Remus
Ella aparentaba ser fuerte, pero era frágil, y más de lo que yo creía. La observaba atento a cada movimiento suyo desde el balcón de su habitación. Lleva horas sentada en el césped del jardín, observando hacia la nada.
No me he querido acercar para darle su espacio, nos encontramos solos desde la mañana, mamá había decidido irse de compras con la madre de Lía, para según ella se distrajera. Realmente no he visto tan afectada la madre de Lía a decir verdad no me da buena espina, sin embargo, no se lo digo, no creo que le guste escuchar eso de su madre.
Realmente, ni a mí me gustaría escuchar eso de mi madre. Desde mi punto de vista se va tan pacifica, pero es todo menos eso. Los colores nostálgicos pintan la tarde, las nubes grises indican que pronto lloverá, a decir verdad, hoy no ha sido un día bastante alegre, solo ha sido opaco, para describirlo de alguna manera.
Pero a mí me gustaban los días así, yo les llamaba días neutros.
Desde lo que pasó con Edward, no me he acercado a ella, y él tampoco lo hará. Ese día me tomó por sorpresa que estuviera ahí, se supone que era un día en que pasaríamos solo ella y yo, no algo romántico, porque no soy de esas cursilerías.
Hace unos meses la conocí, o quizás ya lo hacía desde antes, creo que eso lo sabremos después.
Miro como ella se levanta de su lugar, se vuelve hacia mí y me saca su dedo del medio, al parecer ha notado que la veo desde acá. Una sonrisa se escapa inconscientemente de mis labios.
Ella se adentra de nuevo a la casa por la puerta de la cocina, minutos después no tarda en aparecer por la puerta de la habitación que mi madre les asignó para que durmieran los días que estuvieran aquí.
—¿Qué haces aquí?
—¿Esa es tú manera de saludarme? — cuestioné divertido. — Esta es mi casa, ¿lo recuerdas? Puedo entrar en donde se me venga en gana.
—Me has ignorado por un día, evitándome a toda costa, ¿crees que te voy a saludar?
Me acerco a ella amenazante, sin embargo, no se intimida. Me encanta. Es bastante curioso cómo me atraen las mujeres difíciles e inteligente.
—En realidad sí, es de buena educación hacerlo. — Comenté con cierto tono divertido en mi voz, me es divertido enfadarla. — Eres muy maleducada.
—Pues tengo la misma educación que tú, ahora sal de aquí. Quiero descansar. — su voz suena un poco cansada, sin embargo, me divertiré un poco más. — ¿Puedes irte?
—No, tengo una mejor idea. ¿Por qué no mejor descansamos juntos en mi cama? — cuestioné, ella tarda unos segundos en entender lo que quiero decir, pero se queda callada. — ¿Te gusta la idea?
—¿Me estás proponiendo cosas indecentes, y lujuriosas?
—Puede ser, o quizás no. Pero si quieres podemos probar, de todas formas, estamos solos. — Me acerco a ella peligrosamente, me mira con intensidad, agarro su cintura para acortar la distancia entre nosotros. — ¿Qué dices?
—Ni en tus sueños más salvajes, idiota. — Se suelta de mi agarre para dirigirse a la cama, y sentarse en ella a quitarse los zapatos.
Ahora la veo más detalladamente, su cabello castaño está atado en una trenza, su piel está un poco pálida y las ojeras en su rostro son bastante evidentes. Ella no estaba así el día en que salimos.
—¿No has comido, cierto? — Niega ante mi pregunta, con razón está tan pálida. Ahora con esto mis bromas se acabaron. — ¿Desde qué día?
No contesta, y el silencio dice más que mil palabras. La dejo en la habitación, bajo a la cocina para traerle algo de comer, busco algo en la nevera. Me decido por una manzana, y un emparedado.
Saco las cosas necesarias de la nevera, me dispongo a prepararlo. Para no entrar en detalles, luego de terminar lo pongo en el microondas para calentarlo, termino de hacerlo y vuelvo a subir a su habitación.
Al volver me encuentro con una Lía dormida en la cama, ella duerme profunda y plácidamente. Dejo el emparedado en la mesilla de noche, y me quedo observándole unos minutos, es preciosa. Este es el estado en que ella nunca suele estar, normalmente tiene un temperamento bastante pesado, por decirlo de alguna manera. Se ve tan tranquila, y me gustaría perturbar su paz con mi oscuridad.
Pero ya eso lo hice hace tiempo, su peor error fue acercarse a mí. Inconscientemente cayó en mis manos, sin saber lo peligroso que podría ser para ella. Lía creía que era oscuridad, pero en realidad estaba lejos de serlo, sin embargo, se acercó a mí, cayendo en mi trampa, y consigo siendo envuelta por un monstruo, metiéndose en un laberinto sin salida.
Sin querer yo también me había metido en sus redes desde que la conocí hace bastante tiempo, esa fue mi perdición. No voy a decir que estoy enamorado de ella o quizás si lo estoy, por el momento es solo atracción física o quizá me cautivo su personalidad, pero la verdadera pregunta es, ¿quién no se cautiva con ella?
Dejo de verla porque sé que si lo sigo haciendo me quedaré lo que queda del día aquí, salgo de la habitación para dirigirme a la mí, que justo está a la izquierda de la misma. Abro la puerta, y las paredes grises no tardan en recibirme, la luz del sol se adentra por la ventana que tiene vista al bosque.
Editado: 19.01.2023