El pescador de madera

1.- El collar en la arena

Nota para una mejor lectura: En el idioma japonés la "h", muda para nosotros, se lee con el sonido de "J" por lo que la pronunciación correcta de "Hisae" es "Jisae".

El pescador de madera

 

 

Prólogo

—Hace muchos años, en el pueblo de El Quisco, existieron tres hermanas que vivían totalmente aisladas, a ellas se les llamaba "Las diablas" porque se creía que hicieron un pacto con el diablo para tener poderes que usaban para ofrecer servicios a los turistas o personas del pueblo. Pero, si hacías un acuerdo con ellas y no cumplías te verías en graves problemas. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que se vieron. Sin embargo, se sabe que una de las diablas tuvo familia, y a través de un amuleto heredo esos poderes a su nieta... quien también tuvo familia... y así, se dice que aún existe en el Quisco alguien que guarda los poderes de las diablas en su viejo amuleto. —Dijo, Kazuo con una gran sonrisa mientras cierra el pequeño libro de Leyendas de San Antonio.

—Papá... —Hisae se acercó al respaldo del asiento del hombre, soltando su cinturón de seguridad.

—¿Verdad que es interesante? —Pregunta el hombre mirando por el retrovisor a los niños.

—No, exactamente lo contrario. A los abuelos no les gustan las brujas, no creo que les guste el cuento. —Reclama la niña, siendo interrumpida por su hermano -mellizo- que le corrige que los cuentos son falsos y las leyendas son reales.

—Hija, no le hagas caso, —Comienza la mujer, que va manejando por el litoral para encontrarse con sus padres— los abuelos viven en el Quisco porque es un pueblo tranquilo y tiene una playa muy bonita. No porque ahí existan brujas que pactaron con el diablo. Solo es un tonto cuento de tu padre. —Le resta importancia Liliana, dando una mirada reprobadora a su esposo al final de la frase.

—Esta ciudad tiene muchas historias interesantes, querida, tú quieres que los niños conozcan mejor tu cultura. Pues las leyendas son importantes.

—Pero no los asustes. —Reclama.

 

Enero

Con el sol enrojeciendo sus mejillas Carlos corre detrás de Alejandra y José, sus hermanos mayores, hacia la arena de la playa dónde buscan la mejor ubicación posible para estirar las toallas e instalar el quitasol que cargan sus padres. En su carrera tropieza y se deja caer por el dolor que siente en el dedo gordo del pie. Los gritos de sus hermanos apuran a los adultos para que dejen las cosas en un punto especifico. Un poco frustrado mira como sus padres pasan junto a él, preguntan si acaso está bien, pero asumiendo la respuesta siguen hasta el punto en que los niños han tirado las toallas.

—Roca tonta… —Carlos observa el objeto con que se golpeó, no era una roca sino un gran medallón de madera, con una piedra negra en medio.

—Carlitos, no recojas basura del piso. —Su madre con esfuerzo entierra la sombrilla en la arena, en tanto su marido ha sido llevado al agua por los niños mayores.

—No es basura. Encontré un collar. Mira.

La mujer observa aquello que ve como una baratija, seguro una artesanía muy vieja.

Lo deduce por las marcas que tiene de golpes, ralladura. Ha sido usado mucho tiempo.

—Alguien lo debe haber perdido, pero no parece de valor.

—Quizás lo están buscando, lo guardaré. —Dice el pequeño niño dejándolo en el bolso de su madre, y pidiendo que no se lo pase a Alejandra.

La mujer se recuesta sobre la arena con un libro en sus manos, pidiendo que si no irá al agua se quede cerca y no hable con extraños, aunque eso es precisamente lo que Carlos planeaba hacer. En los rededores de la playa muchos niños están en el agua, pero en la orilla -jugando con un animal- una pequeña corre lanzando una pequeña pelota.

—Mamá, mamá, mamaaaaá.

—Carlitos, no me asustes así.

—¿Mamá, puedo ir a jugar con el perro?

—Mientras no te alejes ni salgas de nuestra vista, sí.

No espera ni un segundo más para salir corriendo con su balón y acercarse al dúo. La pequeña, aunque es de su misma estatura tiene rasgos asiáticos, y habla en otro idioma con la mascota, por lo que disminuye la carrera para observarlos a una distancia prudente. Dudando si podrá jugar con ella.

La niña, de cabellos castaños y traje de baño color azul lo mira curiosa y saluda sin dudar con un gesto rápido de mano. Con un tímido -hola- él se acerca a paso lento y pregunta si puede tocar a la cachorra que, prontamente tendrá la misma altura que ellos.

—Se llama Estrella, no myurde. —Sonríe ella dando pie a que se acerque.

—¿Cómo te llamas?

—Hisae Kai.

—Yo… soy Car. ¿Puedo jugar con el perro?

—Sí, Caro, pero no podemos entrar al agua. Estrella se asustaru.

—¿Q-qué edad tienes?

Sete. —Sonríe ella, provocando gran alegría en el pequeño. Ya que tienen la misma edad.



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En el texto hay: brujas malas, magia y amistad, leyendas urbanas

Editado: 04.02.2022

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