Llegó el tan esperado y no tan ansiado día para Raquel. A pesar de su evolución positiva hacia su yo real, seguía temiendo que llegara la sesión de fotos. Intentó ocupar su mente con el dibujo, dando los últimos retoques al que estaba haciendo para él, pero era en vano. Era como si una película con las escenas más interesantes pasara ante sus ojos. Recordó entonces lo sucedido cuando coincidieron en el centro y su corazón palpitó a un ritmo mayor al acostumbrado. Sintió una pequeña presión en el pecho que intentó ignorar con los últimos trazos de su lápiz. Al observar el resultado final sonrió.
En ese momento sonó el timbre. Su madre y Marisa se habían ido a la cafetería, así que tuvo que ir ella. Abrió la puerta al ver que era Julián quien llamaba. Cuando él la vio con su conjunto de vaqueros y camisa blanca, habló antes de que ella se diera cuenta de que se había quedado sin palabras.
—¿Preparada para vivir una grata experiencia conmigo?
—Si te soy sincera, no lo sé. —Raquel sonrió.
—No tienes nada que temer, sacaré las mejores fotos que te hayan hecho jamás. Ya lo verás. ¿Vamos? —Extendió su mano hacia ella para que la tomara.
Raquel cogió el bolso junto con las llaves y salió con él al pasillo. De nuevo estarían solos, pero en un espacio cerrado y personalizado exclusivamente para ella. Julián, aunque no se lo había dicho, había preparado algo muy especial para su vecina. Tras caminar unos metros, llegaron al local y él abrió con la llave su estudio, Fotografía del alma. Una vez que Raquel también estuvo dentro, cerró con llave. Los fines de semana no trabajaba y por eso iban a poder estar tranquilos, sin que nadie se acercara a preguntar o con la intención de sacarse alguna fotografía para el carné de identidad. La condujo hasta la zona de trabajo y vio su reacción en cuanto entró y vio todo lo que había dispuesto, aparte de los diversos focos y el trípode con una de sus cámaras. El fondo, como la vez anterior, era oscuro y a una corta distancia había un taburete de color claro. A los lados había algunas cajas que contenían telas, ropa y materiales que podrían ser útiles como decoración.
—He pensado en que la complejidad de la sesión vaya creciendo mientras más cómoda estés, así no tienes por qué sentirte presionada. Cuanto mejor salgan las fotos, menos habrá que repetirlas. —Julián sonrió cuando terminó de hablar.
—¿Cuándo has preparado todo esto?
—Esta mañana, no quería perder mucho tiempo cuando estuvieras aquí.
Julián encendió la cámara y la preparó, como siempre, antes de volver a mirar a la chica con otra de sus encantadoras sonrisas. Ella no supo a dónde mirar y llegó a la conclusión de que esa tarde parecería más torpe de lo que jamás habría pensado.
—Si quieres, podemos empezar con algunas fotos sentada en el taburete, ¿te parece bien? —propuso.
Raquel, como respuesta, se acercó y se sentó, colocándose en una postura que para ella fuera cómoda. No sabía si sonreír o dejar que él la guiara, por lo que se mantuvo seria. Fue su forma de hablarle sin necesidad de usar palabras, salvo porque él tiró la primera foto justo en ese instante.
—Pensaba que me dirías cómo ponerme —comentó la chica.
—Y lo haré, pero me gusta experimentar con expresiones y posturas. Aunque si te sientes cómoda sin sonreír, podemos hacer algunas así hasta que te sueltes.
Ella volvió a quedarse callada. Curvó sus labios en una pequeña sonrisa y Julián aprovechó de nuevo para fotografiarla.
—Estás hermosa cuando sonríes.
Notó que sus mejillas ardían con aquel comentario. Él seguía mirando a través del objetivo, hasta que se irguió un poco para observarla desde la distancia. Vio como se tocaba el pelo, colocándoselo hacia la derecha, como si se hubiera despeinado. Durante unos segundos la observó sin decir nada.
—Bien, Raquel, ¿qué te parece si lo intentamos de otra forma? —Julián se acercó y le indicó que inclinara un poco el cuerpo, de forma que sus codos se apoyaran sobre las piernas y su barbilla sobre sus manos—. Así…
La dejó en esa postura y se alejó un poco para ver cómo quedaba ante la cámara. Hizo varias fotos y las observó mientras pensaba en otras con las que pudiera quedar bien retratada. Raquel se movió, irguiéndose y abriendo las piernas un poco. Apoyó las manos como pudo en el taburete y levantó la cabeza. Julián, sorprendido por la iniciativa de ella, miró a través del objetivo. El rostro de la chica estaba serio, pero el conjunto no estaba nada mal. Tiró varias antes de que ella bajara la mirada hacia él.
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Editado: 17.06.2020