El presente de los miedos

Capítulo 6

   Con paso tímido y dudoso, la señora se acercó hasta mí, frenándose aproximadamente a un metro. Estaba nerviosa. Sus manos seguían temblando y a juzgar por el estado en el que se encontraba la nota que tenía entre sus dedos, estaba sudando.

 

     —Hola —dije finalmente ante la ansiedad de ella—, yo soy...

 

     —Josephine —intervino. Su tono de voz era el más dulce y enternecedor que había escuchado jamás—. Josephine... Bellec.

 

     —Sí... —Comencé a ponerme yo también nerviosa—, ¿nos conocemos?

 

     Antes de contestar, ella se quedó unos segundos mirándome fijamente con conmoción.

 

     —No —respondió avergonzada por aquel silencio—. Oh... yo... yo voy a abrazarte, ¿vale?

 

     Sin darme tiempo para poder contestar, la señora pelirroja me envolvió entre sus trémulos brazos. Su agarre era fuerte, intenso, pero sobre todo, afectuoso. Desprendía un cautivador olor a Shalini y más convencida estuve que aquella era la primera vez que veía a esa señora. No podría olvidar a alguien tan adinerada como ella parecía ser con tanta facilidad.

 

     Como si de repente se hubiera dado cuenta de que su actitud no era la más correcta, me soltó. Como si yo hubiera sido la que hubiera actuado de aquella forma tan extraña.

 

     —Lo siento —dijo secándose elegantemente la humedad de sus mejillas. Después, soltó una risa nerviosa—. Soy Roxanne, Roxanne Hoffman. Encantada de conocerte.

 

     Roxanne estrechó su mano y la agarré con cordialidad mientras intentaba saber si realmente yo no conocía a esa señora.

 

     —No nos conocemos. Bueno, yo a ti sí. Josephine... Josephine Bellec. Te debo mi vida.

 

     Ante mi desorientado gesto, ella agarró mis manos y las encerró entre las suyas, con un leve sudor.

 

     —Te debo la vida de mi hijo —agregó.

 

     No podía ser, pero era lo único que venía a mi mente. La donación. Era una explicación inverosímil, pero no podía referirse a otra cosa. Al menos yo no podía pensar en algo que no fuera eso. Pero, ¿cómo? ¿Cómo podía ser posible? Por unos segundos enmudecí totalmente, olvidé dónde estaba y cómo me sentía. Por varios instantes todo mi ser se concentró a evaluar si realmente podía ser cierto que aquella mujer tuviera algo que ver con la donación que yo había efectuado.

 

     —No..., señora —dije finalmente, soltándome de su agarre—. Yo no la entiendo.

 

     Mi respuesta aturdió a Roxanne.

 

     —Me gustaría que habláramos. A solas. Te lo ruego. Sé que puedes estar confundida, pero solo te pido unos minutos de tu tiempo. Sé que soy muy egoísta pidiéndote aún más cosas, pero lo necesito. Si no fuera por eso no estaría aquí, molestándote. Te lo suplico.

 

     Su voz era tan desgarradora como la de una madre que ruega ver el rostro de su hijo fallecido una vez más. En ese momento comenzó a verse desesperada. Unas finas lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas y no tuve otra opción que asentir.

 

     —Espéreme fuera.

 

     Rápidamente asintió e hizo lo que le había pedido. Yo aún no sabía cómo sentirme. En muchas ocasiones había querido conocer a la persona que le había donado mi médula, a su familia, su entorno, saber cómo se encontraba... pero tener la posibilidad ante mí se me hacía totalmente antinatural. No podía terminar de creerlo. Tenía que ser otra cosa.




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