Un mes después
— ¡Ataca! – grita Alex y coloco ambas manos al frente empujándolo con el hielo - ¡Uno! – lanzo hielo con la mano izquierda atacando su mano derecha - ¡Dos! -con la mano derecha ataco su mano izquierda - ¡Tres! – coloco ambas manos apuntando el suelo, intentando impulsarme hacia arriba.
Me elevo un poco y sonrío, me descontrolo y sin darme cuenta mis manos se van al frente logrando que me golpeara contra la pared, deslizándome desde el techo hacia abajo.
Un fuerte sonido de algo rompiéndose suena en el lugar acompañando el dolor de mi brazo derecho. Suelto un pequeño grito de dolor. Observo mi extremidad, un hueso esta fuera de mi piel. Tomo una toalla que tenía cerca y envuelvo mi codo con esta. Me levanto con la ayuda de Alex.
— Quítate eso – dice mirándome como si solamente me hubiera cortado el pelo y estuviera recogiéndolo para pergármelo en donde debería estar.
— ¿Qué? ¿Acaso estás loco? Debo llamar a mi doctor, para que lo revise.
— ¿Te duele? – pregunta y yo estaba lista para contestar un “claro que sí, mi codo esta fuera de su lugar y de mi piel” pero en realidad no siento nada. – Quítate la venda – repitió.
Lo hice, me quité la venda y mi brazo estaba totalmente normal, como si nada hubiera pasado.
— ¿Poder de sanación?
— Nuestras heridas sanan demasiado rápido y eso hace que no nos quede ningún tipo de cicatriz ¿Porque crees que no me preocupaba por los golpes que me lanzabas? – dice de una forma antipática, pero la costumbre hace que lo ignore – además descubrí otra cosa. – me toma del brazo y me guía hasta un espejo de cuerpo completo. - ¿Cuánto pesabas la última vez? Y ¿Cuánto mides?
— Pesaba noventa kilos y mido un metro con sesenta centímetros.
— Mírate ahora y quédate así, ya vuelvo. – me miro en el espejo, la verdad no se que tengo que ver en realidad. – ya mira, párate en la pesa. – me subo y miro al frente. Un pitido marca que los dígitos ya están marcados. Bajo la cabeza y miro.
— Cincuenta y cinco kilos – digo en un susurro. – baje treinta y cinco kilos en un mes ¿Eso es posible?
— Al parecer sí.
Mis ojos se llenan de lágrimas. Siempre quise bajar de peso, mi inseguridad me acompañaba desde que me quedo en casa. Baje treinta y cinco kilos en un mes, sin afectar mi salud. Pero yo no me esforcé y no me sentía feliz con eso.
— Es momento de continuar – el aplaude, sacándome de mi momento de sentimientos.
— Muéstrame todo lo que tienes – le sonrío y congelo un poco mis manos para no sentir el dolor de las quemaduras. – ¡Comienza! – sus ojos se volvieron rojos.
Él empieza a mostrarme como avanzó todo este tiempo. Usaba los mismos movimientos que yo, pero a diferencia que lo suyo era fuego y efecto. Llegó el momento del impulso. Toma un respiro y coloca ambas manos apuntando hacia abajo, cierra los ojos, pero nada sale de sus manos. Niega con la cabeza y aprieta los labios. Ambos miramos al piso.
— Llevamos practicando esto por un mes y no pasa nada, no lo entiendo. – reclama.
— Lo sé, es extraño. – él sonríe y en el momento que le iba a preguntar la razón de su sonrisa, habla:
— Nosotros somos extraños. ¿Desde cuándo los humanos tenemos super poderes? ¿En qué momento evolucionamos? – le sonrío.
— Yo no le diría super poder o que somos super humanos. Yo creo que el termino seria advenedizo. Somos advenedizos. – digo, él me mira como si no entendiera - Que se ha introducido en una posición, un ambiente o una actividad que no le corresponde por capacidad. – asiente con la cabeza lentamente, como si aún estuviera procesando la información. - ¿Por qué me miras así?
—¿Por qué usas palabras tan raras para definir nuestro título? Advenedizo, advenediza… de seguro lo sacaste de Google. – me río a carcajadas y apuntándolo dándole la razón.
A pesar de que tenemos diecisiete años, cuando estamos juntos y solos, en como si tuviéramos diez o doce años, incluso menos.
El termina de reírse y se dirige hacia su mochila que esta guardada dentro de uno de los muebles que dejamos aquí.
— Me tengo que ir, mi familia me está esperando para almorzar. Me acerco para despedirme.
— Cuídate e intenta averiguar la razón del porque no podemos controlar nuestro poder al elevarnos. Recuerda que tú eres el científico de los dos.
— Bien, nos vemos.
— Nos vemos.
Y me quedé sola. No hay nadie en casa, hoy le dimos día libre a las trabajadoras y mi papá tiene que ir a trabajar. Últimamente he estado muy distante de mi familia, no solo de mi papá, si no que de la familia de Alex.
La última vez que comimos todos juntos o que hablé con ellos por más de cinco minutos, fue en el almuerzo hace un mes donde de un momento a otro todo se puso raro entre Alex y Rachel. Después de ese almuerzo intente sacarle información a mi amigo, pero nada salió de su boca respecto al tema. Mi papá también intentó sacarle información a Rachel, pero tampoco le dijo nada. Él sabe un poco de inglés, pero no un nivel avanzado como el que estaban hablando. Según él, hablaban de una persona, pero no sabemos de quién ni porque decidieron usar su idioma natal para hablar de él. Tal vez fue algo demasiado privado.
Salgo de la habitación para bajar a la cocina y buscar algo para comer. Esto te desgasta un montón. Abro una de las puertas del mueble y saco la bolsa de pan y lo dejo encima de un plato que saque hace un momento. Me acerco al refrigerador, lo abro para buscar que echarle al pan. Encuentro una palta y una lámina de queso.
Preparo todo y a comer.
— « Oye Ali ¿Me escuchas?».
— «Fuerte y claro».
— «Esto es genial».
— «Oye estaba comiendo y se me acaba de ocurrir algo, hace rato que no compartimos como familia, me refiero a Sophie, Rachel y tu hermano…»
— «¿Será que quieres conocerlo a él?»
— «No, es solo que nunca en todos estos años de amistad lo he visto. Hemos invitado a tu familia completa muchas veces, pero él jamás viene ¿Entiendes?».