« Sin contar las últimas semanas, no he tenido una vida tan mala… » Alanna extendió sus brazos, y esperó su destino final; con una calma inusual.
Los tres sabían que el final de sus vidas llegaría en un instante, y que no había nada que pudieran hacer al respecto. La diferencia de poder entre ellos y este par de asesinos, era simplemente inmensa; incluso cuando habían usado sus mejores cartas de triunfo, desde un inicio.
Los asesinos de la Orden del Loto Rojo atacaron, con movimientos precisos y despiadados; listos para matar.
~ ¡GroaR! ~
~ ¡PaF! ~
Un enorme lobo azul, saltó desde la maleza y mordió con ferocidad al brazo de uno de los dos asesinos. Simultáneamente, su dueño, el Gran Mago, Owen Shan, cayó sobre la cabeza del otro asesino, utilizando su codo para golpearlo con gran fuerza y precisión.
El lobo sacudió al asesino de lado a lado, con total brutalidad, hasta que su brazo mordido, se separó del resto del cuerpo; estrellándolo contra el suelo.
Ambos quedaron momentáneamente inconscientes, mientras el trio de jóvenes suspiraron con alivio. Se habían salvado por un pelo esta vez.
Owen no se dirigió hacia los jóvenes, en su lugar, sujetó lo que quedaba del brazo del asesino; y le aplicó un torniquete con una simple cuerda, para evitar que se desangre hasta la muerte.
“Te necesito vivo por ahora, bastardo”, mencionó, mientras ajustada la cuerda con fuerza.
“Maestro Shan ¿Qué está pasando?” preguntó, notablemente alarmado, Kendall.
“Eso es lo que quiero saber. Mi lobo encontró el rastro de otros dos sujetos extraños, así que los seguí y terminé emprendiendo un combate con ellos. Por suerte para ustedes, logré acabarlos rápido y volver. Pero, al regresar, me encuentro con otros dos. ¿Sabes quiénes son?”, preguntó Owen, observando a Alanna; de reojo
“Son asesinos de la Orden del Loto Rojo.”, explicó Alanna, sin intentar ocultar nada.
Ella estaba contenta con el hecho de que el Gran Mago los haya salvado, justo a tiempo, pero ahora no podría escapar como planeó originalmente.
Owen Shan, observó a Alanna con calma y pareció entender algo. Había una extraña comprensión en sus ojos. Finalmente, dijo:
“Ya veo. He oído hablar de ellos. Pero, como no suelen operar en el Reino de Arcia normalmente, es la primera vez que me encuentro en persona con algunos de sus miembros. Y los otros dos, no me dejaron otra opción más que eliminarlos; pero este par de aquí, me darán algunas respuestas...”
“Estoy segura de que no te dirán nada, que no pueda informarte yo misma.”, soltó Alanna, juntando valentía. La hora de guardar secretos había acabado.
Hace algunos segundos, ya se había resignado a vivir e incluso intentó adelantar su muerte; para acabar con esta pesadilla, que la acosaba desde hace muchos días atrás.
Ella había decido que confiaría en el poder de este Gran Mago, que la había salvado, no solo una, sino, dos veces en total ya.
Si él todavía decidía entregarla, después de escuchar su terrible historia, entonces se resignaría a su destino.
“La realidad es que…” empezó diciendo ella.
“¡Espera!” Owen levantó su mano para silenciarla. Y luego, entregando un medallón de plata, con un símbolo extraño, agregó:
“Briana y Kendall, les daré una misión especial de suma importancia. Necesito que se dirijan al edificio principal de este lugar, me refiero a La Gran Biblioteca, e informen al archimago de la academia que necesito verlo con urgencia. La recepcionista del edificio los ayudará si le muestran esto.”
Los jóvenes se miraron entre sí, algo confundidos. Eran simples novicios, pero ahora hablarían en representación de un Gran Mago; y el destinatario, sería el mismísimo archimago. ¡Alguien que estaba en la cúspide de poder en todo el continente!
Owen silbó con fuerza, y la enorme ave de cabeza blanca y cuerpo negro, no tardó demasiado en aparecer.
Sosteniendo el medallón de plata con fuerza; Kendall se subió a la montura voladora, y afirmó:
“¡No le fallaré, Maestro Shan!”
“¡Yo tampoco, Maestro!”, agregó Briana, subiendo también.
La enorme ave, despegó de inmediato; a pesar de que los jóvenes no hicieron ningún movimiento en particular.
Ambos lucían algo pálidos ahora, al notar la altura, y que, por primera vez, el Maestro Shan no estaba a su lado. Además, ahora que él no se encontraba; el ave volaba mucho más rápido que antes, debido a la quita del peso extra.
“¿Sabes cómo conducirla…?” musitó Kendall, tragando saliva con fuerza, luego de estar algunos momentos en el aire.
“No tengo ni idea…” soltó Briana, sepultando las esperanzas de su compañero novicio.