Alex sentía una tranquilidad inmensa, era muy temprano en la mañana y la mayoría de los niños había despertado para la hora del desayuno.
Alex había tomado la decisión de no comer con ellos, a pesar de las protestas de la hermana Margaret el se negó a levantarse de la cama.
El sol ya había tomado el lugar de la luna, aún así el aire se mantenía fresco, esto era más que suficiente para que Alex no quisiera abandonar la suavidad de las sábanas y la protección de su habitación.
De ningún modo quería salir, no después del día anterior.
Alex nunca imaginó que podría haber algo peor que las incontables familias que le habían humillado y le habían echo perder su valioso tiempo en inútiles entrevistas de adopción.
— Alex despierta.
Se escucho un murmullo en la habitación.
— No quiero levantarme.
Alex se quejó en un murmullo ante el llamado de su compañero de cuarto.
¿Para que levantarse de la cama? No había ninguna razón que le obligará a dejar la tranquilidad de sus cobijas.
— Alex esto es serio, llego una pareja y dicen que quieren adoptarte.
Por un momento Alex suplico que sus oídos estuvieran dañados.
— Genial.
Dijo con suave voz pero la irritación fue fácil de notar en esa única palabra.
Tercamente su compañero trato de arrebatarle sus cobijas, Alex aplicó más fuerza, definitivamente no dejaría la cama en un buen rato, no la dejaría por nada del mundo y menos para sufrir otra humillante entrevista de adopción.
— No me molestes, no estoy de humor para seguir sumando más y más entrevistas, estuve en esa habitación tantas veces que los dedos de mis manos y lo dedos de mis pies no son suficientes para contar.
Su compañero de habitación dejó se insistir, el normalmente lo dejaría tranquilo, no era un secreto para nadie en el orfanato que Alex era un chico muy famoso, famoso pero no en el buen sentido, después de todo el que el chico que más entrevistas había tenido y de todas ellas ninguna se había materializado en una adopción.
Alex mismo había visto a muchos chicos venir, el se había vuelto cercano ha algunos de ellos pero al darse cuenta que esas amistades se acabarían cuando fueran adoptados el mismo dejó se ser amigable con las personas y con los otros huérfanos.
Después de todo el ya no soportaba hacer amigos y después ver qué esos amigos se fueran de su lado, muchos de ellos había sido adoptados el no estaba celoso en ese sentido, en lo más profundo de su corazón deseaba que encontrarán la felicidad.
Dolía, dolía mucho ver a sus amigos partir y nunca más volver a verlos.
Su compañero estaba por dejar la habitación pero se detuvo en frente de la entrada cuando una persona se puso en su camino.
— Hermana Margaret.
Dijo el chico al verla, la hermana Margaret no hizo más que mostrar su mejor sonrisa.
— ¿Como esta Alex?
— No muy bien.
El chico le respondió con pesar.
— Parece enojado y no quiere salir de la cama.
— Eso es un problema.
— Deberíamos dejarlo solo, lo más seguro es que esas personas sean como todas las demás.
— ¿Como todas las demás?
— Si, lo que quiero decir es que deben de ser como esas personas que rechazaron a Alex solo por su cabello blanco.
Los ojos de la hermana Margaret miraron detenidamente al joven chico, tristeza se podía ver en sus ojos, una sonrisa se dibujó en sus labios, habían ocasiones donde Alex y su compañero discutían por cosas triviales y sin importancia pero al ver su mirada llena de dolor se podía saber que el se preocupaba por su compañero.
La hermana se agachó a su altura y descanso sus manos en sus hombros.
— No te preocupes, yo hablaré con él, tú ve y juega un poco con los niños.
El chico le miro, no tenía la confianza de poder ayudar a su compañero pero tal vez la hermana Margaret podría ayudarlo.
— Está bien.
Mostró una cálida sonrisa y se alejó.
— Alex, mí niño ¿Estas aquí?
La hermana Margaret no tenía la necesidad de preguntar, solo un rápido vistazo a la habitación era más que suficientes para saber dónde se encontraba el joven chico de cabello blanco.
En una de las dos camas había un pequeño bulto, esté había sido formando al tomar las sábanas y haber tomado la forma de una bola.
La hermana Margaret sabía quién estaba debajo, el pequeño bulto tembló ligeramente cuando sintió que la mano de la hermana se posaba sobre el.
— Alex, mí niño tenemos que hablar.
— No quiero.
Alex había respondido rápido y sin una pisca de duda, el ya sabía a donde marcharía todo, no era la primera vez donde el se negaba ha una entrevista y la hermana Margaret se las arreglaba para convencerlo de salir, pero ya no más.
Nunca más le permitiría a nadie herirlo y lastimarlo, nunca más le daría la oportunidad a los adultos de que le llamarán fenómeno o deformación.
— Se lo que piensas Alex, no te culpo por tener miedo, se que debe ser muy difícil para ti.
Alex no reaccionó pero la hermana decidió seguir con sus palabras.
— Se que tienes miedo pero creo que está vez es diferente, a diferencia de las demás ocasiones yo no te recomendé.
Eso fue más que suficiente para que la picadura de la curiosidad atacara Alex.
Un joven chico de mechones blancos asomo su cabeza delicadamente de su refugio el cual eran las sábanas, de la misma forma cuando una tortuga asomaba su cabeza de su caparazón cuando sentía que no había peligro.
— ¿Usted no me recomendó?
Esto le resultó muy extraño, con un simple movimiento de cabeza por parte de la hermana Margaret le hizo entender que no estaba mintiendo. Su cabeza se había movido de arriba para abajo, ese era el movimiento que las personas solían usar para decir, si.
— Yo también estaba sorprendida, cuando ellos llegaron mencionaron que estaban aquí para adoptar ha un huérfano. Créeme mí niño, después de lo que pasó el día de ayer no estaba de humor para recomendarte, ahora mismo no tengo las fuerzas suficientes para ver cómo te rechazan de nuevo, pero cuando esas personas mencionaron tu nombre tengo que admitir que fue muy inesperado.
Editado: 13.08.2021