Tumbada en la cama, observaba la ventaba abierta. Entraba una suave brisa nocturna que me despeinaba el cabello, pero era agradable. Eran las diez y media de la noche y tampoco estaba del todo segura que Elliot finalmente fuera. Si no lo hacía no se lo tendría en cuenta.
Alguien tocó mi puerta y me sobresalté.
—Joder —murmuré incorporándome.
—Soy yo, Josephine. ¿Podemos hablar? —preguntó mi madre al otro lado de la puerta.
¿Y si Elliot llegaba? No podía simplemente cerrarle la ventana y hacerle esperar poniéndole en peligro.
Quité el cerrojo y salí al pasillo, cerrando la puerta a mi espalda.
—Dime, mamá.
—¿Podemos entrar?
—No. Tengo la habitación llena de telas y temo que pises y estropees alguna. ¿Qué quieres decirme?
—Ah, bueno, vale —murmuró—. Solo quería hablar contigo, nada más. Llevo días notándote muy ausente, aunque te veo más... contenta. ¿Qué ocurre?
¿Por qué sentía que a ella no le agradaba que me sintiera así?
—Tienes razón —respondí—. Es solo que... estoy conociendo a un chico.
Opté por decir la verdad. Un poco a medias, pues omitiría cómo le había conocido, pero la verdad al fin y al cabo. Frank lo había descubierto y no tardaría en extenderse como la pólvora. Quizá Elliot tenía razón y era lo mejor. No teníamos que ocultarnos.
—¿El mismo que te ha regalado la bicicleta?
Asentí.
—Sí. Se llama Elliot. Es un buen chico —comenté esbozando una media sonrisa—. Le conocí en el Starbucks.
—Ah... ¿hace cuánto?
—No sé. Algo más de un mes.
¿Sólo había pasado un mes? Realmente se había sentido muy intenso.
—¿Es algo serio? —preguntó. Estaba bastante insistente.
—No —respondí sacudiendo la cabeza—. Ya te he dicho que nos estamos conociendo.
Mi madre guardó silencio, meditabunda.
—¿Por qué parece que no te alegras? —añadí.
—¡No! No es que no me alegre, es que... bueno, déjalo.
—Mamá, dilo, por favor. ¿Qué ocurre?
Mi madre tragó saliva.
—No quiero sonar egoísta —susurró.
—No lo harás.
—Es que... siento que ese tal Elliot... te alejará de nosotros. Quiero decir —Estaba muy nerviosa y yo bastante confundida—, que te sucederá algo parecido a lo que le pasa a Jacqueline.
—No te entiendo, mamá.
—Eres el pilar más importante en la vida de Jasmine, y ella te necesita. Te necesita al cien por cien... ¿me entiendes ahora?
Cogí el máximo aire posible en mis pulmones, cabizbaja. ¿Por qué tenía que decirme aquello en ese momento? ¿No se daba cuenta que me hacía sentir miserable? Jasmine también era el pilar más importante en mi vida y sus palabras me hicieron sentir que la había dejado en un segundo plano cuando aquello no era así.
—Mañana tengo que trabajar, voy a dormir. Que descanses, cariño.