El Precio Justo

#12 Confidencias bajo Presión

La espera era un tormento. Para Arianne, impaciente y acosada por el fantasma de la deuda de Evandro, la aparente lentitud del "progreso" de Davi era exasperante. Para Davi, cada día que pasaba en la compañía de Helena era un viaje más profundo a la podredumbre de su propia conciencia. La nueva factura, la que incluía las propiedades de los Fontana como aval indirecto, lo había sumido en una espiral de terror. El monstruo de Evandro no solo lo perseguía a él; arrastraba a la inocente Helena a su abismo.

Una mañana, antes de que Davi saliera hacia el club, Arianne lo interceptó en la pequeña cocina. Su rostro estaba tenso, sus ojos, antes brillantes, ahora eran duros y sin paciencia.

–¿Qué estás esperando, Davi?– espetó Arianne, su voz un susurro cargado de urgencia. –Los días pasan. ¿Crees que Evandro es un santo? ¡La factura! Recibiste el mensaje, ¿verdad? ¡Su familia está en la mira, ¿no lo entiendes?! ¡Si no te mueves, no solo tú, sino ellos también, y nosotros, pagaremos las consecuencias! ¡No pierdas el tiempo! ¡Actúa!–

La presión de Arianne se sumó al ya insoportable peso de Evandro, al recuerdo de la muerte de su padre y a la tortura de su propia moral. Davi apenas pudo asentir, el estómago revuelto. Se sentía como un títere, sus hilos manejados por fuerzas malévolas que lo empujaban hacia un acto atroz.

En el Club Élite, la tarde se presentaba calurosa y húmeda, asfixiante. Helena y Davi estaban en la cancha, pero el entrenamiento era un calvario. Helena estaba más débil que nunca. Su rostro pálido brillaba de sudor, sus movimientos eran lentos y dolorosos, y su tos, antes discreta, ahora era un ataque que la obligaba a detenerse cada pocos minutos, encorvándose y apretándose el pecho.

Davi... un momento...–. jadeó Helena, apoyando las manos en sus rodillas, tratando de recuperar el aliento. Sus ojos esmeralda estaban inyectados en sangre por el esfuerzo, y su cuerpo entero temblaba.

Davi la observaba, el corazón encogido. La veía cada día más frágil, más etérea. El contraste con su espíritu indomable era desgarrador. Las palabras de Arianne y las amenazas de Evandro resonaban en su cabeza, urgiéndolo a "actuar", pero ¿cómo podía hacerlo cuando la veía en ese estado?

Intentaron un último set. Helena, con un esfuerzo supremo, lanzó un volante, pero sus piernas cedieron. Cayó al suelo de rodillas, la raqueta resbaló de su mano, y un sollozo ahogado escapó de sus labios. No era solo agotamiento físico; era el derrumbe de su espíritu, el fin de una lucha interna que había mantenido en secreto.

Davi corrió hacia ella, su preocupación genuina borrando cualquier rastro de su misión. –¡Helena! ¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda?–

Helena negó con la cabeza, sus hombros temblaban. Estaba llorando. Lágrimas silenciosas, amargas, corrían por sus mejillas. Finalmente, levantó la mirada hacia Davi, sus ojos llenos de una desesperación abrumadora.

–No, Davi. No estoy bien– susurró, su voz rota, apenas audible. –No puedo más. No puedo seguir fingiendo que todo está bien, que solo estoy cansada. Estoy... estoy enferma, Davi. Muy enferma.

La revelación, aunque Davi ya la sospechaba por las palabras de Arianne y sus propias observaciones, lo golpeó con la fuerza de un puñetazo directo al pecho. El aire abandonó sus pulmones. El plan, la farsa, todo lo que había construido con tanto dolor, se desmoronó en ese instante.

Siento que... que el tiempo se me agota– continuó Helena, sus lágrimas ahora desbordándose, formando pequeños riachuelos por su rostro. –Los médicos no saben qué hacer. Mi madre... Erluce... ella cree que puedo luchar, que puedo superarlo, pero yo... yo solo siento que me estoy desvaneciendo. Y tengo tanto miedo, Davi. Tanto miedo–

Ella se apoyó en él, buscando un consuelo, una mano que la sostuviera en el abismo de su vulnerabilidad. Davi la abrazó torpemente, sintiendo el temblor de su cuerpo frágil, la desesperación que emanaba de ella. El calor de su piel, el sonido de su llanto, hicieron que su engaño se volviera infinitamente más doloroso, más repugnante.

Miró por encima del hombro de Helena, hacia la ventana de la cancha, y por un instante, pudo jurar que vio una figura sombría, vestida de traje, desaparecer entre los pilares del club. La sombra de Evandro, siempre presente, recordándole el precio de su fracaso, el abismo al que lo había empujado.

Davi cerró los ojos, sintiendo un nudo en la garganta. La culpa lo carcomía. Helena, en su momento más vulnerable, le había confiado su secreto más profundo, su miedo más grande. Y él, el hombre que ella creía un amigo, un confidente, estaba allí para despojarla de todo. Se sintió como un monstruo. La voz de Arianne resonó en su mente: "¡Actúa!". Pero ¿cómo podía "actuar" ahora, sabiendo la verdad, sintiendo la confianza de una mujer a la que ya no podía ver solo como un objetivo? Su plan estaba destrozado, y con él, lo que quedaba de su alma. La única certeza era que el tiempo se agotaba, no solo para Helena, sino también para él y para su atormentada conciencia...



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En el texto hay: romance, ambicion, deuda

Editado: 12.09.2025

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