Al día siguiente, Cristina y Marisa hablaban sentadas en el sofá del salón. La televisión estaba apagada y Raquel estaba en su habitación encerrada.
—Aún no he tenido tiempo de contarte nada, cariño.
Marisa sonrió.
—¿Sobre lo que le pasó a Ricardo? —Cristina asintió—. Ya sabes que no tienes por qué hacerlo, son cosas de familia.
—Pero tú ahora formas parte de ella también. Además, él me ha pedido que no le diga nada a Raquel, que prefiere contárselo él la semana que viene, que es cuando han quedado en verse. Por supuesto, yo no estaré con ellos.
Marisa cogió las manos de Cristina, acercó el dorso de ellas a sus labios y los besó. Después apoyó las manos sobre su propio regazo, ya que se encontraba sentada de lado, al igual que su pareja.
—Entonces, cuéntamelo si es lo que deseas —aceptó Marisa.
—¿Te parece bien que salgamos a tomar algo? Aquí podría oírnos Raquel —propuso Cristina.
—Está bien —accedió.
···
Julián observó las fotos en la pantalla de su ordenador. Tenía una habitación que había convertido en una especie de estudio, donde se dedicaba a editar las fotos de forma que quedaran lo mejor posible. También se encargaba de las citas en los momentos en los que no se encontraba en el local o para atender a las consultas que hacían en su página web. Pero en ese momento tenía toda su atención en las fotos de Raquel. De fondo se escuchaba una nueva canción de una de sus listas de Play Your Music. Le recordaba tanto a ella… Si cerraba los ojos casi podía ver su rostro y oler su perfume. Casi podía tocarla, de no ser porque la imagen se desvanecía al abrirlos de nuevo. Pasó su mano derecha por el pelo y después apoyó la barbilla en esa misma mano. El brazo se encontraba sobre el reposabrazos de la silla, en una postura que podría resultar algo incómoda durante más tiempo del debido.
Le sorprendió muchísimo que tuviera la iniciativa demostrada en las últimas fotos de la sesión. Semanas atrás, ni siquiera hubiera sido capaz de posar con la naturalidad que demostró en esos instantes. Ambos se habían sentido tan cómodos que podría haber sucedido cualquier cosa que sus corazones les gritaran. Cualquier cosa que les hubiera apetecido hacer. Sin embargo, ninguno de los dos había dado el paso por miedo. Un miedo irracional que ya no tenía sentido tras los últimos acontecimientos vividos entre los dos. Pero él no quería meter la pata con ella, no después de todos los avances que estaba viendo en Raquel. ¿Por qué tenían que complicarse tanto? Aunque, pensándolo mejor, ninguno de los dos había confesado nada sobre sus sentimientos. «Mis intenciones han sido claras con ella en los últimos días… Raquel debería intuir al menos algo…»—pensó. ¿Y él? ¿Qué pensaba él de las reacciones de ella? Quizá no estuviera tan seguro de los sentimientos de ella…
···
Tenía el dibujo en las manos y muchas dudas. La experiencia de la sesión fotográfica a solas con él había despertado en ella sensaciones que creía muertas. Lo observó, deteniéndose en su rostro, en sus ojos y en sus labios. Había quedado mejor retratado que la vez anterior, de eso no tenía la menor duda.
Estaba decidida, iba a dárselo. Con ese valor repentino, y temiendo que tan rápido como llegó se fuera, abrió la puerta de su casa y avanzó unos pasos hasta llegar a la de su vecino. Su cuerpo empezó a temblar y hubiera podido pasar desapercibido de no ser porque el papel que sostenía en sus manos se movía demasiado. Sin embargo, pulsó el timbre antes de que pudiera cambiar de opinión. Cuando le vio aparecer, su pulso se aceleró.
—Vengo a darte tu dibujo.
—Justo iba a pasarme por tu casa para decirte que ya tenía listas las fotos. Entra.
No pensaba hacerlo cuando decidió llevarle el dibujo, aunque hubiera cerrado la puerta por si se demoraba. Tampoco creía oportuno pasar, pero lo hizo. No quería dejarse llevar por sus sentimientos y no sabía cuánto podría contenerse para que no se notara lo nerviosa que Julián le ponía.
—Has quedado preciosa en las fotos, Raquel —dijo él mientras avanzaba por el pasillo y guiaba a su vecina hacia su estudio—. Debería hacerte sesiones de vez en cuando porque la cámara te adora.
Sintió que sus mejillas ardían, pero siguió andando hasta que Julián se detuvo, se giró y la miró. Ella hizo lo mismo y, tras la señal de su anfitrión, entró en el estudio. Se detuvo en medio de la habitación a la espera de que él entrara y se dirigiera hacia el ordenador, que era donde estaban las fotos. Julián se acercó a la silla y le ofreció a Raquel que se sentara. Tras hacerlo, sintió un suave empujón que la acercó a la mesa. Soltó el papel en ella para disimular un poco mejor todas las sensaciones que le producía estar con él. En la pantalla del ordenador vio una de sus fotos. Recordó los roces discretos y los acercamientos inocentes para que posara de una forma determinada y su cuerpo volvió a temblar.
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Editado: 17.06.2020