El pequeño Eddie

3

     Oliva despertó perezosamente entre las blancas y arrugadas sábanas de la cama de una habitación desconocida, descubrió que estaba desnuda y entró en completo pánico, se levantó de un salto e intentó percibir alguna herida en su cuerpo o algún indicio que le dijera que algo estaba mal, sin embargo lo único que sintió fue un ligero mareo y la sensación de haberla pasado bien la noche anterior, tenía resaca y la desventaja de no recordar nada acerca de las últimas 12 horas. Al pie de la cama se encontró con varias botellas vacías y una nota que rezaba: "La pasé muy bien. Con cariño, Ana" Arrugó el entrecejo al leer aquello en tinta azul y como sello un beso con labial rojo, al parecer la noche anterior estuvo llena de delitos que a nadie debía contar. Se vistió lo antes posible y tomó sus cosas, percatándose rápidamente de la ausencia de su móvil.

–Demonios. – maldijo – Mi teléfono.

* * *

     Dan seguía tecleando cosas en su ordenador portátil mientras el celular ajeno sonaba y sonaba sobre el escritorio a un lado de él, era Leila, llamando. Exhaló con fastidio y cortó la llamada, procediendo a escribir un texto como mensaje en respuesta: "¿no te bastó lo que viste? Sí que eres masoquista." Enviado, recibido y de regreso una respuesta: "¿por qué me hiciste ésto? No sabes lo mal que me hace sentir. ¿Qué pasará con nosotras?"

     Dan seguía respondiendo a nombre de Olivia: "nada, no pasará nada, lo nuestro en ningún momento iba a dar frutos, eres una ilusa". Leila respondió: "¿no me amas?". Dan sonrió antes de teclear: "¿también te creíste eso de amarte? Pensé que eras más lista. No, Leila, no te amé, no te amo. No vuelvas a fastidiar."

     Dejó el móvil de un lado y procedió a encarpetar fotografías con pruebas del delito cometido hacia el infante que ahora estaba en en proceso de rehabilitación por agravios físicos graves.

     Después de terminar de ubicar en perfecto acomodo las evidencias del caso anterior, comenzó a verificar los papeles y pruebas a favor de otro de sus clientes a quién le correspondía defender. Era extraño el acontecimiento, poco común y si pudiera decirse, sin explicación lógica. Hace algunos meses cuando escuchó acerca de esos sucesos lo creyó parte de otro sabotaje por parte de algún asesino en serie que quería llamar la atención de la comunidad y el país entero. Ahora las evidencias se hacían más visibles ante sus ojos y los ojos de casi medio país, puesto que el gobierno nacional se había encargado de evitar a toda costa que esa información se hiciera masiva, pues, no era conveniente un pánico colectivo. Ya era inútil tratar de esconder aquello, los asesinatos eran más seguidos, sacerdotes y demás personal cristiano de distintas religiones eran asesinados, incluyendo familias enteras, ahora era bastante estúpido creer que esto era causado por una sola persona. Un gran porcentaje de la población eran atemorizados en esos tiempos gracias a eso; él por su parte, no tenía temor ni la menor pizca de miedo, su posición atea lo dejaba permanecer tranquilo, enfocado únicamente en sus objetivos personales.

     Ahora debería interrogar ante el juez con cara de pocos amigos, al cliente en cuestión, tras el estrado que le correspondería. Sinceramente estaba convencido de la inocencia de su cliente, los lugares en los que estuvo presente durante el hecho criminal no coincidían cómo para ser válida una acusación directa. Ambos padres de este joven fueron brutalmente asesinados, lo más grotesco de todo es que los presuntos autores del hecho hicieron que sus víctimas ingirieron a la fuerza las páginas de una biblia. Justo cuando estaban a punto de morir, el cliente de Dan llegó a casa, pero sus intenciones de prestar los primeros auxilios fueron en vano, las víctimas del hecho estaban demasiado lastimados como para sobrevivir, fue entonces cuando los vecinos acudieron al lugar, señalando entonces al joven como culpable.

     El cliente de Dan ahora permanecía con esposas en sus manos, tras las rejas de un calabozo. Era comprensible que el joven fuera señalado como culpable, pues, según él y sus acusadores testificaban que la relación con sus padres no era del todo buena, las discusiones eran frecuentes debido a la rebeldía de éste. El joven de largo cabello teñido de negro tuvo que abandonar su pueblo de origen y solicitar la ayuda de un abogado en la capital del país.

* * *

     Leila arrojó su celular al suelo después de recibir aquellos mensajes de texto, volteó cuanto objeto se encontraba en su ubicación habitual haciendo un completo desastre a su alrededor, no quería comunicarse con nadie, quería estar sola, quería golpear algo. Su llanto era prolongado y la pared atajó los puñetazos que con furia le propinaba repetidas veces. Entonces acomodó sus trastes en una maleta de viaje, se largaría de allí, esa ciudad ya no era buen lugar para vivir, ya nada servía si la mujer de su vida la despreciaba deliberadamente aún cuando ella quería arreglar las cosas entre ambas.

     Decidió irse a su pueblo natal, la relación con sus padres no era muy buena desde que confesó abiertamente ser bisexual a sus 17 años de edad, de modo que al llegar rentaría un apartamento con los ahorros que tenía hasta ahora por su trabajo, no le explicaría a su jefe el por qué de su renuncia, ni al dueño de su actual apartamento el motivo de su partida, entregaría las llaves y se largaría.

 



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En el texto hay: miedo, sangre, suspenso

Editado: 01.03.2020

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