"El Paraíso de los Santos Varones" Gay lgbt

V

En ese momento, sentado sobre los escalones mientras que fumaba un cigarrillo pude observar a una persona que creí conocer, recordaba aquel rostro, lo había visto en mis sueños en reiteradas ocasiones, fue así que comencé a caminar, necesitaba estar seguro de quien se trataba, una vez que llegue a los escalones, levantó la mirada hacia mi.  
- Tomás!- dije mientras que las luces de los fuegos artificiales iluminaban la torre del campanario. 
-Dante? -preguntó frunciendo el ceño algo asombrado.  
-si soy yo, pero que haces acá? cuantos años han pasado!  
-Dante!! - rápidamente apareció una sonrisa en su rostro y se puso de pie-  muchos años, tal vez unos 8 quien sabe.  
-te vez algo cambiado... tu cabello sigue siendo el mismo! - dije haciendo un ademán con mi mano y sonreí. 
-y que ha sido de aquel pequeño en la playa? Has crecido, te has convertido en un hombre!-agregó mientras me observaba de pie a cabeza. 
-voy a cumplir 20 en poco tiempo...  no pensé volver a verte!  
-pues me verás a menudo, me he establecido en Puerto San Blas, pondré en funcionamiento los olivares.  
-los has comprado?  
- no aun, pero pronto lo voy a hacer, estoy tramitando la compra de la estancia, por momento, me encargaré de la producción. 


Durante un tiempo, mientras mi vida transcurría desde la niñez a la adolescencia, Tomás había ocupado los lugares más oscuros de mis pensamientos, jamás había podido olvidar esa vez cuando nos conocimos en la playa, en aquella época lo buscaba cada vez que iba a las rocas, imaginaba verlo aparecer frente a mi como un semidiós, iluminado de pie a cabeza y desprendiendo los siete rayos desde el centro de su cristo interior tal como un Santo de la iglesia, un Santo desnudo frente a mí. Nunca le conté a Félix el impacto que me produjo la desnudez de Tomás que de improviso quedó cristalizada para siempre en mi memoria. Cuando me acostaba por las noches con Félix a mi lado y luego de haberse dormido, repasaba en mi mente todo lo vivido en aquel día y no faltaba oportunidad que apareciera la imagen de Tomás en aquellos pensamientos y en ese momento, mi imaginación volaba por innumerables rincones nunca explorados.  

-Dante vení con nosotros, iremos a caminar! - la voz de Félix se oyó y Tomás pudo ver como Félix alzaba su brazo tratando de captar mi atención.  
-tu amigo te espera! - me dijo finalmente.  
-nos veremos en otra oportunidad?  
-desde luego, ya sabés donde encontrarme.  

Pasaron algunos días después de la noche de navidad y de aquel encuentro inesperado con Tomás. La brisa de la mañana entraba por la ventana abierta de la habitación, desde la sala principal podía oírse el murmullo de mi madre y tía Luisa que desde horas tempranas no dejaban de hablar acerca de lo que estaba sucediendo en el país, una vez más, las Fuerzas Armadas habían desplazado al gobierno elegido de forma democrática, lo mismo había sucedido cuando Francisco fue enviado a la guerra de las Islas. 

Cuando salí de mi cuarto, Félix aun dormía en su cama, lo cubrí con la sabana y desplacé las cortinas para que la luz del sol no ingresara, Ámbar preparaba la canasta con pan casero y unos refrescos, durante la mañana pasaría unas horas de campo con Magdalena, una de las nietas de Valentín. Ellas se habían conocido el día del almuerzo con los niños en la parroquia y desde ese momento se volvieron amigas.  
Magdalena era la mayor de cuatro hermanos y tanto sus padres como Valentín eran los dueños del hostal del pueblo, era una chica sumamente agradable de blanca sonrisa, cuando lo hacía se le formaban pequeñas muescas en sus mejillas, mi madre siempre decía que los hoyuelos son atributos que revelan la fertilidad de las personas, su cabello parecían finos rayos de sol que eran movidos con apenas una leve brisa, la gente del pueblo decía, que en realidad,  Magdalena era hija de Valentín, pero eso nadie lo sabía, eran solo habladurías que iban y volvían entre los vecinos de Puerto San Blas, lo que nadie hubiera imaginado que un año después, en una fría mañana de junio, todos se encontrarían acongojados cuando su cuerpo desnudo fuera encontrado flotando en la laguna. 


En horas de la tarde, ingresaron por la calle principal de Puerto San Blas dos camiones del ejército con más de 20 soldados, desde la escalinata de la iglesia pude observar como se detuvieron en el hostal, Valentín salió al encuentro, de uno de los camiones descendió un oficial, el hombre llevaba puesta una boina color negra y una duvet verde que a pesar del calor sofocante en ningún momento se la quitó, Valentín le extendió la mano y ambos se saludaron cordialmente. Permanecieron conversaron unos minutos y luego el militar se acercó a los camiones y al dar la orden, los soldados comenzaron a descender cargando grandes y pesadas mochilas de campaña sobre sus espaldas.

  
-tal parece que han llegado para quedarse, al menos por un tiempo, hasta que puedan reorganizar la capital - Fueron las palabras de Renato.  
-no sabia que estabas acá- 
- no olvides que la parroquia es mi hogar, siempre me encontrarás acá - me dijo esbozando una sonrisa. 
Me quede sin palabras por unos segundos mientras que él permaneció a mi lado observando como los soldados descargaban de los camiones los equipos, desde la noche de navidad no había regresado a la parroquia, tal vez por el miedo a enfrentarme cara a cara con él,  tal vez era aquella propuesta lo que me impedía ocuparme de mis obligaciones como acólito del templo, no porque me sintiera enojado con Dios, sino porque sentía que Renato me estaba proponiendo algo que no me encontraba dispuesto a concretar, me sentí herido en lo más profundo, posiblemente alejarme de la iglesia podría significar la mejor opción, pero donde ir si todo mi mundo giraba en torno a Puerto San Blas o sería mejor dejar pasar un tiempo para volver a ver a Renato con el amor que estaba acostumbrado a hacerlo.  
-querés pasar? -me preguntó desde la puerta.  
- será mejor que me vaya, Félix debe estar preguntándose por mi! - 
-querés hablar de eso?  
-no quiero hablar de nada, todas las respuestas a mis preguntas están adentro mío. 
-puedo ayudarte!, siempre has confiado en mi- volvió a hablar casi implorando.  
-no intentes tratarme bien, necesito estar solo.  -está bien, pero sabés que acá estaré para cuando me necesites.- 
 




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