoniosamente, como si la locura misma se expresara a través de su arte perturbador.
Hizo remolinos de sangre sumergiéndose en una especie de trance creativo, los movimientos de su brazo eran bruscos y desordenados, la risa desquiciada salían de la cabaña, entremezclada con sus susurros inquietantes del viento, creando un diálogo entre lo macabro y el arte.
Finalmente, en un frenesí momentáneo, cayó exhausto junto al cuerpo de Carl, el testigo silencioso de su expresión artística retorcida. Su respiración agitada rompía el silencio de la cabaña mientras contemplaba su "obra maestra", con una satisfacción siniestra brillando en sus ojos.