El oso (segunda parte)
Capítulo 36
Isidoro subió al remis que lo llevaría al encuentro con Mariel. Su cara de sorpresa era tal que hasta el chofer se sorprendió y le preguntó que le pasaba. Isidoro se hizo el tonto y solo le contestó que había dormido mal. En el viaje no podía parar de pensar en Copitelli, en el gordo Fernández. Se arrepentía de haber “metido” el oso de peluche en la casa de Mariel y Copitelli. El que pensaba que iba a ser como un caballo de Troya para conquistar a su amada, pero por ahora había resultado ser un arma letal que lo había destruido a él mismo. No podía lidiar con lo que había visto, con lo que había oído y ahora, para peor, iba al encuentro de Mariel, y él sabía que lo mejor era no contarle nada. Llegó a la confitería donde tendría la cita, bajó del auto, no la vio a Mariel a la esquina y entonces entró al lugar del encuentro. Se pidió una cerveza y le mandó un mensaje a Mariel. Le contestó que estaba solo a dos cuadras. A los pocos minutos Mariel entró a la confitería, Isidoro la vio más linda que nunca.
– ¡Qué linda que estás! – le dijo tímidamente y titubeante Isidoro
– Yo soy linda. Ja ja ja ja ja ja. Chiste. ¿Vos como andás? Estás pálido.
Isidoro la miró a los ojos y aprovechó que detrás de Mariel había un espejo, se observó por unos instantes y se percató de su extrema blancura.
– ¡Ja! Necesito un poco de sol, tenés razón estoy re blanco.
– Pero te queda bien, te hace juego con tus dientes.
Isidoro se rio de una carcajada sonora y exagerada. Mariel se pidió una cerveza mientras Isidoro se pedía otra; la anterior la había durado nada, se la tomó rápidamente para que, al menos por efecto del alcohol, le subieran un poco los colores a su cara. El mozo los atendió rápidamente y les sirvió los dos chops bien helados. Mariel propuso un brindis que Isidoro acepto con fina elegancia.
– ¿Y por qué brindamos? – preguntó Isidoro.
– Y… por nosotros…
– Bien
– Por nuestra amistad…
– Está muy bien eso también.
– Y por mi casamiento. Y por Copi.
Isidoro levantó bien alto su vaso y brindo con fuerza, casi con bronca. Mariel se estremeció pero solo lo tomo como una gracia. Isidoro sabía disimular su enojo.
– ¿Y qué onda el sexo? – inquirió Isidoro.
– ¿Qué? ¿Qué sexo?
– El sexo con tu futuro marido. Es bueno, lo hacen seguido, te gusta, te calienta mucho. Él se calienta mucho…
– Bueno, bueno, bueno… me parece que te estás pasando de la raya, amigo.
– Pero bueno, justamente como somos amigos podemos hablar de estos temas. O no crees en la amistad entre el hombre y la mujer.
– Claro que creo, lo que pasa es que vos venís con otras intenciones…
– No, no tengo ninguna intención más que hablar con vos y saber cómo estas, si sos feliz, si él te hace feliz…
– Ay, querido Isi. Te conozco.
– Bueno, si no querés hablar del tema hablaremos de otra cosa.
– Dale, hablemos de otra cosa. Igual hay algo que realmente me molesta de Copi.
– ¿Qué? ¿Algo sexual?
– ¡Ja! Sos tremendo, Isi. No, no es algo sexual. Es algo mucho más importante, a las mujeres nos gusta que nos escuchen. Vos sabés escuchar.
– Si, a veces.
– A mí siempre. Lo que pasa con Copi es… que no lo veo que me escuche con atención, es como que yo habla y parece que poco le importa.
– Amiga mía, eso lo sabe todo el mundo. Copitelli es el típico hombre que pone cara de nada, hacen que escuchan y lo único que esperan es un alto en relato de su interlocutor para hablar ellos.
– ¡Es tal cual! Parece que vos fueras la pareja de él.
– No, paso. ¡Ja! A mí me gustan demasiado las mujeres.
– ¡Ja! A él también.
– Se…
Isidoro se mordió los labios para que de su boca no saliera nada de lo que sabía de Copitelli, no le parecía justo confesarle a Mariel lo que había visto furtivamente con ese oso del demonio que había ingresado a la casa de ellos como un caballo de Troya que ahora lo estaba derrotando a él.
– Te quedaste pensando en algo…Isi, te conozco…
– Sí. Pero es muy complejo. Me quedé pensando en el amor.
– ¿En general?
– Sí, en general. Somos tan raros los seres humanos. Nunca sabemos muy bien lo que queremos, y cuando logramos algo es como que ya estás, es como que disfrutamos el camino y no tanto la llegada. Ya tenemos lo que queremos y no lo cuidamos…
– ¿Eso lo decís por Copi?
– Lo digo por todo el mundo. Hay que valorar más lo que tenemos. Es como cuando compramos algo que nos gusta, que teníamos en mente hacía tiempo y no lo podías comprar por h o por b, por no tener plata o por lo que fuera. Una vez que lo tenemos lo cuidamos… al principio, después que ya sentimos que es nuestro lo descuidamos. Bueno, yo creo eso. Hay que cuidar nuestras cosas, hay que cuidar lo que sentimos y a la gente que queremos.
– Es hermoso lo que dijiste, Isi. Y tenés razón.
– No sé si tengo razón, es lo que veo, lo que siento. Y también me ha pasado. A veces pienso en el amor y pienso que es tan perfecto, tan profundo, que aún no ha habido ningún poeta que pudiera describirlo con las palabras justas, con las palabras que se merece, con las palabras que le haría justicia. Y no solo hablo del amor de pareja. Hablo del amor en todas sus formas.
– ¡Qué poético y profundo estás hoy, Isi! Me gusta cuando hablás así.
– Me alegro que te guste, pero nunca olvides que también se escuchar y que te escucharé siempre que vos quieras. Escuchar es un arte que no todos comprenden ni pueden desarrollarlo.
Continuará.