El miércoles de la semana siguiente, por la tarde, Marisa entró por la puerta con un papel en la mano.
—Cariño, esta tarde hay otra junta. Al parecer, la presidenta va a presentar una propuesta que todos tenemos que votar —anunció en cuanto cerró la puerta.
— ¿Qué será? —preguntó Cristina.
—Tendremos que ir para averiguarlo —respondió Marisa.
Ambas se acercaron y se besaron.
—Te he echado de menos, Cristi. —Marisa miró a los ojos a su pareja y acarició su mejilla con la yema de sus dedos. Después, pasó la misma mano por el pelo castaño de Cristina—. ¿Qué te parece si...?
Cristina no dejó que siguiera hablando, la besó en los labios y acarició los brazos de Marisa. Caminaron hacia el sofá sin dejar de mirarse y besarse. La castaña tumbó sobre el sofá a la rubia y la contempló con fervor, con ese amor que tanto se profesaban.
—Te amo —Cristina besó a Marisa en la nariz.
—Yo también te amo. —Marisa sonrió.
···
Raquel llegó antes a casa ese miércoles, pero no encontró ni a su madre ni a Marisa. Eso la extrañó, pero no se preocupó. Sabía que si no estaban en casa a esa hora era por una buena razón. Se sentó en el sofá y puso la televisión para distraerse un poco. A las nueve de la noche, Cristina y Marisa volvieron a casa.
— ¡Hola, cariño! —saludó Cristina a su hija.
—Hola, mamá. Hola, Marisa. ¿Dónde estabais? ¿Mucho trabajo en la cafetería?
—No, Marisa llegó con la noticia de que había una junta. La presidenta quería que todos votáramos a favor o en contra de que Julián organizara una exposición solo para los vecinos —explicó su madre.
— ¿Y qué salió en la votación? —curioseó Raquel.
— ¡Ha ganado el sí! —exclamó Marisa.
Raquel saltó en el sofá y se levantó para abrazar a su madre y a Marisa.
— ¡Cuánto me alegro por él! Me gustaría poder ver cómo son las fotos que hace... —comentó la chica contenta.
—Nosotras estamos deseando ver sus fotos, estoy segura de que es un gran profesional —expuso Cristina.
Raquel recordó la conversación que había tenido con Julián comparando la fotografía con el dibujo. Se dio cuenta de que metió la pata metiéndose con su trabajo, pero tampoco sabía que era fotógrafo. Sintió vergüenza y se tapó la cara antes de sentarse.
— ¿Ocurre algo, mi niña? —preguntó preocupada Cristina, sentándose a su lado y rodeando con su brazo los hombros de su hija.
—Soy idiota... ¿Recuerdas que estuve dibujando sus plantas tal y como te contó? Pues también tuvimos una conversación y fui tan tonta que me metí con su profesión.
—No creo que fuera para tanto... Seguro que él no lo tomó así —aseguró Cristina a su hija mientras miraba a Marisa con el gesto serio.
—Es cierto, Raquel —añadió Marisa para ayudar a su pareja. Se sentó al otro lado de Raquel y apoyó su mano sobre la rodilla de quien consideraba su hija—. Dudo mucho que alguien como él se tome en serio esas cosas. Además, dudo mucho que lo dijeras con mala intención. —Guiñó un ojo.
Raquel observó a las dos mujeres con una sonrisa.
—Quizá así sería como yo reaccionaría, ¿verdad? —opinó ella—. No le conozco lo suficiente para estar segura de que se lo ha tomado mal...
—Claro que no, aunque es normal que tengas esa duda. Hay personas que se toman muy a pecho las cosas, pero tú no eres así. Te lo aseguro —Cristina acarició el pelo de Raquel mientras hablaba.
Ambas terminaron abrazadas.
···
La tarde siguiente, Raquel se despidió de su madre y caminó por el pasillo en dirección al ascensor. Por el pasillo se cruzó con Julián, aunque en ese momento no recordaba su nombre. Su madre le había nombrado varias veces, también había hablado de él, pero Raquel no conseguía hacer memoria tan sumida como estaba en sus propios pensamientos.
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Editado: 17.06.2020