Lunes 10/Marzo/2014
10:54 p.m.
En ocasiones, haces cosas de las después te arrepientes. Un arrepentimiento genuino, que te hace jurar que no volverás a cometer de nuevo semejante error. Sin embargo, también existen veces, en las que no solo te arrepientes, sino que incluso no puedes creer que de verdad hayas hecho algo así.
Cuando veo las marcas en mis brazos, las siento tan ajenas a mí, como si mi piel ya no fuera parte de mí, como si de repente hubiera despertado de un profundo sueño para darme cuenta de que alguien me araño; simplemente me es difícil creer que yo misma me cause esto.
El día comenzó de una manera más complicada de lo que esperaba. Dormí demasiado, despertándome con apenas media hora de anticipación para ir al instituto, me bañe como pude y mientras comía (o me atragantaba con comida) escuché como Sofía gritaba mi nombre.
Faltaban 10 minutos para entrar, tome mi mochila y salí de mi casa, tome a Sofía del brazo y comenzamos a caminar lo más rápido que nuestra pésima condición física nos permitiera.
— Débora, nos dejaran entrar, deja de caminar tan rápido— dijo Sofía, con la respiración entrecortada.
— No estoy caminando lo suficientemente rápido, no sé por qué te quejas— dije, y enseguida note como el estómago comenzaba a dolerme, "eso me pasa por hablar mientras camino" pensé.
— Déb, dime, ¿le comentaras a Iker?—
— ¿Comentarle qué?—
— No te hagas mensa— Sofía se detuvo en seco, lo cual me puso ansiosa, no quería llegar tarde.
— Por favor, camina— dije empujándola
— Entonces, dime ¿piensas decirle?—
— No creo que sea necesario—
— ¡Claro que es necesario!— Su voz se volvió más aguda de lo normal. — Es como un hermano para ti, incluso podría ayudarte.
— No necesitó su ayuda, sé que no volveré a hacerlo—
Ella entrecerró los ojos, pero no pudo responderme porque llegamos a la escuela. Pasamos por la revisión ocasional de los prefectos, y cuando pensé que ya no me diría nada se paró frente a mí, cruzó sus manos sobre su pecho y me miró a los ojos.
— El merece saber— y en ese momento, como dando a entender que esa era la última palabra, la campana sonó.
Estuve pensando durante toda la tarde en cómo decirle a Iker sobre...sobre el pequeño asunto. Estuve tan ensimismada que ni siquiera note que Sebastián no nos dirigió la palabra en todo el día. Pero a pesar de mis esfuerzos, no podía llegar a nada, no tenía ni idea de cómo comenzar la conversación.
Llegó la hora de salida, faltaban pocos minutos para que el timbre sonara, y yo ni siquiera prestaba atención a la clase, tenía la mirada perdida en el reloj; hasta que una bolita de papel se estampó en mi cabeza, se enredó en mi cabello así que tarde un poco de tiempo en descubrir que decía.
"Debes decirle". Levante la mirada, fue fácil descubrir que la autora de la nota era Sofía.
Jamás había tenido tanto miedo como en ese momento. Al salir del salón, tome a Iker de la mano y lo llevé a un rincón.
— Tengo que confesarte algo— dije, sintiendo las lágrimas en mis ojos.
— Habla, sabes que puedes confiar en mí— Su sonrisa me tranquilizaba, pero aún tenía miedo de decepcionarlo. Baje el rostro, y comencé a subir mis mangas, mis ojos se humedecieron. Iker, me abrazó, no me dio oportunidad a hablar, porque en ese momento mis lágrimas salieron a borbotones.
— Hey—dijo Iker, tomando mi barbilla para lograr que lo mirara a los ojos— No llores, no estás sola Somos hermanos ¿no?— Asentí, porque aún era incapaz de hablar— Entonces, como buen hermano que soy, me encargare de protegerte, incluso de ti misma si es necesario.