El príncipe Desmont : Legados de Sangre l

CAPÍTULO 15: "Conflicto: Inicio"

Desmont tocaba el piano con sumamente exquisitez, mantenía toda su atención en las teclas mientras el sonido se llenaba en uno de los salones, de momento las puertas se abrieron, Báthory estaba caminando a paso lento y sonrió al ver a su hermano concentrado en lo suyo.

—Nunca te canses de tocar, lo haces bien y me encanta oírte— confesó animada mientras tomaba asiento en uno de los muebles.

El príncipe levantó la cabeza y se topó con lo que menos esperaba al parecer, ahí estaba Vasilisa a un lado de donde se encontraba su hermana, siempre tan hermosa y radiante con la cabeza un poco inclinada y manteniendo ambas manos juntas.

Ella era tan hermosa que no merecía servir pensó.

— ¿Y tú otra dama de compañía?— preguntó confundido.

¿Qué había pasado con la madre de su adorada muchacha de cabellos rubios casi blancos?

—Oh ¿Te refieres a Megara?— Báthory dio unos cuantos pasos haciéndose la pensativa— madre hizo unos arreglos y subió de cargo a Megara, ahora es su dama de compañía, su brazo derecho y Vasilisa pasó a ser el mío.

Desmont miró a Vasilisa de soslayo, le daba cólera oír aquello, ella tan hermosa que era merecía estar entre los de la nobleza, al menos y eso si no podía estar entre los de sangre real como lo era él.

Cerró el piano suavemente y se retiró de allí, dejó atrás aquel salón y anduvo por uno de los pasillos hasta que se encontró a Hermes.

—Mi príncipe, el padre Magnus ha pedido su presencia— le sonrió.

Este le devolvió el gesto y se dispuso a caminar al lado del principal acompañante de su padre, tras un largo recorrido por fin llegaron al salón principal donde se hallaba el trono de su padre, este estaba sentado en su sitial mientras un sirviente se mantenía a su lado con un recipiente de frutas en las manos, el Rey estaba merendando mientras hablaba animadamente con el Rey de Roma y claro que no pasaría desapercibido la bella dama que acompañaba al Rey de Roma, una bella joven de cabellos ondulados negros y ojos cafés que lo miraban desde ya con anhelo.

—Mandó a llamarme padre— Desmont se inclinó un poco como reverencia a su señor mientras captaba su atención.

—Sí, así es hijo mío— su sonrisa emocionada le sorprendió— acércate, tenemos invitados como habrás notado.

—Un gusto tenerlo en el reino— esbozó una sonrisa a medias sin mostrar los dientes, él siempre había sido algo callado y misterioso.

—Vine aquí por un acuerdo Príncipe, mi mera presencia se debe a algo que convendrá a mi reino— el Rey de Roma levantó un poco la copa de vino tinto que sostenía en las manos.

Desmont levantó la barbilla mientras arqueaba una ceja suavemente, todo esto no le daba una buena espina.

— ¿Es hermosa verdad?— preguntó Magnus.

Se refería a la joven que acompañaba al Rey de Roma, el magnífico Rex Prisco y su hija Gémina Prisco.

— ¿La amas no es cierto?— su padre lo miró emocionado.

Una punzada sintió Desmont en ese momento, lo que hacía su padre era típico en él, un Rey que solo daba órdenes sin importarle lo demás y lo que hacía ahora era un clásico en él, queriendo imponer sus órdenes de siempre y esta vez seguramente había mentido al Rey Rex diciendo que él había quedado deslumbrado por su hija en aquel baile.

Parpadeó suavemente, se quedó perplejo y no supo que decir.

—Tu padre pidió la mano de mi adorada Gémina a pedido tuyo príncipe Desmont— las palabras de Rex sonaron con ímpetu, como si ya supiese que todo esto era tramado y que el príncipe debía acatar a las reglas de su padre.

¿Pero y Vasilisa? ¿Qué había de ella? Aquel beso lo había marcado por completo y sabía que estaba mal porque alguien como ella jamás podría contraer matrimonio con uno de su categoría, un príncipe que estaba siendo preparado para tomar el trono de su padre y gobernar Transilvania, debía hacerlo con una princesa de alta alcurnia o de lo contario llevaría a la familia Montecasth a la vergüenza.

—Así es padre— afirmó serio y algo triste.

El Rey Magnus se levantó de su sitial y dio un grito arrogante con ambos brazos hacia arriba.

— ¡Eso es! Serás un gran Rey Desmont, después de todo eres un Montecasth— se aproximó a su hijo y le dio un abrazo— el reino entero debería celebrar esta alianza.




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