Makar
Cuando Makar miró el reloj, ya eran las once de la noche. Estaba trabajando demasiado. Cerró la tapa de la computadora portátil y se frotó la cara con las manos.
Hoy podría haberse ido antes. Alena voló a Tailandia, a Samui, para pasar dos semanas en un hotel balneario con un programa de desintoxicación y curación. Lo que significa que puede llegar a casa y tirarse a dormir sin siquiera cenar. No conversar, no escuchar. Él habló tanto hoy, que, al parecer, alcanza para tres vidas futuras…
"Desintoxicación, fitness, yoga y antiestrés en un entorno de lujo", es lo que Makar recordaba de los folletos que su esposa le leía durante la cena. Y él trataba de dormir, apoyándose contra la pared.
Mak inmediatamente dijo que no iría a ninguna parte, y escuchó varias acusaciones bien fundadas de que ya llevaban casados seis meses, y hasta ahora no habían tenido luna de miel.
Esto era verdad. Después de la ceremonia de bodas, viajaron a Mauricio por unos días y Makar insistió en que regresaran. Y luego todo el tiempo encontraba razones para no viajar a ninguna parte. Él mismo no quería admitir que todo esto se debía a una chica que se negó a casarse con él, lo rechazó y huyó con otro hombre.
Por tonto que parezca, todo el primer mes Makar esperaba que Eva regresaría. Que llamaría o incluso vendría. Por voluntad propia.
Finalmente, recobrando la sobriedad y descubriendo que Alena se había asentado en firme en su apartamento, la despidió cortésmente y se puso a esperar. Volvió a visitar a Bessonov, le pidió el número de teléfono de Eva en caso de que ella lo hubiera cambiado, pero él guardaba silencio y contestaba no a todo. Y Makar se rindió.
Alena siempre se mantenía en el horizonte. De repente, Makar descubrió que almorzaban juntos casi todos los días, luego comenzaron a cenar juntos también. Y una vez, Alena como si fuera en broma, pero con cierta amargura expresó que sería bueno si Rus y Eva supieran qué bien se sienten ella y Makar juntos. Le ofreció casarme. Para hacer abiar a sus "ex".
—Tú me amabas, Makar, — dijo en voz baja, dando vueltas por el borde de la copa con su fino dedo. — Creo que todavía me amas. Igual que yo a ti.
La noche terminó en el apartamento de Makar, para más precisión, en su dormitorio y a la mañana siguiente presentaron una solicitud de registro del matrimonio. Él pensó que su boda iba a ser cubierta por todos los medios de comunicación, así que Eva se enteraría. Y de una manera bastante idiota esperaba, en lo más profundo de su alma, que esto la lastimara de alguna manera.
"Te amo", así era como debía haber respondido a su pregunta, y entonces ella no se habría ido. Arrojando a la basura todo lo que pudiera hacerla recordarlo. Escondiendo el anillo que él le regaló detrás de un paquete de granos de café. Cambiando el número y poniendo a Makar en la lista negra.
No le hubiera importado que se quedara por compasión o por el sentido del deber. Incluso si eso no era cierto, ¿por qué no le mintió, idiota?
— Yo te amo, — le dijo una vez a Eva, quien lo miraba en silencio con su mirada incomprensible.
— Yo también te amo, Makar, — escuchó y se acercó a la chica acostada a su lado.
Solo después de recuperar el aliento recordó que estaba casado y que no era Eva quien acababa de gemir debajo de él, sino su esposa. Se levantó y se fue a la ducha, para lavar la insulsez y la repugnancia por sí mismo.
Nunca en su vida se había sentido tan recalibrado y desorientado. Después de todo, él lo hizo todo bien, ¿por qué entonces no lo abandonaba la sensación de que toda su vida estaba volando a la mierda? Y además encontró a su esposa llorando en la cama.
— Te me echaste encima como un animal, Makar, te dije que no lo hicieras. ¡Después tendré moretones por todo el cuerpo!
— Lo siento, — estaba realmente avergonzado. No por el hecho de que no se contuvo, sino porque todo eso era para otra.
Con aquella siempre todo estaba bien. A ella le gustaba todo lo que le gustaba a Makar, él lo sentía. Ahora tenía que elegir.
Su esposa era muy frágil y delicada. Le gustaba el sexo lento y tembloroso con juegos previos largos obligatoriamente. Le gustaba seducir a su esposo con ropa interior nueva y hermosa, cuando se encendían hermosas velas redondas y los cuerpos se movían maravillosamente en el reflejo de las superficies brillantes.
A Makar también le gustaba así. Algunas veces. Cuando no era necesario ponerse cerillas en los párpados para que no se le cerraran los ojos. Y esas noches eran cada vez más frecuentes, aunque Alena afirmaba que él se recargaba de trabajo a propósito, y que podría delegar fácilmente sus obligaciones al resto de los directores.
Makar mismo lo sabía perfectamente. Pero ese conocimiento no le servía de nada, porque él prefería considerarse indispensable. Y cuando volvía a casa tarde en la noche, sus únicos deseos eran ducha-sueño-sexo-sueño, estrictamente en ese orden.
A veces, ducha-sexo-sueño, pero de inmediato, sin velas ni ropa interior. Para luego despertarse, sosteniendo el cuerpo cálido y flexible en sus manos, y continuar, incluso sin despertarse completamente. A veces es posible ser animales, ¿por qué no?, siempre y cuando sea de común acuerdo.
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Editado: 23.05.2023