8. De lo platicado con Michael y los olvidos de Lezza.
—Quiero brindar por tener a mi verdadera familia, reunidos aquí, y por los negocios que realizamos con Garden Society.
Así fue el brindis del señor Hawkings, quien al sentarse comenzó a comer con finos movimientos y aplicando todas las normas de estética. Lezza se sintió terrible ya que no podía dejar el hábito de tomar jugo de arándanos cada vez que la comida le sabía fatal. Ella odiaba los mariscos, y aunque Jiferhill no era una ciudad costera, era tradición el consumo de finos salmones y peces extranjeros.
Pasado ese momento, los mayores se dispusieron a conversar en el despacho. Samarie, la hermana mayor de Michael, fue a caminar seguida por Samuel. Existía algo entre ellos dos, Lezzandra lo veía de lejos; finalmente, cuando ella se disponía a subir a su habitación, un cuerpo sólido se interpuso en su camino.
—Debo mostrarte algo—Dijo Michael en tono desesperado y casi suplicante.
Removida por la curiosidad, avanzó detrás del hijo menor de los Hawkings, hasta que se dio cuenta que se dirigían al patio trasero, en donde el abrió la puerta y se sentó en una de las sillas que habían.
—Escucha... Yo puedo ayudarte. Déjame intentarlo.
—No tienes que ayudarme, de hecho, ni sé en que me podrías ayudar.
—A que no te molesten más. Vamos Lezza, tu detestas esto, odias esta vida, ni los cócteles, ni los vestidos lujosos, ni nada de lo que hay en este mundo te agrada, ¿Por qué no lo dices?
Lezzandra se sentó en una silla a la par de Michael y suspiró. El chico no estaba equivocado, pero era difícil para ella no ser lo que sus padres esperaban que fuera.
Desde que Lezza tenía memoria, constantemente sus padres la veían como la joya de la familia: una chica linda, con una mente brillante y una familia que mantenía un estatus. No debía ser difícil que Lezzandra construyera su camino como la sucesora de su padre, no era nada complicado. Sin embargo, no eran sus deseos, y eso le molestaba en exceso, porque sabía que el camino que estaba tomando la conduciría a ser infeliz, a no ser lo que deseaba en verdad.
—Puede que pienses que es tonto Michael, pero no quiero arruinar nada. Es más fácil seguir la corriente que tomar otra dirección.
—Estás hablando como mi hermana, ella tampoco quiere esta vida, pero hay otro tipo de cosas que la mantienen luchando.
—Solo di que es por mi hermano. Se nota demasiado.
El chico quedó sorprendido ante la declaración de la hermana del chico por el que moría su hermana. Respiró profundo y la observó.
—Realmente eres una chica fascinante. Parece que lo sabes todo y nada a la vez.
Una Lezza muy sonrojada solo rió. E imploró para que no fuera capaz de notar el fuerte rubor que teñía a todo su rostro y lo convertía en un tomate.
No lo malinterpretemos, cualquier cumplido o intento de ello la hacía enrojecer.
Un leve aporreo los hizo girar hacia la puerta desde por la ventana, Samarie los observaba con ilusión en los ojos. Lezza solo fue capaz de pensar que toda la familia Hawkings se hacía una idea errónea de ella.
—Debo irme, te veo mañana en clases. ¿Harás lo que te dije?
Asintió con la cabeza ya que sabía que no la dejaría tranquila si no aceptaba. Llevo sus manos hacia atrás, simulando que se rascaba la nuca y vio partir a Michael, junto con toda su familia, mientras se sentía cansada y decidió subir a su habitación.
Mientras subía las escaleras con forma de caracol se sintió estúpida al recordar que había cruzado los dedos justo cuando aceptaba algo que no estaba dispuesta a hacer. No era tonta. Sabía que si decía una palabra, corría el riesgo de que la molestaran más. Y no se animaba a imaginarse eso.
Abrió la puerta y después de cerrarla con seguro, arrojó los tacones insoportables a algún lugar de la habitación, quitó su vestido sin el cuidado necesario y lo dejo sobre la alfombra, seguramente Marline negaría con la cabeza y tomaría el vestido con delicadeza para colgarlo decentemente, pero en ese momento no le importó si sufriría un castigo o regaño, simplemente tomo un short gris bastante viejo y una remera de BorderTwins que Samuel le había regalado cuando cumplió doce. Era impresionante que aún le quedara a pesar de tanto tiempo. Tal vez era porque la había comprado unas cinco tallas más grande.
Se acostó en su cama y estaba a punto de cerrar sus ojos cuando un sonido se oyó en toda la estancia. Un pequeño pop, la sacó de su estado adormecido y mientras desbloqueaba su celular y observaba el porqué de las notificaciones. Se sintió aún más tonta porque había olvidado por completo que tenía una vida en Friendline, y eso incluía a una persona:
Paul.
Tiene 10 llamadas perdidas. La última fue realizada hace una hora.