15 de mayo de 2014
Sentía que estaba haciendo algo de forma clandestina. Le habíamos mentido a mi madre para conseguir que Jasmine viera a Asher, claro, siempre y cuando fuera en el Starbucks y bajo mi supervisión.
Los dos estaban charlando amenamente en una de las mesas mientras yo trabajaba. Llevaba desde el domingo sin ver a Elliot, pero no habíamos perdido el contacto y la cita del sábado a las siete y media de la tarde en la puerta de mi casa seguía en pie. De hecho, lo habíamos repetido bastante. Cada vez sentía más y más ganas de saber de él. Sentía nervios cada vez que me hablaba y me sentía tímida cada vez que no lo hacía y quería hacerlo yo porque necesitaba saber de él. En varios ratos libres había vuelto a husmear su Facebook. No había nada nuevo, pero me entretenía viéndole.
Harmony y Shelby entraron al Starbucks y tras saludar a Jasmine y mirar con pillería a Asher, se acercaron a mí.
—Uy, uy... —dijo Shelby—. Parece que las hermanas Bellec se han puesto de acuerdo a la hora de ligar.
—Qué tonta eres.
—La verdad que Elliot es un tío guapísimo, algo delgadito y lánguido pero me parece increíble. Vamos, ¡que yo le daba! Como le daría a cualquier tío, porque sabéis que me gustan mucho los rabos. Los rabos.
Miré de reojo a Harmony. Quizá había llegado la hora de hablarle sobre él.
—Shelby... —Tragué saliva.
—¿Por qué parece que te sorprenda que me gusten los hombres? ¡Si me gustan más que comer! Desde pequeña, vaya, sin dudas, sin nada.
—¡Shelby! —la corté, estaba desvariando—. Tengo que contarte algo que quizá no vaya a sentarte bien.
—¿Sobre mí? ¿Qué sabes? —preguntó horrorizada.
Miré de nuevo a Harmony, por si ella entendía algo, pero tenía la misma confusión que yo.
—Yo no conocí a Elliot aquí —dije finalmente. Ella pareció aliviada—. Yo... yo le conocí...
—Es el chico al que le donó la médula, Shelby. Es Elliot —concluyó Harmony ante mi indecisión.
Shelby se mostró impertérrita, como si no hubiera entendido lo que Harmony acababa de confesar. Mientras tanto, ésta y yo la mirábamos expectantes de su reacción. Ya podía escuchar el grito colérico formarse en su estómago, el cual se iba a materializar en tres, dos...
—Pero, ¿cómo? —habló finalmente de forma desmañada.
—Roxanne, su madre, vino a verme... —comencé a relatar, aunque eso ella ya lo sabía.
—Sí, a ver —me interrumpió de forma enérgica, como si al fin se hubiera dado cuenta de algo—. ¿Fuiste a la reunión esa?
—Sí...
—¿Os conocisteis y a partir de ahí comenzasteis a frecuentar?
—Más o menos. En un principio no le agradé demasiado, pero...
—¿Y ahora es cuando me lo cuentas? —preguntó finalmente con el tono de voz que andaba esperando: recriminador.
Solo agaché la cabeza, avergonzada. No podía ni mirarle directamente a los ojos, me sentía realmente mal.
—Entiéndela —corroboró Harmony en mi defensa—. Se dejó llevar por lo que sentía.
—¿Y tú desde cuándo lo sabes?
Harmony también guardó silencio confirmando seguramente las sospechas de Shelby.