Para Dan fue otro día de pesado trabajo, llegó bastante agotado al apartamento y como siempre, encontró a Melany consintiendo al pequeño Eddie que ya casi cumplía sus ocho meses de nacido. El niño balbuceaba algunas cosas y reía a menudo, la expresión de su padre al verlo se relajaron y no pudo evitar una autentica sonrisa de suficiencia al ver que su hijo estaba siendo atendido como debía ser, disfrutando del cariño de una mujer que se empeñaba en tratarlo como el príncipe del lugar; era evidente que Dan estaba más que agradecido con la rubia de proporciones voluptuosamente tentadoras por su amable carácter y servicial modo de ser. Sin darse cuenta, estaba gustando de ella, incluso mucho más desde el primer momento en que cruzaron miradas, momento que él se encargó de disimular todo, evitando perderse en minutos de ensoñación, pues, en esos caso, apoyarse en su trabajo y concentrarse el los asuntos por resolver era un escape de la tentación. No podía andar enamorándose de la primera mujer que le pareciera tierna, la última vez que lo hizo, resultó ser una demente feminista con actitudes extremistas. Aunque esta vez intento creer que esta vez podría ser distinta la cosa.
–¿Muy divertida la cosa por acá? – dijo Dan como saludo al entrar a su amplio apartamento ahora con más iluminación y aire puro que antes.
Al mismo tiempo ambos, Melany y el bebé, interrumpieron sus cuchicheos y buscaron el origen de la voz.
–Hola – saludó la mujer con radiante aspecto angelical – estaba bromeando con Eddie acerca de este traje de conejito que carga puesto; le va muy bien.
Eddie seguía dando saltitos sobre sus pequeños pies cubiertos con tela de color crema, aún no sabía caminar y aprovechaba apoyarse de los brazos de su niñera para hacer sus primeros intentos.
–Eres un ángel, Melany – dijo Dan intentando sonar natural, eso de enamorar a una mujer no era algo en lo que tuviera un excelente desenvolvimiento – deberíamos casarnos algún día... – se interrumpió al ver la cara de la mujer al escucharlo, Melany parecía desconcertada, sorprendida, desorientada y su cara estaba toda roja como un tomate.
Dan balbuceó, tartamudeó un par de cosas y luego puso una mano sobre su cara en gesto de vergüenza <<Eres un completo idiota, Dan – dijo en su mente – ese no es el modo de iniciar las cosas>>
Melany seguía observándolo en silencio, sosteniendo al niño en sus brazos, aquello había sido la cosa menos esperada que había escuchado decir del hombre de sus sueños. De igual modo se lo tomó en broma y rompió a reír.
–Tranquilo – le instó a calmarse – linda broma – dijo en medio de un par de cortas risitas.
–No me hagas caso – le dijo él ahora sintiéndose inseguro de lo que hacia o decía. Hizo un ademán con la mano como para que ella le restara importancia al asunto – es... el trabajo, me tiene agotado y por esa razón a veces digo cosas sin sentido.
Ella asintió en modo de entendimiento. Dio tiempo de que el padre soltero se duchara y cambiara su ropa a una más cómoda, parecida a un traje pijama. Al salir, con ese negro cabello todo revuelto y sus iluminados ojos azules aunque cansados hicieron que Melany sintiera un repentino mareo por la impresión de ver a un hombre tan atractivo en ropa para dormir, era tierno.
–Hola... eh... hey... – fue escuchando la voz varonil de Dan subiendo de volumen gradualmente, haciéndola regresar a tierra. Melany parpadeó y sacudió la cabeza, quitando la mirada de marcado abdomen de su empleador – ¿Pasa algo? – preguntó con el entrecejo fruncido por la duda.
–Nada – respondió ésta – ya me tengo que ir, se hace tarde – miró su reloj de pulsera como escusa – ¡uff! – exclamó – ya casi son las nueve de la noche.
Dan asintió, dándole la razón. Sabía que cuidar todo el día de un niño de siete meses y medio no era cosa fácil.
–Otra cosa – recordó – hay comida en el microondas para ti, supongo que debes estar hambriento, lidiar con casos todo el día debe ser algo agotador.
Dan no lo podía creer, esta mujer definitivamente era perfecta.
–Es... un lindo detalle, Me... Melany – dijo tartamudeando – gracias.
La rubia sonrió a labios cerrados para después dirigirse a la puerta, justo antes de salir se volvió sobre sus pies y le miró a los ojos.
–Sabes... yo también creo que sería lindo casarme contigo algún día, Dan Dowson – dio su opinión antes de salir y alejarse con en rostro teñido de esperanza, dejándolo con la boca abierta.
Dan no lo podía creer. Aquella mujer le estaba volviendo loco, lo estaba desviando del carril. Después de segundos de pie, viendo hacia la puerta cerrada reaccionó nuevamente gracias a que Eddie dio una sacudida con su cuerpito, como llamando la atención de su progenitor.
–¿Has escuchado lo que dijo?
Preguntó él, Eddie balbuceaba cosas a la nada, amasando un peluche con sus manos y arrojándolo al suelo al sentirse inconforme
–¿Le ves posibilidad alguna?
Preguntó nuevamente Dan en un susurro, como si del otro lado de las paredes hubieran espías a la espera de alguna palabra para la prensa. Eddie seguía amasando sus manitos una con otra y haciendo ruidos con la boca.
–Está bien – dijo resignado – mejor vamos a ver televisión un rato antes de irnos a dormir.
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Dan continuaba aburrido, cambiando de canales en la tele mientras sostenía en sus brazos al inquieto Eddie. Eran casi la diez de la noche y aquel niño actuaba como si fuera un aparato mecánico enchufado a una batería de camión, sus energías no acababan y parecía un animalito ansioso, trepando el abdomen de su padre, echado sobre el sofá. Entre tantos canales que pasaba el abogado con un control remoto, frenó en uno que llamó mucho su atención, eran las noticias estatales.
–La madrugada de hoy, en la cárcel de mujeres del Estado, ocurrieron dos homicidios, delitos cometidos por la hoy fallecida Leila Cameron de 23 años de edad, la occisa realizó asfixia mecánica a una de sus compañeras de celda, quien en vida se llamara María Rey de 27 años de edad y con la otra compañera de celda utilizó sus dientes, mordiendo la vena yugular hasta romperla y provocar muerte por desangramiento a la hoy inexistente Paola Morales de 21 años de edad.