El Que No Pude Tener

Capítulo Treinta y Ocho

FALTABAN SOLO ESCASOS MINUTOS, para que desde el reloj de pared del estudio de Kamal Yogananda sonasen las doces campanadas, anunciando la llegada de la media noche. La velada había trascurrido ceremoniosamente diferente. Siendo la primera vez para ambos matrimonios celebrar tan elogiado evento, juntos, bajo el mismo techo junto a varias familias colindantes a la propiedad.

No faltó colorido floral ni música local que pudiera amainar el estado festivo de los invitados. Todos habían rezado y alabado a la diosa Laskhmi, con ofrendas de oro, plata, frutas y flores…muchas flores y de gran variedad.

Las invitadas elegantemente engalanadas con flores de jazmín en el cabello lustrosamente recogidos, lucían bellas con sus coloridos atuendos. Un gurú venido de la ciudad cercana de Prades, había oficiado una misa simbólica para después dar paso a un gran festín de manjares actos para el paladar más exquisito de la zona he incluso los cocineros de los príncipes Maharaníes, no podrían envidiar deliciosos manjares.

Bradma intentó sin mucho éxito evitar a su cuñada. Era casi imposible, especialmente cuando se encontraban rodeados de oficiales ingleses y amigos cercanos a los Yogananda. Pero él, tuvo una idea, sabía que esa noche las mujeres dormirían en la casa, Priya como parte de la familia se alojaría en una de las habitaciones junto con la pequeña Rania.

Y eso, le aseguraba una noche solo.

Mientras tanto, lo único bien que supo hacer, fue no emborracharse como lo estaban algunos oficiales amigos de su hermano. Kamal, se veía orgulloso y bastante integrado en la pequeña sociedad inglesa desde que los británicos colonizaron el país. Era algo que le preocupaba de vez en cuando.

Su hermano estaba haciendo negocios con el diablo. Los ingleses tenían solo una idea en mente, y desde años iban avanzando y avanzando hasta lograr su cometido. Colonizarlos a todos, usaban ya a los nativos como sirvientes, obligándolos aprender un idioma desconocido…y apoderarse de todo el oro, diamantes y piedras preciosos que pudieran colectar.

En una oportunidad, sin saber cómo, pasó una nota a su cuñada bajo una bandeja repleta de una gran variedad samosas. Sus dedos se encontraron bajo el frio metal y Arudhita, tan discreta como dama, supo ocultar la nota en la blusa de su sari, cuando se alejó hacia el interior de la casa, con la excusa de que había olvidado su abanico de plumas de pavo real en el salón principal.

De pie frente al ventanal que daba justo encima de los jardines, con mano firme, pero con una pizca de temples por la excitación, se sacó el pequeño papel doblado en pequeños pliegues, desplegándolo, ante ella apareció la letra de Bradma.

Jeeta raho, Arudhita

Necesito verte, hoy. Por favor.

Priya y Rania pasaran la noche en la casa.

Puede ser nuestra noche.

Parpadea varias veces en señal de que vendrás.

Arudhita se llevó la pequeña emisiva hacia su corazón. Por supuesto que ira a su encuentro, pensó.

Veinte minutos más tarde, Arudhita creyó haber parpadeado más de mil veces, y a casi todos sus invitados. Quería asegurarse de que él, notaria su aceptación. No pudo evitar sonreír cuando Bradma la observaba hacer el gesto a menudo durante el tiempo que duro la fiesta.

***

—Duermete betee, —susurró Priya, mientras acariciaba el pelo de su pequeña. Rania llevaba días llorando más de lo normal, sabía que la leche templada la relajaría lo suficiente hasta hacerla dormir toda la noche. Pero había olvidado su botellero, se acercaría a recogerlo y lo prepararía en la cocina de la casa.

Con Rania adormilada entre sus brazos, acurrucada contra su pecho, Priya se encaminó hacia el camino que la llevaría hacia las habitaciones que ocupaban al otro lado de los jardines. La zona menos favorecedora De Dhama Veda,

Abrazada a su pequeña. Priya tomó el camino serpenteante hacia la izquierda. Frunció el ceño cuando al acercarse al camino que llevaba hasta sus habitaciones, vio destellos de luces de velas desde la ventana de la habitación donde ellos dormían. Insegura de qué hacer y sin la intensión de molestar en caso de que Bradma estuviera con algunos de los invitados, prefirió acercarse sin hacer ruido, ocultándose entre los altos arbusto de azahar.

Y fue entonces cuando todos sus temores y dudas se hacían realidad. Allí mismo. Delante de ella. Como quien agitaba un paño al aire en señal. Si corazón se paró por segundos, sus brazos se tensaron tanto que la pequeña Rania hizo un leve gemido de dolor.

Su mundo se desmoronaba frente a ella. Sus sueños de ser feliz se estancaban allí mismo. Su futuro de tener más hijos con Bradma finalizó allí mismo. Y entendió que nunca tendría un hogar al que llamar suyo, ni sirvientes que la ayudarían con las tareas más pesadas del hogar.

La imagen de Arudhita ocupando su lugar en su cama, la hirió como un hierro condecente. Desnuda sobre él, Sentada a horcajadas sobre el hombre que ella llamaba orgullosamente, su marido. Lo complacía carnalmente. Se complacían. Eran amantes… No sabía cuándo había empezado todo entre ellos, pero si dudaba que fuese recientemente.

Por largos segundos, Priya no supo que hacer. Su mirada seguía clavada en ellos. Sus pies no respondían a lo que su cerebro le ordenaba. Y la estacada final fue cuando lo vio. Bradma sentado en medio de la cama. Su cama, con su amante sobre él. Abrazándola, besándola…acariciándola.

Sin saber cómo sus pequeños pies huyeron de tal horrorosa escena. Una vez en el camino dejó brotar las lágrimas, que le quemaban mientras bajaban por sus mejillas. En su afanada carrera por alejarse lo más rápido de allí, había perdido una de sus sandalias.

Ciega por las lágrimas que parecían no querer ceder en parar, chocó bruscamente contra alguien. Al levantar la mirada, vio horrorizada de quien se trataba. Era Kamal, su cuñado quien salía hacia el camino desde la capilla. Este, se asustó ante la sorpresa. Su cuñada era la última persona en quien hubiera pensado encontrar a tales horas de la noche.




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