El nombre de cada estrella

CAPITULO 4

Transcurren los días con total normalidad, mi rutina durante esta semana se basa en levantarme, salir a correr un rato en la mañana, llegar a casa, arreglar un poco (aunque no haya mucho que hacer), subir a la azotea un rato el libro que Claudia me presto, el cual me ha puesto a pensar mucho sobre el significado del amor, el romance y la vida en general. Uno de los versos que más me gustaron fue uno que decía:

“El ser humano y su rara incapacidad para soltar lo que sabe que no le pertenece.”

Es increíble, pero contiene demasiada verdad aquella frase, muchas veces nos aferramos a lo que no es nuestro, a lo efímero, a lo momentáneo. El tiempo es el único que nos acompaña siempre, a donde vayamos, con quien estemos, sin importar lo que hagamos el tiempo está ahí; sin embargo, tampoco podemos decir que nos pertenece, más bien nosotros le pertenecemos a él. Él es una constante en la vida de todos, a diferencia de nosotros que nos limitamos. Algo similar a las estrellas fugaces, para nosotros es eso: fugaz, momentáneo y quizá hasta lo olvidemos, pero ¿nosotros que somos para ellas? Algo repetitivo, algo que siempre ocurre, que permanece ahí. Entonces tomando como comparación eso, podemos notar lo insignificantes que somos para el tiempo, lo más acertado es vivir y vivir sin temor. Al fin y al cabo, somos momentáneos.

Todas las tardes me dirijo a mi trabajo donde ya he establecido una amistad un poco más cercana con Marco. Hablo de vez en cuando con Henry y aun no escribo mi respuesta a la carta de Mateo, me acompleja mucho no poder escribir de tal manera que pueda marcar o dejar una huella significativa en alguien, por eso pospongo vez tras vez la emisión de una respuesta al escrito de Mateo.

Pasan las horas y los días hasta que llega lo más esperado: el primer día de clases. Tengo que estar 8 am en la universidad, así que me levanto temprano, me ducho y me visto con la ropa que deje escogida la noche anterior, desayuno mientras me arreglo un poco y verme decente. Me miro al espejo antes de salir y parece que no me falta nada. Tomo el autobús y mientras este avanza me pongo más ansiosa y los nervios me consumen, pero trato de mantener la calma.

Por fin llego a mi destino y veo a varios estudiantes en la entrada, camino hacia ellos en busca de alguna guía sobre a donde debo ir. Le pregunto a un chico pelirrojo que está conversando con otra chica:

-Hola, que tal. Mi nombre es Anne, quería saber si me puedes ayudar a buscar mi facultad, soy estudiante de Psicología. -la chica junto a él hace una mueca de disgusto, pero no dice nada.

-Hola Anne, claro no hay problema. Vamos te acompaño-se despide de la chica, la cual no duda hacerme notar nuevamente su desagrado, pero la ignoro. Empezamos a caminar por el campus en dirección hacia donde debo recibir clases. -´Por cierto, mi nombre es Adam, un gusto.

-Igualmente Adam, gracias por tu ayuda.

-No hay de que, todos hemos sido nuevos en algún momento, debemos ser empáticos.

Mientras caminamos noto lo grande que son las instalaciones, varios edificios, jardines, oficinas. Nada comparado a mi anterior vida estudiantil en la secundaria, pero todo esto me causa emoción y a la vez un poco de miedo. Llegamos a un edificio donde dice en un gran letrero “Área de Psicología”.

-Llegamos Anne, aquí está tu lugar.

-Muchas gracias Adam, de verdad gracias.

-No te preocupes, si necesitas algo te comento que suelo pasar en el edificio de allá- me indica señalando el lugar que está a unos 100 metros de aquí- estudio Arquitectura, mi área se encuentra allá por si necesitas algo. -me ofrece amablemente.

-Claro, lo tomare en cuenta. Nos vemos luego.

Entro y puedo notar lo sofisticado que es este centro de estudios es bastante sofisticado e interesante. Busco mi aula y es un auditorio muy grande, hay un proyector donde se ven algunas diapositivas, hay varios chicos sentados cuando llego y al parecer algunos ya se conocen, eso me hace sentir un poco excluida, porque de por si me cuesta hacer amigos y ver a todos así siento que lo complica un poco más. Pero me decidí a hacer un cambio, dejaría atrás mi timidez, me siento a lado de una chica rubia, la cual se sorprende un poco al verme ahí, pero me regala una sonrisa de boca cerrada lo que me invita a sentarme con comodidad.

Llega el profesor de la primera clase “Psicología General”. Pasan aproximadamente 2 horas hasta que culmina el profesor con su catedra, veo la hora en mi celular y son las 10:05am. Mi próxima clase es a las 11, tengo una hora libre y no sé qué se supone que deba hacer. La chica rubia con la que me senté me habla:

- ¿Hola, no hubo tiempo de hablar durante la clase, mi nombre es Mérida y tú?  - me pregunta.

-Anne, un gusto.

-De igual manera, te note un poco ansiosa, pero no te preocupes. Es el primer día para todos, solo que ya sabes, a algunos se les da mejor que a otros hacer amigos. - me dice.

-Lo entiendo, ¿tú ya conoces a alguien más de aquí? - digo curiosa.

-Jaja si, a el- me señala a un chico alto que usa lentes- su nombre es Patrick, y a ella- me señala a una chica de cabello lila sentada en la última fila- ella es Lidia.

Patrick se acerca a nosotras con una gran sonrisa:

-Mérida, ¿vamos a comer algo? - y luego nota mi existencia- ¿y tú eres…?

-Anne, mi nombre es Anne- digo de forma apresurada.

-Ok Anne ¿nos acompañas? -dice Patrick.

-Claro, no hay problema.

-Listo, vamos por Lidia que parece que se va a dormir allá sola.

Vamos donde se encuentra Lidia, la cual lleva puestos unos lentes de sol, se los baja un poco y me observa de pies a cabeza.

-La nuevita ¿Quién es? - pregunta.

-Su nombre es Anne- le responde Mérida.

-Vamos a comer algo antes que empiece la próxima clase- le dice Patrick a Lidia.

-Vamos, no he desayunado nada aún. - responde Lidia tocándose el estómago.




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