El reemplazó

3. Un extraño encuentro

Alex Inocencio no tenía la necesidad de pedir permiso a las hermanas del orfanato, después de todo desde que había llegado, le había demostrado a todos que el era una buena persona y un chico en el que se podía confiar.

Aún así Alex se tomó la molestia de avisarle a la hermana Margaret que saldría por un rato.

La hermana Margaret le había regalado una sonrisa dándole a entender que no le molestaba, era todo lo contrario.

La misma hermana Margaret quería que Alex saliera más seguido y que dejara de pasar tanto tiempo en su habitación.

No es que Alex fuera alguien que le molestaba salir, es solo que era muy difícil salir de su habitación, el único lugar que se sentía seguro después de que había llegado al orfanato.

Claro que la idea de salir más seguido se le había cruzado por la mente, es solo que no lo haría si no tenía una buena razón para eso.

Después de lo que había pasado con aquella pareja el había conseguido una muy buena razón.

Quería comer algo dulce y borrar el mal sabor de boca que ese hombre le había dejado.

Con todo su corazón deseo que ese niño pudiera ser feliz, después de una rápida charla con la hermana Margaret se había enterado que el pequeño niño había sido adoptado rápidamente. Era claro, aquel hombre que lo había llamado de una manera tan desagradable había adoptado a aquel niño sin ninguna pisca de duda o vacilación.

Alex ya había esperado ese resultado, después de todo ese niño no tenía esa particularidad que el tenía, un cabello que era completamente blanco.

Su pequeña caminata lo había llevado al parque de la ciudad, no era su intención pasar por ese lugar, pero la ruta cruzando el parque haría que su camino fuera más corto.

Miro por encima de su cabeza el enorme cartel que decía parque y entonces entro.

En todo el camino Alex no había dicho ni una sola palabra, se había mantenido en silencio y pensando.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por los incesantes sonidos de las personas que disfrutaban del aire libre, con eso el sonido de muchos niños resonaban por todas partes.

No era una visión tan mala, al contrario era algo que podía disfrutar, pero el sabía que no era una buena idea estar en ese lugar por mucho tiempo.

Alex comenzó a sentirse incómodo. No había necesidad de voltear para saber que muchas miradas se habían posado sobre el, está era una de las razones por la que el no salía del orfanato muy seguido.

Siguió caminando mientras todo su cuerpo se mantenía tenso, ahora lo único que quería era escapar lo más rápido posible para no tener que soportar todas esas miradas.

En su molestia sus pasos se habían vuelto mecánicos, el caminaba pero no estaba mirando el camino que estaba justo delante de él. Su mirada se posaba en el suelo, Alex temía que si levantaba la vista se encontraría con alguna mirada, en el peor de los casos serían unos ojos serios y muy poco amigables, ojos que mostraban odio y desagrado así como los ojos de ese último hombre que había conocido por solo un instante.

En su intento de perderse en sus pensamientos Alex sintió que choco con un muro.

Frustrado por lo torpe de su acción levantó la mirada, el había chocado con algo pero el no sintió la dura sensación de la piedra o de la madera contra su cabeza.

El no había chocado con un objeto en su camino, el había chocado con una persona.

De inmediato Alex se maldijo así mismo dentro de su mente, tenía que disculparme pero si lo hacía se encontraría con otra mirada de desagrado.

Se odio así mismo por ser tan educado.

Tenía que ser correcto y disculparse por ser distraído y no mirar por donde caminaba.

Los labios de Álex se movieron para pronunciar las palabras de disculpa pero antes de que pudiera completar su acción una voz resonó en el aire.

- ¿Lincoln?

El hombre delante de él, delgado y de cabello castaño había pronunciado ese nombre.

Alex no pudo mirarlo más que con ojos confundidos, se preguntó quién era ese Lincoln.

Al parecer el hombre se había dirigido hacía el con ese nombre.

Recuperándose de su confución Alex hablo.

- Lo siento mucho señor, no estaba mirando por donde iba.

Esas fueron las sinceras disculpas de Álex, el hombre le miro y en su expresión no había ninguna pisca de que había aceptado las disculpas de Álex.

Lo siguiente que ocurrió dejo a Alex congelado como un tempano de hielo, el no sabía cuándo ni el como pero antes de que pudiera reaccionar el hombre se había agachado a su altura y le había rodeado con sus brazos.

- ¡Lincoln, hijo mío!

El hombre había vuelto a pronunciar ese hombre, ahora todo había pasado de una incómoda situación a algo demasiado extraño, tan extraño que no se podía explicar con palabras.

- Señor, suélteme.

Alex le había dicho con voz suplicante que le dejara ir, al parecer el hombre lo había confundido con otra persona, el que un desconocido le estuviera abrazando y le estuviera llamando por un nombre que no era el suyo se había convertido en un problema el cual no podía explicar.

Este hombre de seguro estaba confundido o tal vez estaba mal de la cabeza, Alex no lo sabía ni le interesaba, lo único que sabía es que el no se llamaba Lincoln. Su nombre era Alex Inocencio y el no conocía a este hombre.

Alex le suplico de nuevo que le dejara ir pero el hombre no cedió en su agarre, desesperado por la incómoda situación Alex reunió sus fuerzas y forcejeo con el hombre para conseguir su libertad.

Alex no era muy fuerte, era solo un chico joven era difícil que el pudiera competir con un hombre adulto pero a él no le importaba eso, además no debía de ser muy difícil liberarse de un hombre que aparentemente no estaba bien de la cabeza.

Alex se las arregló de alguna manera para liberarse del hombre.

- ¡Hijo, no te vallas!

Dijo el hombre en súplica, Alex no le prestó atención y jalo de su brazo para liberarse.



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En el texto hay: amor, odio, violencia

Editado: 13.08.2021

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