Pensó mucho en su propuesta. Era tentadora, pero estaba cansada y aún seguía dolida por los mensajes que había recibido. No había respondido a ninguno y no pretendía hacerlo, pero temía que en la soledad de su habitación las cosas cambiaran.
―Es una oferta muy tentadora, pero estoy cansada. ¿Te importa si lo dejamos para otro momento?
Él asintió e introdujo la llave en la cerradura. No se percató de la presencia cercana de ella hasta que notó que los labios de la chica se posaban sobre su mejilla derecha.
―Gracias de nuevo ―añadió ella―. Por todo.
Julián solo sonrió y se despidió de ella antes de cerrar la puerta. Raquel sacó sus llaves, volvió a su puerta y la abrió. Fue directa hacia su habitación; el día había sido largo y necesitaba descansar.
···
Al día siguiente despertó y miró al techo durante unos minutos. Era domingo y no tenía nada que hacer, ya que el viernes adelantó bastante del trabajo de fin de grado por la noche. Cogió el móvil y antes de desbloquearlo recordó lo sucedido la noche anterior en la discoteca. Sin embargo, ese mal pensamiento fue reemplazado por la petición de Julián que había sido capaz de rechazar. Cerró los ojos y en su mente vio claramente sus facciones, su barba perfectamente recortada y sus ojos marrones clavados en ella, como si lo estuviera viendo en ese momento. Abrió los ojos y se sobresaltó al verle allí, sentado en el extremo izquierdo de la cama.
― ¿Qué haces aquí? ―Miró por detrás de Julián y vio a su madre, que esbozaba una amplia sonrisa. De nuevo, Cristina había hecho de las suyas―. Mamá, ¿qué significa esto?
―Vino a preguntar por ti y le invité a pasar ―explicó.
Raquel ocultó su rostro bajo las manos, no por vergüenza, sino porque en su fuero interno había deseado volver a tenerle cerca. ¿Desde cuándo los deseos se cumplían tan rápido? Observó que su madre se marchaba de la habitación y cerraba la puerta con una sonrisa.
―Mi propuesta sigue en pie ―comentó él cuando se quedaron solos.
La chica se incorporó sobre la cama y contempló a Julián. La posibilidad de estar a solas con él le aterraba y apetecía por igual.
―No hace falta que sea hoy, puede ser cualquier día. No tiene fecha de caducidad así que, cuando tengas ganas de pasar un tiempo conmigo, puedes llamar a mi puerta ―insistió al ver que ella no decía nada.
―Lo tendré en cuenta. ―Sonrió.
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Editado: 17.06.2020