« Ya sea que permanezca con estos sujetos o que me atrapen los hombres de la Orden del Loto Rojo, sufriré el mismo destino de igual forma. ¡Debo huir! », analizó Alanna, mientras los dos hombres con túnicas negras se acercaban.
“Briana, gracias a los contactos de mi familia, conozco a los pocos grandes magos de la Academia Celestine… Y te aseguro algo, estos sujetos que visten con túnicas negras, no forman parte de ellos…”, murmuró Kendall, bastante alerta.
“¿Entonces son grandes magos de otros lugares o aprendices de mago que solo fingen serlo para intimidar a otros?”, preguntó Briana, con su débil voz.
“No lo sé, pero ten cuidado. Vienen directo hacia aquí ahora, y no lucen tan jóvenes como los aprendices que conocimos hasta el momento”, advirtió, el talentoso novicio.
“Son asesinos profesionales, y de los que no dejan testigos. Así que, si tienen alguna capacidad defensiva; úsenla pronto”, indicó Alanna, que había escuchado el murmullo de los dos novicios; justo cuando pensaba en retirarse velozmente.
Alanna sabía de qué era imposible escapar de estos despiadados asesinos, una vez que ella estuviera dentro de su rango de visión; como ahora. Había notado la velocidad atroz del asesino que mató a su madre, y alejarse de los dos novicios; solo serviría para acelerar todavía más, su inminente muerte.
Kendall, que ya estaba tenso, se mostró exasperado al escuchar las palabras de Alanna, y gritó:
“¡No avancen más! Digan sus nombres y sus intenciones, o…”
“¿O que, muchacho? ¡Haha!”, cortó uno de los dos sujetos de negro, mientras se reía con malicia.
“Nos costó mucho encontrarte, princesita. Pensé que estarías protegida por un ejército de magos, pero resulta que estos dos mocosos inmaduros son tus guardias. Ahora me siento un poco estúpido, por haber estado preocupado por nada”, soltó el otro, con su áspera voz.
“Briana ¡Levanta tu mejor defensa! ¡Y hazlo rápido!”, exclamó con urgencia, Kendall.
Briana, comenzó a recitar un largo conjuro; y los dos asesinos se lanzaron hacia adelante, con gran velocidad.
“Lo siento, padre. Pero no tengo opción…”, murmuró Kendall, al ver la enorme destreza de los dos enemigos.
Él había decidido usar su mejor carta de triunfo desde un inicio. Se trataba de un artículo mágico muy poderoso, para los estándares de un novicio e incluso para un aprendiz de mago, y que solo podría usarse unas tres veces en total como máximo. Este objeto le había sido entregado por su familia, como su último recurso, en caso de tener una emergencia.
¡Tomen esto, bastardos!”, gritó, con euforia; mientras sacaba una extraña figura de piedra de su túnica, y la arrojaba hacia los asesinos.
Los dos sujetos, se dispararon hacia distintos costados; con el objetivo de esquivar lo que sea que el joven les arrojó. No le tenían miedo a los pequeños trucos que tuviera el chico. Pero, como asesinos profesionales, habían aprendido a ser precavidos.
Mientras volaba por el aire, la figura de piedra se expandió muchas veces, hasta convertirse en un robusto y pesado golem.
Los asesinos parecían confundidos, ante esta enorme criatura que medía unos tres metros de alto.
“Mocoso ¿De dónde sacaste un juguete tan interesante?”, gruñó uno de los sujetos.
“No te confíes, hermano. Estos mocosos pueden tener algunos trucos interesantes. Yo me ocuparé del golem, y tu ve por la princesa”, sentenció, el otro asesino.
Briana, justo había terminado de recitar el largo mantra del conjuro, cuando el asesino ya se encontraba a escasos metros de distancia de ella, y le arrojó una bola de fuego.
“¡Augue!” (Bola de Fuego)
“¡Murum Aquarum!” (Muro de Agua)
Un muro de agua circular, rodeó completamente a los tres jóvenes; y tenía unos 4 metros de alto, aproximadamente.
La violenta y rápida bola de fuego, se estrelló con fuerza; pero no logró superar al muro de Briana. Esto era normal, cualquier magia elemental de subclase agua podría eliminar con facilidad una bola de fuego normal. Incluso si la diferencia de poder, entre las dos partes, era bastante grande.
Briana suspiró aliviada, al ver que su muro aguantaba. Y Kendall también parecía sentirse más cómodo ahora. Había usado casi todo su maná para poder activar su poderoso articulo mágico, y en este momento, estaba casi tan indefenso; al igual que la muchacha que estaba en su espalda.
Y con respecto a ella, Alanna estaba quieta y era la más tranquila de los tres. Aunque quería ayudar a los jóvenes, ella sabía que no había nada que pudiera hacer en esta situación y que su mejor estrategia ahora era permanecer enfocada en su entorno; mientras esperaba una oportunidad para poder hacer algo.
En realidad, desde que salió del palacio imperial, Alanna sintió un enorme odio por todos aquellos nobles; que le habían explicado en varias ocasiones que aprender magia no era algo necesario para una joven princesa como ella.
A pesar de tener sangre de la familia Mistan corriendo por sus venas, ella jamás pudo entrenar; y sintió que su potencial mágico había sido desperdiciado por las viejas y estúpidas costumbres del Imperio Andrasin. Esto la había hecho enojar mucho en varias ocasiones, y esta era otra de estas.