València – 2 de noviembre, 08:15 h
La ciudad despertó en un silencio que no era normal. Los medios de comunicación ya no paraban de hablar de los vídeos filtrados, los audios comprometidos, y las repercusiones de las decisiones que la Generalitat había tomado antes y después de la tragedia. Los rostros de las víctimas, las familias rotas, las promesas incumplidas... todo estaba saliendo a la luz. Y mientras la tormenta política se desataba, Miquel y Clara sabían que el tiempo para guardar secretos había terminado.
Miquel se encontraba de pie junto a la ventana de su pequeño apartamento, mirando el horizonte donde las nubes grises seguían persiguiendo la luz. Las palabras de Lucía seguían rondando su cabeza.
"Lo sé, Miquel, por eso te quiero". Pero, ¿de verdad lo sabía? ¿De verdad Lucía entendía lo que estaba en juego? O tal vez… no se trataba solo de entenderlo, sino de ser parte de algo mucho mayor. Miquel tragó saliva, una sensación de desasosiego invadiéndolo por completo. Todo estaba cambiando demasiado rápido.
El sonido del teléfono interrumpió sus pensamientos. Era Clara.
—¿Miquel? —su voz era firme, pero había una nota de preocupación que no podía disimular—. ¿Vas a ir a la rueda de prensa de la ministra esta mañana?
—Claro. —La respuesta fue automática, pero Miquel sabía que había algo más en juego en ese momento. Algo mucho más personal.
—Nos vemos allí. —Clara colgó sin esperar respuesta.
Torrent – 10:45 h
Lucía esperaba en la terraza del hotel, observando a los transeúntes. El olor a tierra mojada aún persistía en el aire. No importaba cuántos días pasaran, la sensación de tragedia seguía impregnando todo a su alrededor. Miquel había prometido verse con ella, y aunque estaba convencida de que el conflicto interno de Miquel con Clara era un obstáculo, sabía que tenía que ser ahora o nunca. No quería seguir viendo cómo el futuro de Miquel se desmoronaba entre decisiones políticas, traiciones y secretos.
Y en sus pensamientos, había una imagen fija: Miquel, con el rostro cansado, buscando respuestas donde quizá no las habría. Pero ella no podía permitir que todo se perdiera. La situación lo necesitaba, y ella también.
El móvil vibró. Un mensaje de Miquel:
"Voy para allá. Te espero a las 12:00 h en el parque junto al puente."
Lucía respiró hondo y apagó el teléfono. Sabía que la conversación que tendrían cambiaría el curso de lo que había entre ellos. No solo por lo que quedaba por resolver, sino por lo que ya había quedado claro entre ellos. La vida de Miquel no sería la misma después de todo esto. Y ella tampoco lo sería.
València – 12:00 h
El sol estaba brillando más fuerte que nunca, pero el ambiente seguía siendo tenso. Las plazas y calles llenas de personas que se agrupaban, la cobertura mediática en su punto máximo. La rueda de prensa de Maite Pérez había causado un terremoto, y ahora, todos los ojos estaban en el presidente Canós.
Miquel y Clara llegaron juntos, pero no dijeron una palabra en todo el camino. La noticia de la intervención de la ministra era solo el comienzo. De alguna manera, todos sabían que las consecuencias de lo que había pasado eran mucho mayores. Los ojos del país se posaban sobre ellos, sobre sus decisiones, y sobre todo lo que ellos pudieran revelar.
—¿Crees que será suficiente? —preguntó Clara mientras se dirigían al edificio donde la rueda de prensa se llevaría a cabo.
—No sé si lo será. —Miquel la miró con una mezcla de frustración y esperanza. Estaba cansado, más que cansado de luchar contra un sistema que parecía no querer rendirse nunca. Pero Clara, a su lado, era su ancla en este mar de incertidumbres. —Lo único que sé es que no podemos callarnos. Ya hemos dado el primer paso. Ahora, el país tiene que saber toda la verdad.
Clara asintió. Ambos sabían que no había vuelta atrás.
Parque de Torrent – 12:50 h
Lucía estaba allí, en el banco, mirando el agua del río que corría tranquilamente. La ciudad había sido reconstruida en sus cimientos, pero algo había quedado roto, y no solo la infraestructura. Lucía había sido parte de la vida de Miquel durante tanto tiempo, y ahora, con todo lo que había pasado, algo dentro de ella lo sabía. No podía seguir esperándole. No a él, no a su promesa, ni a los sentimientos que seguían vivos entre los dos.
Cuando Miquel llegó, ella se levantó sin decir una palabra.
—Lucía… —susurró Miquel, incapaz de ocultar la duda en su voz.
Ella lo miró y, por un momento, el mundo alrededor de ellos pareció desvanecerse.
—¿Qué está pasando, Miquel? —preguntó ella con voz suave, pero llena de ansiedad—. He esperado tanto para que las cosas volvieran a ser como antes… Pero ya no lo son.
Miquel no supo qué responder. La verdad, lo que podía decirle, no era suficiente. Las palabras no podían abarcar lo que había entre ellos ni lo que él sentía por Clara.
—Esto no se trata de lo que tú o yo queramos, Lucía. Se trata de lo que el mundo necesita saber. De lo que el pueblo necesita saber.
Lucía suspiró, una mezcla de tristeza y aceptación en su rostro.
—Lo sé, Miquel. Lo sé. Pero ¿qué pasa con nosotros? ¿Qué pasa con lo que fuimos?
Miquel la miró fijamente. Había algo roto entre ellos. Algo que nunca podría recomponer, no por ahora.
—Aún no lo sé, Lucía. Pero cuando todo esto termine, tal vez, podamos hablar de nosotros. Pero ahora mismo, hay algo mucho más grande que nosotros. Y no puedo ignorarlo.
Lucía lo miró con los ojos llenos de lágrimas, pero no dijo nada más. Dio un paso atrás, y sin decir una palabra, se alejó.
Miquel permaneció en el banco por unos segundos más, mirando cómo se alejaba, sabiendo que lo que había entre ellos ya no tenía forma de volverse a recomponer.
València – 14:00 h
Mientras tanto, en el otro lado de la ciudad, Clara estaba al borde del abismo emocional, con la tensión de los días pasados y la presión política. Sabía que Miquel no solo estaba luchando con la verdad, sino con su corazón.