Mariel no pudo contener la emoción ante el dulce gesto desinteresado y espontáneo de Rufina, que no solo le entregó un pañuelo, sino que, también, se la quedó mirando mientras le decía, ya te va a pasar, ya te va a pasar. Esa actitud la hizo llorar más a Mariel hasta que ese llanto se transformo primero en risas y luego en sonoras carcajadas, Rufina también reía mientras miraba a su padre, quien seguía siendo un espectador de lujo.
—Viste lo que te dije de Copitelli, lo que piensa de los hijos—le dijo Mariel.
—Si...
—Yo un poco pienso eso, pero te aseguro que esta nena es la más linda del mundo.
Isidoro sonrió mientras acariciaba tiernamente la cabecita de Rufina.
—Bueno... vos te casaste, tuviste esta belleza... ¡y los demás, en que andan?¿Tu vieja? ¿Jorge? ¿La tía Rosa?
Isidoro hizo un gesto como de agobio, era mucha información, pensó.
—Y... en diez años pasó de todo... ¿tenés tiempo?
—Todo el tiempo del mundo.
Isidoro le contó que su madre había fallecido hacía unos tres años, que la depresión la había llevado a un estado casi de zombi, como ausente.
—Lo lamento mucho, Isi. Se lo que la querías.
—Sí, fue muy duro, pero con el apoyo de mi mujer y la nena fue todo más fácil.
—Sí, menos mal que tenías a ellas dos. Y Jorgito te habrá apoyado.
Isidoro hizo un largo silencio. A Mariel se le transformó la cara.
—No me digas que el también...
—No, el está vivo y coleando... bue.. es un decir, está preso.
—¿Preso? Pero... ¿como?
A Isidoro le costaba mucho hablar del tema.
—Bueno, después de estar internado no quedó bien. Se puso malo, cambió mucho. Estaba muy agresivo todo el tiempo.
—Sí, recuerdo eso.
—Una noche fue al sanatorio donde estuvo internado, esperó en la esquina al enfermero que lo había maltratado y lo mató de no sé que cantidad de cuchilladas. Primero lo internaron en un neuropsiquiátrico después lo trasladaron a una unidad penitenciaria, que es donde está actualmente.
Mariel no podía creerlo, quería que fuera una broma, pero sabía que Isidoro nunca haría un chiste con eso.
—No lo puedo creer, pobre Jorge... —dijo llorando desconsoladamente Mariel — ¿,Lo vas a visitar?
— Sí, pero es muy complejo todo; él está medicado, se ve que no siempre le dan la medicación, entonces hay veces que voy y está todo bien y otras veces se pone muy agresivo.
— Increíble, tan buen tipo que era.
— Sí, incluso una vez intentó matarme…
— No lo puedo creer, lo mal que estaría para llegar a esa situación, si ustedes son como hermanos.
— Lo que pasa es que él aparte de quedar mal, cuando estaba internado escuchaba todo, yo alguna vez dije que ojalá se muriera si iba a estar así… obviamente lo dije con todo el dolor del alma pero pensando en él; igual nunca me entendió… y me lo echaba en cara todo el tiempo.
— Y para vos debe haber sido terrible eso.
—Sí, lo fue, y todavía lo sigue siendo. Te cuento como fue lo de la noche que casi me mata…
— Bueno, si no te hace mal el recuerdo.
—No, no me hace mal, ya lo tengo superado. Una noche me desperté de la nada y justo vi que entraba Jorge a mi habitación con un cuchillo en alto, dispuesto a clavármelo, me puse de pie rápidamente y sacando fuerzas, no sé de donde, porque convengamos que Jorge siempre fue más fuerte que yo, pude abalanzarme sobre él y quitarle el cuchillo. Esa noche lo eché de casa.
— ¡Qué momento horrible!
—Sí, y dos días de ese horrible episodio mató al enfermero.
—¡Qué vida de mierda! Pobre Jorgito.
— Al enfermero lo esperó en la esquina de la clínica, según unos testigos, Jorge al principio lo saludó amablemente, se abrazaron y, ahí no más, empezó a acuchillarlo como un loco.
Mariel se puso a llorar y se abrazó fuerte a Isidoro que, también, a pesar de ser duro para el llanto, derramó alguna lágrima un poco en honor a su gran amigo.
—Bueno, mi vida una mierda, la tuya tuvo sus tristezas y tragedias, pero con esta belleza que tenés te olvidás de todo.
—La verdad que sí, me tiene loco de amor.
—Y Jordana, te tiene loco de amor, también, imagino.
Isidoro no esperaba ese estiletazo de Mariel, se puso un poco incómodo porque la nena estaba ahí y que, como todos los chicos, escuchaba todo. Por la cabeza de Isidoro pasaron mil imágenes, palabras y respuestas posibles. Por primera vez en años comenzó a dudar de su sentimiento hacia Jordana.
—Bueno, te cuento… —empezó, Isidoro nervioso— Jordana trabajó bastante tiempo de modelo, y ahora tiene su propia agencia. Tiene mucho desfiles en el interior, y este fin de semana, justamente, se fue a Mendoza, y yo me quedo con la nena.
Mariel notó que Isidoro la tiró al corner, pero igual se percató del nerviosismo de Isidoro, eso le daba una esperanza, chiquita, pero esperanza al fin. No se imaginaba a Isidoro abandonado a su mujer y, sobre todo, a su hermosa hija. Pero Mariel venía por todo.
Isidoro vio en Mariel una cierta mirada impregnada de malicia, pero no de esa malicia hiriente, sino aquella que pergeña algo que es de difícil resolución pero que se hará todo para lograr.
Se hizo un largo silencio; a Isidoro lo incomodaba más el silencio de Mariel que sus palabras.
—Bueno, te voy a contar una buena...—dijo Isidoro para romper ese espeso clima que se había apoderado del ambiente.
—Sí, salgamos de esta tristeza.
—Tía Rosa sigue con Don Tránsito, felices, adoptaron dos mellizos divinos, un nene y una nena: Mateo y Merlina.
—Mateo es mi novio—dijo la dulce Rufina.
—Vos no vas a tener novio hasta los cuarenta años —le dijo Isidoro haciéndose el enojado.
Rufina rió a carcajadas mientras se acomodaba al lado de Mariel como buscando una aliada.
—A mal puerto vas por leña, Rufina. Yo en las lides del amor he sido y soy un verdadero fracaso.
—¿Qué es lides?—preguntó Rufina.