Esa misma mañana Dan recibió una llamada del hospital infantil. Su corazón dio una sacudida antes de contestar:
–Buen día, – pausó – diga.
Esperó algunos segundos antes de arquear las cejas, alegre, sonrió con evidente satisfacción.
–Efectivamente es una buena noticia – reconoció – ya voy para allá.
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Aparcó en el estacionamiento principal del gran hospital para niños, bajó del auto y luego de cerrar la puerta avanzó a grandes zancadas hacia la entrada. Saludando y entrando de una vez, caminó varios pasillos y subió escaleras en dos ocasiones hasta llegar al área de supervisión con una canasta para niños en la mano y una manta azul en la otra, había sido muy buena idea cargarla todo el tiempo en el maletero del auto.
–Su bebé está en las condiciones apropiadas para el Alta, felicidades, – dijo el médico. Dan observó a la criatura, ya había abierto los ojos, movía los pies y la manos repetidas veces dentro de la cuna en la que ahora se encontraba – el niño ha sanado rápido, ha pasado tan solo cinco meses y unos días aquí.
El tubo de oxígeno había sido retirado, ahora el bebé de cabello rojizo emitía algunos sonidos con la boca y su pechito se contraía varias veces por la respiración.
–Está un poco delicado, – prosiguió el doctor – debe ser tratado con mucha suavidad, sin embargo ya es hora que conozca el exterior, necesita tener contacto con la naturaleza.
–Es un pequeño muy valiente. – Admiró Dan sin dejar de ver al niño, quien no dejaba de hacer pequeños y suaves ruidos con la boca.
–Su ombligo casi cura por completo, la hemorragia nasal ya sanó, las pequeñas fracturas de huesos ya no están gracias a su rápido desarrollo corporal. – decía el doctor a gusto con su trabajo – Sus pulmones están limpios ya, el líquido amniótico fue retirado; las heridas fueron las primeras que sanaron, – buscó en uno de las gavetas del escritorio más cercano – aquí están las placas hechas y el resultado de algunas pruebas recientes, todo a mejorado bastante.
Una enfermera tomó a Eddie en brazos envolviéndolo en la manta que había traído Dan con sigo, era una criatura suave y frágil, se acercó al representante del niño y se lo entregó; Dan era algo torpe, pero en ese momento se esmeró en hacer el mejor papel que había aceptado tomar de por vida. Su mirada azul era hipnótica cuando veía a Eddie, quien movía sus manitos lentamente y se estiraba repetidas veces con inocencia. Entonces lo colocó con cuidado en la canasta repleta de suaves almohadas y partió de allí, entendiendo que ahora tenía más responsabilidades que cumplir.
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Dan conducía contento, precavido y con una certera satisfacción en todo su ser, las cosas estaban funcionando como fue lo planeado, pero algo crispó sus pensamientos. Miró al bebé por el retrovisor, seguía allí, en los asientos de atrás. Buscó las soluciones alternativas a ese pequeño problema que rondaba su cabeza como luces voladoras, y efectivamente algo se le ocurrió.
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Después de conducir durante veinte minutos llegó a la tienda de artículos para niños, bajó del auto luego de estacionarse, abrió una de las puertas de atrás y tomó la canasta por las gasas con mucho cuidado. Caminando hacia la entrada del comercial parecía ser un hombre con una canasta de frutas, pero al estar lo suficientemente cerca de él, se podía confirmar que eso no era cierto debido a que el pequeño rostro de ojos muy abiertos estaba al descubierto, todo lo demás envuelto en una manta azul de jirafas estampadas.
–Buen día – saludó la primera empleada que encontró – ¿se le ofrece algo?
–Sí – respondió él después de responder el saludo – busco una empleada que trabaja aquí, ella tiene el cabello rubio y sus ojos son grises, de estatura normal y es un poco... bueno, no es tan delgada.
La empleada sonrió al ver la incomodidad de Dan al no saber cómo descubrir la desarrollada figura de la mujer dotada de un buen trasero y senos enormes a pesar de no tener la cintura perfecta, aunque tampoco calificaba como gorda.
–Quizá estás buscando a Melany; – le dijo la mujer de piel oscura – ella está aquí, ya la llamo.
Esperó algunos cinco minutos y ya la tuvo de vuelta, Melany parecía estar contenta con la visita, pero admiró mucho más a la criatura que sostenía Dan en la canasta.
–Hola señor...
–Dan Dowson – se presentó, sosteniendo la canasta con una mano y ofreciéndole la otra.
–Dowson. – Asintió la rubia de grandes proporciones femeninas, pero Dan no quería hacer mucho caso de esas virtudes, sabía que perder la concentración gracias a aquello lo haría tartamudear – No esperaba verlo hoy, – admitió, sin dejar de admirar en su fuero interno a aquel hombre de desordenado cabello negro de buen corte – ¿Le puedo ayudar en algo? – Preguntó, dedicando una tierna mirada a Eddie.
–Creo que sí necesitaremos de su ayuda, señorita Melany. – Admitió él un poco sonrojado, rodando la mirada hacia el bebé.